Un fantasma recorre España. El republicanismo, un sentimiento que muchos creían muerto, ha resucitado en los últimos meses. Y lo ha hecho de la peor forma posible, como sólo saben hacerlo los fantasmas: asustando al personal.
La quema de fotografías de los Reyes en Gerona, los gritos en la apertura del curso en Oviedo, la petición de los partidos catalanes de que el Rey abandone la Jefatura de las Fuerzas Armadas y las mociones de ayuntamientos andaluces a favor de la III República no deben ser tomadas a la ligera. No son simples salidas de tono; quizá sean síntomas de que algo está cambiando.
La primera señal fue la conocida portada de El Jueves. Lo destacable del asunto no fue la viñeta en sí, sino la respuesta de la sociedad frente a la actuación judicial. Una recopilación de los artículos en prensa y comentarios en blogs durante esas semanas revelaría que el apoyo a los dibujantes fue mayor del que podría haberse esperado. La tradicional inmunidad de la que la monarquía había gozado quedaba gravemente dañada.
Hasta ahora los medios más importantes se abstenían de publicar críticas serias a la monarquía; tras la portada, quedan pocas dudas de que no tardarán en aparecer.
(Excluyo de este comentario a los mal llamados programas del corazón, que desde hace tiempo banalizan toda información sobre la Familia Real. Para ellos el Príncipe de Asturias es solamente Felipe y la Princesa de Asturias, Letizia; y las posibles desavenencias entre los Duques de Lugo reciben un tratamiento similar a las peleas entre los “famosos”. Esperemos que no se alcancen los extremos que se dan en Inglaterra)
Así, quizá no sea arriesgado pensar que los últimos sucesos no sólo muestran que el tema tabú por antonomasia en España ya no lo es tanto, sino que constituyen la punta del iceberg de un sentimiento cada vez más extendido.
Se ha repetido muchas veces que los españoles no son monárquicos, sino juancarlistas. Esto puede ser cierto para aquellos que vivieron parte del franquismo y la transición. El Rey se convirtió en el garante de Estado de Derecho en un tiempo en que había quienes pretendían destruirlo. Pero esos años ya pasaron. Si bien no existe un fuerte rechazo a la monarquía –de hecho, el Rey y el Príncipe obtuvieron las mejores valoraciones en una reciente encuesta–, una parte de los españoles puede que se muestre contraria a que la Jefatura del Estado recaiga en una persona no elegida dramáticamente.
Ningún gobierno en su sano juicio iniciaría un debate sobre la Monarquía a cinco meses de las elecciones. Pero también sería insensato intentar tapar los últimos sucesos y no pensar en el futuro, en el día en que el Rey fallezca. La clase política debería preguntarse cuántos verdaderos monárquicos hay en España.
La sociedad española tiene un debate pendiente. Un debate que, esto debe quedar claro, ha de discutirse en los medios de comunicación y en el parlamento. Sin gritos, sin insultos, sin violencia. Como se hacen las cosas en democracia.
La quema de fotografías de los Reyes en Gerona, los gritos en la apertura del curso en Oviedo, la petición de los partidos catalanes de que el Rey abandone la Jefatura de las Fuerzas Armadas y las mociones de ayuntamientos andaluces a favor de la III República no deben ser tomadas a la ligera. No son simples salidas de tono; quizá sean síntomas de que algo está cambiando.
La primera señal fue la conocida portada de El Jueves. Lo destacable del asunto no fue la viñeta en sí, sino la respuesta de la sociedad frente a la actuación judicial. Una recopilación de los artículos en prensa y comentarios en blogs durante esas semanas revelaría que el apoyo a los dibujantes fue mayor del que podría haberse esperado. La tradicional inmunidad de la que la monarquía había gozado quedaba gravemente dañada.
Hasta ahora los medios más importantes se abstenían de publicar críticas serias a la monarquía; tras la portada, quedan pocas dudas de que no tardarán en aparecer.
(Excluyo de este comentario a los mal llamados programas del corazón, que desde hace tiempo banalizan toda información sobre la Familia Real. Para ellos el Príncipe de Asturias es solamente Felipe y la Princesa de Asturias, Letizia; y las posibles desavenencias entre los Duques de Lugo reciben un tratamiento similar a las peleas entre los “famosos”. Esperemos que no se alcancen los extremos que se dan en Inglaterra)
Así, quizá no sea arriesgado pensar que los últimos sucesos no sólo muestran que el tema tabú por antonomasia en España ya no lo es tanto, sino que constituyen la punta del iceberg de un sentimiento cada vez más extendido.
Se ha repetido muchas veces que los españoles no son monárquicos, sino juancarlistas. Esto puede ser cierto para aquellos que vivieron parte del franquismo y la transición. El Rey se convirtió en el garante de Estado de Derecho en un tiempo en que había quienes pretendían destruirlo. Pero esos años ya pasaron. Si bien no existe un fuerte rechazo a la monarquía –de hecho, el Rey y el Príncipe obtuvieron las mejores valoraciones en una reciente encuesta–, una parte de los españoles puede que se muestre contraria a que la Jefatura del Estado recaiga en una persona no elegida dramáticamente.
Ningún gobierno en su sano juicio iniciaría un debate sobre la Monarquía a cinco meses de las elecciones. Pero también sería insensato intentar tapar los últimos sucesos y no pensar en el futuro, en el día en que el Rey fallezca. La clase política debería preguntarse cuántos verdaderos monárquicos hay en España.
La sociedad española tiene un debate pendiente. Un debate que, esto debe quedar claro, ha de discutirse en los medios de comunicación y en el parlamento. Sin gritos, sin insultos, sin violencia. Como se hacen las cosas en democracia.
4 comentarios:
"una parte de los españoles puede que se muestre contraria a que la Jefatura del Estado recaiga en una persona no elegida dramáticamente".
¿Te refieres a que tengamos que matarnos para elegirlo? Supongo que habrás querido decir "democráticamente". Mucho cuidado con estas cosas. Por ese error, en el A&L te habrías ganado unos azotes del Maestro.
Pensar que las criticas a la monarquia implican un sentimiento republicano no lo tengo yo tan claro. Te recuerdo que en Reino Unido peor valorado que el orejas, la madrastra y los borrachos hay pocos y nadie se plantea el hecho de monarquia y república.
Por otro lado no sé que es peor, si alguien elegido no democráticamente pero de consenso o alguien sí elegido democráticamente pero que no represente a nadie (ejemplo: Aznarín que habria sido jefe de Estado y la guerra de Irak).
Me alegro de que hayas vuelto
Coincido con la primera apreciación de mi anónimo precedente. Crítica a la/esta monarquía no implica republicanismo necesariamente. No coincido sin embargo con su segundo comentario. A Aznarín se le podía quitar y se le quitó (bueno, no a él, pero a su partido) al rey ¿cómo podemos cambiarlo? ¿hacemos un casting? manda Felipe al 1111, vota Lequio al 1112...
El rey no es, no debería ser más que un símbolo igual de inerte que la bandera o el escudo... el problema es que éstos no cuestan dinero ni tienen familia ni concubinas. Por lo demás, si cuando se cambiaun escudo o una bandera se arma la que se arma, qué no pasará si se cambia el rey.
Dicho esto, me reafirmo en mi conocida opinión de que deberíamos copiar a nuestros vecinos de arriba y pasar a toda la familia por la guillotina... ahorraríamos dineropúblico y las audiencias serían millonarias...
Y una republica monarquiqua?por aqui,la tenemos, cada vez màs para un jefe de Estado que confunde los tres poderes, sin parlamento que se opone a él... Ojo, que sarko-napo no vuelva por ahi;)
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