21 agosto 2007

¿Es Bush un neocon?

Francis Fukuyama predijo “el fin de la historia” poco después de la caída del comunismo. Se acabaron las luchas de clases, la evolución política: era el momento de la Economía. Aquellos países anclados en peleas religiosas o nacionalistas vivían en la historia; Estados Unidos en la posthistoria: todos los países que buscasen su realización debían seguirlo.

Quince años después, parece que hasta el Imperio ha dado un paso atrás en su evolución.


Pero no es este supuesto “fin de la historia” el tema central de América en la encrucijada. Lo capital de este libro es la crítica que Fukuyama hace al neoconservadurismo estadounidense y a la administración Bush por su gestión de la política exterior tras el 11 S (una administración compuesta principalmente por neoconservadores). Esta crítica es aún más importante por venir de uno de los pensadores señeros que el neoconservadurismo tiene. Aunque quizá debería decir “tenía”, pues Fukuyama ha llegado a afirmar: “El neoconservadurismo ha evolucionado en algo que yo ya no puedo apoyar”.

La pregunta es, ¿ha cambiado Fukuyama o lo han hecho los neocons? Para el autor han sido los segundos los que no han sabido aplicar los rasgos básicos del neoconservadurismo. Uno de sus pilares es el rechazo a la ingeniería social, es decir, a pretender arreglar el mundo como si de un puzzle se tratase. Y eso es precisamente lo que Bush ha intentado hacer.


La invasión de Irak no era la solución al conflicto en Oriente Próximo. La guerra contra el terror no es la tercera guerra mundial. La administración Bush no debería plantear la situación de tal modo. Lo único que consigue es aumentar el número de antiamericanos. Según Fukuyama los terroristas que pueden hacer daño a Europa y Estados Unidos (supongo que por extensión también se referirá con esto a Japón, América Latina, Rusia, etc), no viajan desde Jordania para poner bombas: viven en Occidente, son inmigrantes de segunda generación frustrados. Sólo con una política cultural y social cuidada podremos evitar nuevos atentados como los de Madrid o Londres.

Fukuyama analiza la relación de Estados Unidos con las organizaciones Internacionales. Como neoconservador, confía muy poco en instituciones como la ONU o la OTAN, pero advierte que Europa sí confía en ellas y estados unidos no puede despreciarlas sin más. Máxime cuando sí las utiliza si apoyan sus propuestas (guerra de los Balcanes). Frente al gobierno total al que aspiran organizaciones como la ONU, Fukuyama propone una suerte de multi-multilaterismo: una serie de organizaciones entrecruzadas que intenten regular los aspectos de la vida actual; estas organizaciones serían mucho más eficaces que las actuales mediante una menor burocratización y una mayor flexibilidad e informalidad. Pone como ejemplo al organismo regulador de los dominios web, un ente nacido sin pretensiones ni grandes tratados entre naciones que realiza su tarea de forma medianamente eficaz.

La tesis final del libro es la mayor utilización del poder blando. Frente a los embargos y ataques, suele funcionar mejor la ayuda económica, la “invasión” cultural, los apoyos la sociedad civil... Es así como, según el autor, triunfó la democracia en muchos países de Europa del Este, y como se han sucedido las revoluciones de Ucrania y Georgia en los últimos tiempos.

Para terminar, debo admitir que fui reticente a leer este libro. El nombre de su autor era ya una barrera poderosa que me impedía acercare a él con neutralidad. Al final, el estar escrito por quien está escrito, hacen de este ensayo un texto importante en el mundo de hoy. Sigue siendo un ensayo escrito por un neoconservador (o como quiera definirse ahora Fukuyama), pero contiene 3 o 4 buenas ideas.

Ojalá los políticos y estrategas que en 2008 se hagan cargo del gobierno estadounidense lo lean con atención y practiquen alguna de las ideas en él expuestas, pues a los que ahora ocupan el puesto los doy por perdidos.

(Sólo una pega: ¿por qué siempre dicen América cuando se refieren a Estados Unidos?)