29 enero 2010

Sin pies ni cabeza

Teniente corrupto, el remake dirigido por Werner Herzog, es una de las peores películas que he visto en los últimos meses. Se supone que es una revisión muy libre de otra llamada igual y dirigida por Abel Ferrara. No he visto la original, pero estoy seguro de que es muy superior.

En ésta un policía -interpretado por un Nicolas Cage más patético e incongruente que nunca- trata de revolver varios asesinatos cometido por un narcotraficante. Para conseguirlo, miente, roba, intimida y tortura. Mientras, trafica con todo tipo de drogas -le duele la espalda y, al parecer, el Vicodin o es suficiente-, extorsiona a jugadores de fútbol americano, engaña a jóvenes que disfrutan del sábado por la noche -y consigue sexo gratis de paso- defiende a su novia a golpes -una prostituta adicta a la cocaína- se enfrenta con su padre y con la novia de éste y pierde 15 mil dólares en apuestas deportivas.

¿Qué tiene que ver todo esto con el argumento de la película? Nada.




Dos escenas definen muy bien la sinrazón de la película. en una vemos trabajar a los policías a través de los ojos de una iguana que, nadie sabe cómo, ha ido a parar a un piso franco de la comisaría. En otra, un gángster dispara al cadáver de otro para que su espíritu, ejem, deje de bailar.

La mayor decepción llega al final. como s se tratara de una mala sitcom, en 2 minutos diversos personajes se acercan al protagonista y le dicen que todos los problemas -el crimen, las apestas, las amenazas- están solucionados.

Casi dos horas de aburrimiento para terminar así.

Al parecer, Herzog es famoso por sus excentricidades -grabó un vídeo en el que se comía su propio zapato- y ataques de ira -estuvo a punto de matar a Klaus Kinski, su actor fetiche. Pero un buen director debe hacer buenas películas. Y ésta no lo es. Me pregunto cómo serán las demás.

Derecho a la pereza, por Moeh Atitar de la Fuente,

Irónicamente, hoy, un gobierno del PSOE, ha decidido retrasar dos años ese derecho a la pereza que tiene uno después de haberse pasado más de media vida trabajando. Paga, además, el trabajador: con dos años más cotizando, las arcas del Estado se ahorran dos años de pensiones, y además son dos años más por los que un trabajador cotiza, alimentando más tiempo dichas arcas. Con suerte, en esos dos años de trabajo extra, el susodicho llega ya tan fastidiado a la jubilación que se nos muere un poco antes. El Estado conseguiría en ese caso ahorrarse más dinero aún.

Más ironía: el mismo PSOE que defendió las pre jubilaciones en RTVE, mandando a casa a profesionales de larga experiencia que habían cumplido alrededor de los 50 años, contrató a un director del ente octogenario, para ahora subir dos años más la edad para alcanzar la jubilación.
Guerra y Paz, 29-01-2010

28 enero 2010

Salinger el oculto ha muerto

Hace casi 3 años escribí un post sobre los llamados escritores de culto que terminaba:
Sin embargo, muchas veces los lectores nos acercamos a su obra más por curiosidad que por verdadero interés literario. Si Pynchon saliese de cuando en cuando en la televisión, si Salinger permitiese un reportaje en su granja, ¿serían tan venerados? Lo dudo.

Si bien al principio seguro que se recluyeron por motivos perfectamente razonables, ahora mantienen su anonimato a capa y espada por pura estrategia: sin él sólo serían unos escritores más, en igualdad de condiciones con el resto.
Pues eso. Y El guardián entre el centeno no es más que una novelita para adolescentes con pájaros en la cabeza.

27 enero 2010

El séptimo sello y don Quijote

Siempre ocurre con los clásicos. Los presentan como insignes artistas cuya obra es sólo accesible a unos pocos. Películas y libros de obligado cumplimiento, pero de difícil comprensión. Puro elitismo en muchos casos.

Ayer me atreví a ver una película de Ingmar Bergman, El séptimo sello. Había sido durante años el símbolo del cine de calidad, del arte críptico, el maestro sueco en es esplendor. Una película realizada en banco y negro (cuando ya era posible realizarla en color) que trata de una partida de ajedrez entre un caballero medieval y la muerte. Uff.

En efecto, los 5 primeros minutos son densos. Playas desiertas, música religiosa, la muerte, la partida definitiva... Todo ese aura de intelectualidad metafísica se diluye en el preciso momento en que el escudero comienza a cantar una canción en favor de la vida terrenal. Desde entonces, la película se convierte en una feroz sátira contra la fe mal entendida y el fanatismo. Al final todos vamos a morir, pero lo importante es cómo vivimos.




A lo largo de 90 minutos hay escenas de humor negro ("¿Vais a quemar de noche a la bruja? Sí, pagan doble"), de humor machista, de farsa... Por momentos recuerda al Quijote y por momentos a Hamlet (en el buen sentido del recuerdo). La risa no está reñida con la calidad.

Pero claro, si los críticos no hubieran escrito sobre ella todo lo que han escrito, ¿estaría igual considerada?

26 enero 2010

Metamorfosis

Este 2010 va a ser un año de transición. Lo tengo bastante claro.

Cada cierto tiempo necesito cambiar de hobbies, de vicios, de ocupación. Durante unos año mi vida giró en torno a la literatura. Desde el verano de 2007 he vivido pendiente de la actualidad. Ahora sólo me interesa el cine.

Con un poco de suerte, es un decir, lograré escribir una película antes de fin de año. Con mucha suerte, quizá le interese a alguien y me pague por ella.

Mientras, pienso dedicar todo mi tiempo a ver películas, leer guiones y escribir. Eso significa que la actualidad queda relegada a un segundo plano.

La razón es simple: los políticos, sus decisiones y sus desidias me dan cada vez más asco. Son predecibles, y fariseos. Tampoco el comportamiento de la mayoría de los medios me anima.

Hasta ahora la sección más importante de este blog era la dedicada a Mundo. También Literatura era un apartado frecuente. A partir de ahora, escribiré más sobre cine.

Intentaré redactar unos párrafos de cada película que veo. Sólo por el puro placer de hablar de ellas. Quizá pierda lectores, quizá gane. Ahora mismo, es la única forma de seguir con este blog.

Sólo me surge una duda: ¿me convertiré en mariposa o en cucaracha? ¿O seguiré siendo una oruga con ínfulas? Ya se verá.

24 enero 2010

Libros que no acabé de leer, por Santiago Gamboa

Existen diferentes y muy variadas razones para no acabar un libro. Desde la muy salvaje de perderlo o que nos sea sustraído durante su lectura, como me pasó con Viaje al fin de la noche,Plataforma, de Houellebecq, porque se le quemó, ¿y cómo se puede quemar un libro? Pues sí, dormía en un balcón, el libro cayó al primer piso sobre una estufa y se convirtió en ceniza. de Céline, en una pensión de Lisboa, hasta el que dejamos de lado voluntariamente, con pleno conocimiento de causa. La razón más extraña que conozco le pasó a un viejo colega: tuvo que dejar inacabada

También puede uno dejar un libro por considerar que ya se acabó, aun cuando falten por leer cien páginas, como me pasa con frecuencia, la última vez con América, de James Ellroy. Estos libros, por lo general llenos de retruécanos, lo muestran todo en la primera mitad y el resto ya es sólo seguir y seguir, entre episodios similares y frases ingeniosas, pero sin un motivo preciso. Los hay también de extrema densidad que se resisten a ser leídos de un tirón, y entonces uno los deja por un tiempo y vuelve y avanza otro poco, y los deja de nuevo; esto me pasa con novelas como La decisión de Sofía, de William Styron, que voy leyendo hace como diez años y nunca termino, o con El Maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov, que leo en dosis pequeñas, y sobre todo con las obras de Osvaldo Lamborghini, que son tan salvajes, duras y atroces que sólo puedo avanzar una página o página y media al mes, máximo. ¿Para qué sentir urgencia de acabarlas en los libros si, al fin y al cabo, en la vida las historias no tienen principio ni fin?, como recuerda Graham Greene al principio de El fin del romance

Tampoco es necesario acabar de leer ciertos libros. Uno lee un poco y ya se da cuenta de qué es lo que hay dentro. Como en la cocina: con un plato de sopa basta, no es necesario tomarse la olla entera para disfrutarla a fondo. Esto me pasa con las extraordinarias narraciones de Philipe Sollers, uno de mis autores favoritos del que jamás he terminado un libro. Más que una historia, lo que hay es precisamente un sabor, una temperatura especial o un estado de ánimo, y uno recurre a él para eso, para tomarse un plato. Da lo mismo leer ciento veinte o doscientas páginas, el sabor es el mismo. Igual me ocurre con Thomas Bernhard. Su dureza con la vida, su malestar al borde del cabreo con todo lo humano, contienen ese sabor áspero que por un tiempo nos hace ver el mundo con frialdad, como si se tratara de un gigantesco hormiguero. Son novelas sin historia. No es una prosa que corre en sentido horizontal y por ello no es necesario leerlas hasta el final para estar en ellas.

Releo y noto que no me he referido a los libros malos. En mi experiencia de lector hay dos tipos de libros malos: los que son, por decirlo así, intrínsecamente malos e insuficientes, y los que lo son de un modo correcto, con una estructura bien apuntalada. Hay libros malos que están muy bien escritos y éstos a la larga son los peores, pues suelen tener muchos lectores que creen que la lectura fácil es la verdadera literatura. Los editores los llaman "literatura comercial de calidad". Estos libros, más que no acabarlos, lo que se debe hacer es jamás empezarlos.

Santiago Gamboa, Babelia 23-01-2010

17 enero 2010

La cinta blanca no habla del nazismo

Dicen que la nueva película de Michael Haneke habla de los orígenes del nazismo. Falso. Dicen que deja el estómago y la mente encogidos. No es para tanto, mas dura es Funny games. Dicen que es su mejor película. Cierto.

La cinta blanca muestra la vida de un pueblo muy concreto en una fecha muy concreta. Un rincón de Alemania en 1913. En ella, Haneke, como los grandes artistas, profundiza en lo particular para hablar de lo general. Porque -no nos engañen con publicidad, por favor- lo que ocurría en ese lugar era moneda común en Europa. Y no sólo en 1913. el noble manda, el cura maneja las mentes, el médico maltrata y el maestro sobrevive.



Palizas, torturas, incesto, insultos, humillaciones, suicidio... Nada nuevo. Es cierto que los niños de la película, la crecer, serán nazis. Pero ¿y los niños franceses, españoles, ingleses?

La película es un retrato certero de los peligros de la incultura, la necedad, la opresión y el fanatismo. Michael Haneke ha sabido unir sus temas de siempre con unas bellas imágenes un montaje que sugiere en lugar de mostrar. En efecto, su mejor película.

16 enero 2010

Sherlock Holmes (para adolescentes)

Hay películas de aventuras para niños y películas de aventuras para adultos. En las primeras los personajes parecen complejos a primera vista -y así nos los quieren vender- pero son planos; la trama se enrevesa hasta que el espectador se pierde y necesita una explicación; los golpes, efectos especiales, peleas y batallas son un fin en sí mismo; los espectadores salen del cine diciendo "es entretenida" y "hay algo que no he entendido".

Las películas de aventuras para adultos son todo lo opuesto. Los personajes ganan fuerza y presencia a cada minuto; la trama es simple, pero recia, como un hilo de seda; los momentos de acción están justificados y se entiende quién pelea contra quién (y quién gana); l espectador sale del cine con la sensación de haber visto algo más que una película de aventuras.




Sherlock Holmes habla de un detective borracho, vago, sucio, mujeriego y cocainómano. A su lado tiene a un médico nada fiable y juntos deben enfrentarse a un asesino que ha vuelto de la tumba. Es una película de aventuras para niños.

UP (por ejemplo) es una película de animación en la que un entrañable anciano al que le van a quitar la casa vuela con ella (acompañado de un boy scout, un perro y un pájaro) hasta la otra punta del mundo para encontrar a su antiguo ídolo, el último gran explorador. Es una película de aventura para adultos.

Es muy difícil que me canse de ver en pantalla a dos actorazos como Robert Downey Jr. y Jude Law. Ayer lo hice.

15 enero 2010

Defensa del tabaco, por Mi Mesa cojea

Hay algo fanático y aterrador en la actitud de los guerrilleros antitabaco. Lo veo cada día en la mirada de chicos y chicas bien educados, bien instruidos por los medios de masas, por la revista de la parroquia o el panfleto comunista, por Science o AR. Chicos y chicas que miran mis manos con terror mientras lío un cigarrillo, emblema último del siglo XX. Son las manos del cáncer, leo en sus miradas, las manos de la pestilencia, del tumor, las garras de la metástasis y la ceniza.

Paul Auster carga contra este tipo de gente en Invisible, su última novela. Les llama "policías del tabaco" y los ventila en un par de párrafos con su talento habitual. En Estados Unidos, al parecer, son legión, y en España su número crece exponencialmente, como reflejo de la tendencia imperial.

Conozco a gente educada, personas en general tolerantes y respetuosas, que, sin embargo, pierden la compostura ante un fumador. La pierden en forma de mala mirada, de sutil aspaviento o, en el peor de los casos, de censura explícita. La razón para esta falta de educación siempre es la misma: que ellos no fuman.

No se trata de que el tabaco dé cáncer, no es un problema celular. Tampoco se trata de que te estés matando con una lentitud exasperante. Se trata de que el humo es molesto, de que huele mal y ese olor se impregna en la ropa, ya sabes, y luego todo a la lavadora. Se trata de que ese potencial cáncer se adhiere a sus trapitos de Zara y Pull & Bear. Se trata de que no hay quien quite esta peste del jersey. Se trata de que tu libertad, fumador, acaba donde empieza la suya. Y la suya empieza donde ellos dicen, aunque no esté escrito en ninguna ley, en ninguna norma.

Estoy a favor de la ley antitabaco. Me parece bien que se prohíba fumar en el interior de todos los locales, fundamentalmente por los niños. Lo que me asquea es que esa ley haya sido dogmáticamente asumida por ciertas personas que se han erigido en guardianes de la moralidad del pulmón blanco, fanáticos del aire limpio. Inmaculadas del humo y beatos del oxígeno puro.

El tabaco, por supuesto, es una industria. Es un poderosísimo lobby que, sin embargo, parece tener los días contados. Pero el tabaco mata sin declarar guerras, sin esclavizar países, sin regalar balas a niños. El tabaco mata sin querer matar. El tabaco es un invento obsoleto en esta era ultracapitalista liberal, un objeto estúpido que se carga a sus consumidores, un producto que atenta contra la más fundamental base del mercado: deja que el comprador siga comprando.

Pero el tabaco es tan grande, tan sublime precisamente porque mata. Porque da tos, porque da humo, porque vuelve los bares brumosos y a las personas justamente borrosas. Porque es Casablanca y cine negro, porque es literatura y tertulia, porque es romanticismo y travesura adolescente. El tabaco, batalla perdida, es ya nostalgia de cuando se fumaba.

Los fumadores somos los malos en el primer acto de la película del cáncer, como los gays lo fueron en el primer acto de la película del SIDA. Ni Elvis, ni Guerra Fría, ni ordenadores. El gran símbolo del siglo XX será el cigarro. El pitillo se convertirá en un icono a la altura del Che. Los críos lo llevarán en las camisetas, habrá chapas que lo recuerden y webs que lo homenajeen. Y cuando ya nadie fume, fumar será leyenda. Y los fumadores muertos, sus héroes caídos.

Mi Mesa Cojea, 15-01-2010

12 enero 2010

Desde el banquillo de los acusados, por Joan Mari Torrealdai, presidente del Consejo de Administración de Egunkaria

El tsunami inquisitorial del segundo Gobierno Aznar, con la doctrina Bush recién estrenada tras la resaca que siguió a la destrucción de las torres gemelas, me pilló con 60 años. De ellos, 40 los he dedicado a una actividad de notoria proyección pública, básicamente investigación cultural y labor editorial, con más de una docena de libros y cientos de artículos publicados, unido a una treintena de años como director de una revista cultural, de pensamiento y de ensayo, denominada Jakin (Saber, en euskera).

En ello estábamos cuando la Guardia Civil llegó a nuestras casas antes de la hora del lechero, a la 01.30 de la madrugada del 20 de febrero de 2003. En la mía rompieron a porrazos la puerta, apuntaron con armas de fuego a toda la familia, incluidos hijos menores, y me incomunicaron. Acto seguido se me mostró un papel según el cual, y por mi condición de presidente del consejo de administración del periódico diario Euskaldunon Egunkaria, resultaba acusado de “pertenencia o colaboración con banda armada”.

Así me enteré de que yo era, al parecer, de ETA. Me convirtieron en un hombre de armas, de la noche a la mañana.
Público 12-01-2010

10 enero 2010

La lengua de Hitler (y de Goethe)

Recupero aquí un post escrito en 2007. Porque me apetece. Porque llevo días escuchando canciones en alemán y quiero que otros disfruten de ellas.

Camino de su muerte en un campo de concentración, un personaje de Vida y destino piensa, “La lengua de Goethe sonaba horrible en medio de la noche en las estaciones rusas”.

Durante varios años estudié alemán, un idioma que adoro. Para mí es mucho más interesante que el inglés y, aquí viene las discusiones, suena mejor que el inmerecidamente afamado francés. Es más interesante que la lingua franca actual por el sencillo motivo de que el alemán es un idioma más complejo en su sintaxis y preciso en su léxico; si bien cuesta más aprenderlo, la satisfacción al pronunciar una frase o leer un texto es mayor que hacerlo en inglés.

La razón de que a mí me suene mejor que el francés es una simple cuestión de gustos (o de genes). Hay una teoría que viene a decir que, en temas de idiomas, hay gente “del sur” y gente “del norte” (seguramente existirán términos más científicos). Es decir, que hay quienes prefieren el francés, italiano o catalán (y tienen facilidad para aprenderlos), y quienes se decantan por el inglés y el alemán (y a veces el ruso). Esto es muy fácil de comprobar en cualquier escuela de idiomas. Yo soy “del norte”.

Existe la impresión de que el alemán es un idioma feo y rudo. Los comentarios usuales son del tipo “parece que están insultando”, “las palabras son como gritos y órdenes”. Siempre he pensado que la culpa de esta impresión, para mí errónea, la tiene el nazismo (y, en menor medida, Hollywood). A un nivel superficial, la asociación “alemán” y “Hitler” es inmediata; pocos piensan que es la lengua de Goethe, de Günter Grass, de Wagner o Beethoven. La secuencia ilógica es: el alemán era la lengua que hablaban los nazis; los nazis insultaban y daban órdenes; el alemán sirve, primordialmente para insultar y dar órdenes; y a eso suena.

Por supuesto, pocas personas han escuchado hablar a un nazi de verdad, si acaso algún breve fragmento de un discurso de Hitler. La mayoría escuchamos hablar alemán por primera vez en una película sobre la II Guerra Mundial producida en Estados Unidos. Así, parte de la culpa de este germanofobia debe recaer en Hollywood.

En 1939 había dos países fascistas, pero nadie recuerda a Italia, y el italiano es un idioma “musical”. ¿La razón? El menor número de películas en que los “malos” eran los italianos (incluso en una película sobre el fascimo en Italia, La vida es bella, los “malos” siguen siendo los alemanes).

Invito aquí a escuchar varios vídeos en alemán. El primero es un fragmento de El triunfo de la voluntad, la película en la que que Leni Riefenstahl glorifica al partido nazi.



El segundo vídeo lleva por título Wozu sind Kriege da; en español, “Para qué sirven las guerras” (da una idea de su mensaje).



Los mismos que quisieron glorificar a Alemania destruyeron la reputación de su lengua.

09 enero 2010

Entre dos aguas

1.-

Parece que hoy día todo el mundo tiene las ideas muy claras respecto a las descargas, los derechos de autor, las medidas del gobierno y todo eso que se ha agrupado en twitter bajo la etiqueta de #manifiesto. O eres un pirata, un tipo que maneja el ratón como si fuera un revólver y roba el trabajo de otros, o eres un reaccionario apegado a tu dinero que pretende vivir de rentas por los siglos de los siglos. No hay término medio. Y, sin embargo, al igual que otros, yo me encuentro en él.

Como todo joven español con acceso a Internet, he descargado contenidos protegidos por derechos de autor. Muchos. He bajado música y películas de Kazaa, de eMule, de Soulseek, de Megaupload y de Rapidshare. Tengo un disco duro lleno de películas por las que no he pagado, de discos por los que no he soltado un euro y en breve, espero tener una carpeta llamada e-books con libros por los que no pasaré por caja. No me arrepiento.

Por otro lado, como casi todo el mundo, trabajo por dinero. Actualmente ejerzo de periodista en una televisión autonómica, pero he escrito una novela y, de aquí a un tiempo, espero poder rodar una película. Cuando lo haga, habré pasado muchos meses trabajando en ella. Y, por mucho que me guste compartir y regalar, no me haría ninguna gracia que la gente se la descargara en lugar de ir a verla al cine.

Llamadme egoísta, antiguo, avaro. No me doy por aludido. Si acaso, puedo ser contradictorio. O, en palabras duras, hipócrita.

Pero creo sinceramente que la mayoría de los que firmamos el manifiesto lo somos.


2.-

Primero vinieron a por los enlaces, y yo no dije nada, porque no enlazaba. Así comienza una variación del famoso poema. El gobierno español, precedido por otros y, seguro, seguido por muchos más, está a punto de deslizarse por una peligrosa colina. La que va de la protección de derechos de autor a la censura. Por algo la imagen de China bloqueando Internet a los activistas nos viene a todos a la cabeza.

Este gobierno se ha equivocado en la forma y en el fondo. De la primera ya hablé hace un tiempo. Hay quien no aprende. Respecto al fondo, no podría estar más errado.

¿Será por la edad? ¿Por la brecha generacional? ¿Por el miedo a perder el control? ¿Por el pánico a una hipotética e improbable revolución a la iraní (pero vean cómo ha terminado, si es que alguna vez comenzó)?

¿Por pura incompetencia?

No importa. Se equivocan de estrategia, de táctica y de método. La solución no es cerrar webs. Ni amenazar con hacerlo. Ni tratar de delincuentes a los ciudadanos.

La solución es mucho más creativa que todo eso. Pero por algo han sido elegidos. Para dar respuesta a los problemas. Y, a ser posible, que sea proporcionada y adecuada.

3.-
Quizá ningún miembro del gobierno utilice Spotify. Es posible que ninguno de sus cientos de asesores conozcan su existencia. Improbable, pero posible. ¿Tampoco los presidentes de comunidades? ¿ Y los alcaldes? No sólo los de las grandes ciudades, también los jóvenes de los pueblos. Quiero creer que alguien con poder en España sabe que existe un programa inventado por un par de suecos que permite escuchan miles de canciones sin pagar un euro y sin violar derechos de autor.

Si no es así, deberían mirárselo.

Spotify puede ser la solución. Así de sencillo. Una plataforma de contenidos con diferentes tipos de cuenta. Si no quieres pagar, escuchas publicidad. Si no quieres publicidad, pagas.

¿Cuánto estaría una persona dispuesta a pagar por tener acceso a toda la música y películas que se pueda imaginar? Yo recuerdo que me gastaba una pasta en el videoclub (cuando todavía eran almacenes y no escaparates). Cada mes me dejo unos 150 euros en las librerías de mi ciudad. Y tengo una colección de unos 1000 CD's originales. Sumen.

Hoy un libro cuesta 18 euros de media, parecido sucede con los discos. EL cine, cada día más caro, ronda en Zaragoza a los 7 euros.

¿Cuánto pagaría yo por tener acceso a esta cultura in moverme de mi silla? Veamos, así a bote pronto. Por un libro, menos de 6 euros; por una película, quizá 3; por un disco 5.

Al mes, leo 8 libros, veo una decena de películas y puedo comprar un máximo de 5 CD's.

Suman un total de 48 euros para la plataforma de libros, 30 para la de películas y 25 para la música.

Pero el error sería cobrar por cada artículo consumido. La solución está en el buffet libre. Pagas por tener la posibilidad de consumir todo lo que quieras. Un mes te pasarás, otro no llegarás. Y al final, entre todos equilibramos las cuentas.

La suscripción a Spotify cuesta 9'95€ al mes. Hagan números.

03 enero 2010

La guerra de mañana

Hace unos días, nadie sabía donde estaba Yemen; hoy es el centro del mundo. Si creemos las informaciones proporcionadas por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, es un nido de terroristas y van a atentar contra las embajadas occidentales de un momento a otro. Bueno, quizá sí y quizá no. Según Barack Obama, el hombre que intentó volar el avión a Detroit tenía conexiones con Yemen y su rama de AL Qaeda.

Esto ha dicho en su último mensaje a los ciudadanos:


We know that he travelled to Yemen, a country grappling with crushing poverty and deadly insurgencies. It appears that he joined an affiliate of al Qaida, and that this group - al Qaida in the Arabian Peninsula- trained him, equipped him with those explosives and directed him to attack that plane headed for America.This is not the first time this group has targeted us. In recent years, they have bombed Yemeni government facilities and Western hotels, restaurants and embassies - including our embassy in 2008, killing one American.

So, as President, I've made it a priority to strengthen our partnership with the Yemeni government, training and equipping their security forces, sharing intelligence and working with them to strike al Qaida terrorists.

And even before Christmas Day, we had seen the results. Training camps have been struck; leaders eliminated; plots disrupted. And all those involved in the attempted act of terrorism on Christmas must know; you too will be held to account.

Instead of giving in to fear and cynicism, let's renew that timeless American spirit of resolve and confidence and optimism. Instead of succumbing to partisanship and division, let's summon the unity that this moment demands. Let's work together, with a seriousness of purpose, to do what must be done to keep our country safe.

As we begin this New Year, I cannot imagine a more fitting resolution to guide us-as a people and nation.


Es cierto que Yemen es un país pobre, y que ya fue escenario de atentados contra Estados Unidos y España. Pero lo del USS Cole fue en el 2000 y el atentado contra turistas en 2007. Sí es cierto que hay un puñado de jóvenes que están dispuestos a dejar su Somalia natal para ir a Yemen a "luchar por Alá". Pero quizá la solución sea "luchar por sus corazones y almas" (palabras de Gordon Brown), en lugar de asesinarlos.

Pues eso es exactamente lo que quieren hacer. En realidad, Washington está preparando el terreno para una nueva invasión. Ya lo hicieron en 2002 con Irak. Primero hay un ataque terrorista, después se vincula el atentado con el país elegido, se alarma a los ciudadanos (gracias a la eficaz colaboración -voluntaria o involuntaria- de los medios de comunicación), se logra su apoyo en aras de la seguridad nacional y, finalmente, se firman los contratos de defensa.

Las razones no las tengo nada claras. He leído que China tiene negocios con el presidente yemení y eso no gusta a Obama, que es un enclave estratégico para controlar la Península Arábiga, que... No importa.

Antes de terminar su mandato, el premio Nobel de la Paz del año 2009 habrá invadido un país africano. Lo hará después de haberse retirado de Irak, debe ser difícil mantener un ejército en tres países al mismo tiempo. Tendrá ayuda, por supuesto. Por el momento Inglaterra y España han escuchado lo consejos de la Washington y han cerrado su embajadas en la capital, Sanaá. Veremos si también nos sumamos a esta invasión.

Esta previsión no es una mera fantasía, lo ha dicho un oficial estadounidense destinado en Yemen: "Irak es la guerra de ayer. Afganistán la de hoy. Si no actuamos de forma preventiva, Yemen será la guerra de mañana"

Guerra preventiva. Qué recuerdos.