28 mayo 2007

Perfil de Javier Marías

Si uno visita la página web de Javier Marías, se encontrará con una ingente cantidad de información: biografía, reseñas de libros, entrevistas, especiales sobre Juan Benet o Julián Marías. Un apartado especial es el llamado blog: en él, se cuelgan cada domingo los artículos que Javier Marías escribe para el País Semanal y se difunden las noticias relativas al autor. Hoy, día de elecciones, se puede leer una muy grata noticia:

“El pasado viernes 25 de mayo Javier Marías acabó de escribir el tercer y último volumen de Tu rostro mañana, que llevará por título Veneno y sombra y adiós. Su publicación está prevista para finales de septiembre en la editorial Alfaguara.
El volumen 1, Fiebre y lanza, se publicó en 2002 y el volumen 2, Baile y sueño, en 2004. Con Veneno y sombra y adiós, cuyo manuscrito tiene 656 páginas, se cierra Tu rostro mañana, el largo proyecto novelístico iniciado por el escritor el 3 de septiembre de 1998, es decir, hace casi nueve años.”



Ésta es una excusa como otra cualquiera para repasar la vida y obra de uno de los mejores escritores españoles del momento.

Javier Marías empezó a escribir muy pronto, de adolescente. A los 19 años termina su primera novela, Los dominios del lobo, y sale publicada en Edhasa gracias a la mediación de su “padre literario”, Juan Benet. Tras su muerte declarará :

“Vicente Molina Foix, que ya era algo amigo mío y que había leído la primera novela que yo había escrito, en un momento dado me dijo: ¿y por qué no intentamos publicar esto? A mí me ha gustado mucho, se lo voy a pasar a Juan Benet (...) De modo que sí, la publicación de ese libro se la debo en buena medida a Juan Benet, no a mi familia desde luego, como alguna gente en su día pensó.
(...)
No exagero si digo que Juan Benet ha sido una de las cinco personas más importantes de mi vida, en el aspecto personal. Y no sólo porque era un gran amigo con el cual además el trato se ha mantenido frecuente y continuo durante esos más de veinte años, sino que además para un chico de dieciocho años como yo tenía cuando le conocí, fue un verdadero maestro.”



Al año siguiente, 1972, escribe y publica su segunda novela Travesía del horizonte. Estos primeros libros, sin ser de gran calidad, prefiguran de algún modo sus señas de identidad: localización de la historia en tierras extranjeras, y elección de un lenguaje y unos temas nada propios de la literatura nacional del momento.

En 1974 comienza a trabajar como asesor literario de la editorial Alfaguara. Ese año leerá al austriaco Thomas Bernhard y sugerirá su publicación. El escritor será una importante referencia en la literatura de Marías, en especial en lo relativo al lenguaje: frases largas, multiplicación de las comas, repetición obsesiva de palabras y expresiones...

Durante los años siguientes de dedicará a verter al castellano diferentes escritores anglosajones: Thomas Hardy, William Faulkner, Joseph Conrad... Con la traducción de La vida y opiniones del caballero Tristam Shandy gana el Premio Nacional de Traducción en 1978. Tiene 27 años. Cuando cree su propia editorial, él mismo se encargará de traducir a sus autores preferidos. Según Marías, la traducción es el mejor camino para aprender a escribir. Es seguro que las digresiones que ahora utiliza en Tu rostro mañana no existirían de no haber “reescrito” el Tristam Shandy.

Esta “afición” por la escritura, –Marías nunca se ha considerado un escritor “profesional”– no es casual. Su padre, el filósofo Julián Marías, tuvo que exiliarse en Estados Unidos al poco de nacer Javier. El bebé Marías (cuesta pensar que este hombre haya sido bebé en algún momento), reside en casa del poeta Jorge Guillén; y tiene como vecino a Vladimir Nabokov. Con estos antecedentes, lo extraño sería que se hubiese dedicado a la carpintería –de hecho, todos sus hermanos, sin ser novelistas, escriben.



Pero no sólo de literatura vive el hombre, y Javier Marías siempre se sintió atraído por el cine. En la Universidad conoció al futuro director Agustín Díaz Yanes, y tiene como tíos a Ricardo Franco, (el fallecido autor de La buena estrella) y a Jess Franco, director de más de 200 películas de serie Z (entre ellas, la saga de Fumanchú). Su primer sueldo lo ganará traduciendo guiones para él. Si bien actuó en una de sus pelícluas, hoy su afición por el cine se limita al visionado de películas clásicas y a la redacción de artículos (de cuando en cuando podemos leer una andanada contra obras como Babel o un elogio a su siempre querida Campanadas a medianoche).

En 1986 gana el premio Herralde con El hombre sentimental (realmente una novela muy poco interesante), un premio al que renunciará tras su ruptura con la editorial. Si bien no están muy claras las razones de su huida de Anagrama, algo se entiende al leer su libro Negra espalda del tiempo –el más autobiográfico de todos sus libros, definido por Marías como una “falsa novela”. En él se señalan problemas de dinero y los legendarios malos modos del editor .

Lo cierto es que fue en Anagrama donde primero publicó Todas las almas, la novela que más repercusiones ha traído a su vida y su obra. La obra central, por decirlo claramente, de Javier Marías.

Sin Todas las almas, no existiría la falsa novela antes mencionada ni la trilogía que ahora está a punto de cerrar. En ella, Marías inventa un personaje sin nombre que enseña español en la Universidad de Oxford. Allí conocerá a peculiares miembros del claustro, se enamorará de una mujer casada, entablará amistad con un antiguo espía del servicio secreto inglés reconvertido en eminente profesor... El libro gozó de buenas críticas y ventas, y en él muchos lectores quisieron ver una roman à clef; una tentación en la que, aun conociendo la opinión del autor al respecto, no es difícil caer.


El año 1992 es clave en la trayectoria de Javier Marías. Publica en febrero Corazón tan blanco, novela que obtiene el aplauso unánime del público, tanto en España como en el extranjero. Es de sobras conocido el papel que en este éxito tuvo el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, auténtico gurú literario en su país, que calificó la novela de "absoluta obra maestra".


Mañana en la batalla piensa en mí
, la última novela publicada en Anagrama, supuso un aluvión de premios, entre ellos el Rómulo Gallegos (si bien argumentalmente atractiva, no llega a la altura literaria de sus predecesoras). En el discurso de aceptación del premio, Lo que sucede y no sucede, prefigura el tema de sus siguientes obras. Dice así: “se necesita conocer lo posible además de lo cierto, las conjeturas y las hipótesis y los fracasos además de los hechos, lo descartado y lo que pudo ser además de lo que fue.”


Esto es lo que hará en la ya mencionada Negra espalda del tiempo. Hablar del presente y del pasado; de los recuerdos, de las ficciones, de los recuerdos ficcionados; de las realidades verdaderas y las realidades inventadas; de lo que sucedió, de lo que pudo suceder; del qué hubiera sucedido si nada no hubiera sucedido.



Antes de terminar este perfil (casi hagiografía) que viene alargándose demasiado, es necesario hablar de la faceta ensayística de Javier Marías. Si desde sus primeros tiempos escribe ensayos en torno a la literatura, el cine o el fútbol, a partir de 1994 inicia una colaboración regular con el suplemento El Semanal. Comienza a asentarse una fama de “huraño”, “pedante” y “criticón” para el gran público, a la par que de hombre absolutamente independiente de partidos y corrientes, celoso de sus derechos y poseedor de un peculiar sentido del humor (apreciable en su “duelo humorístico” con su vecino de página, el escritor y articulista Arturo Pérez Reverte).
La colaboración se rompe a principios del año 2003, cuando el suplemento de niega a dar a la imprenta un artículo en el que critica a las iglesias y las religiones. Al poco tiempo, El País Semanal “ficha” al escritor y sus artículos llegan a un mayor número de lectores.

En este periódico continúa escribiendo –con mayor descaro si cabe– sobre lo que le apetece: se permite el lujo, entre muchos ejemplos, de arremeter contra políticos de uno y otro signo; de criticar los comportamientos de los medios de comunicación (sin perdonar a El País, que le da de comer); de sacar los colores a los famosos y profesionales de la comunicación y la política que toman cocaína como si de café se tratase (en ese mismo artículo declara haberla usado en un par de ocasiones para resistir las maratónicas sesiones de promoción que una novela exige; una declaración que le honra, al ser uno de los pocos personajes conocidos, compartiendo lugar con Joaquín Sabina, que admite lo que muchos en secreto y con actitud hipócrita esconden).



Y llega e
l fin, la culminación de toda una carrera literaria (por mucho que Marías no quiera verla como tal). Tu rostro mañana es la novela definitiva de Javier Marías. A lo largo de 3 volúmenes (pero –insiste el autor– no es una trilogía, sino una novela publicada en diferentes tomos, estrategia usada para permitir que su padre y el hispanista Peter Russell pudieran leerla en parte; ninguno podrá ver su final), Marías cuenta la historia de Jacobo Deza, el protagonista sin nombre de Todas las almas, que vuelve a Oxford 10 años después para trabajar como espía.

Es una novela en la que se cuenta poco, se sugiere más y se piensa mucho (“pensamiento literario”, según lo define de su autor). La técnica de la digresión y el sentido del humor aprendidos al traducir el Tristam Shandy llenan esta obra: es imposible olvidar la magistral escena de casi 100 páginas en la que el jefe del servicio secreto amenaza con una espada medieval a un español puesto de cocaína en los lavabos de minusválidos de un pub londinense, escena en la que lo que menos importa es la espada o el peligro en sí, sino toda la reflexión que el protagonista lleva a cabo en los pocos minutos reales que dura.

Pero no todo es humor en Tu rostro mañana. También hay lugar para el recuerdo de épocas oscuras: el juicio que su padre tuvo que soportar durante el franquismo o las corridas de toros de se celebraban en la inmediata posguerra (“fiestas” en las uno de los vencidos se convertía en el toro).


La página final del segundo volumen helaba la sangre a los lectores. En octubre tendremos la oportunidad de leer el final de la que es, para el autor de este artículo, la mejor novela española de los últimos 20 años.


Hasta entonces, paciencia.

27 mayo 2007

El Quijote en su Nokia

Está claro: Japón es el futuro. O, al menos, eso se podría pensar al ver qué uso dan a su tecnología. Que guste o no, es otra cosa.
Cuando aquí las empresas intentan que, al menos, hagamos el experimento de navegar por la red a través del móvil, en Tokyo es habitual ver a los viajeros del metro leyendo y escribiendo los primeros correos de la mañana en sus teléfonos. Pero el uso del móvil va más allá. No sólo leen periódicos y blogs: también leen novelas. Narraciones escritas específicamente para teléfonos móviles.
La mayor parte de estos le
ctores son jóvenes adolescentes y veinteañeros, la primera generación que creció con el email. Los primeros que no tuvieron que pedirlo a sus padres: cuando nacieron, Internet ya estaba allí.
Estos lectores no se habían acercado jamás a un libro “de verdad”. No saben quien es Yasunari Kawabata, ni Kenzaburo Oé ni, por supuesto, Murasaki Shikibu. Sin embargo, leen y escriben novelas en pantallas táctiles que, de pasarlas al papel, ocuparían entre 2
00 y 500 páginas.
Chaco es la escritora de novelas para móviles más famosa de Japón. No se sabe mucho de ella.
Tiene veintipico años y escribe más rápido que Corín Tellado. En un año escribió cinco novelas, una de las cuales, Lo que me dio el Ángel, vendió más de un millón de copias. El anonimato es común entre este tipo de escritores, que muchas veces redactan historias eróticas, truculentas o demasiado personales.
Yoshi es otro escritor para móviles. Yoshi vio el futuro y decidió tomar la delantera. Creó una
página web de contenidos para teléfonos móviles y desde ella publicó Amor profundo, una novela habla de Ayu, una joven de 17 año que encuentra el amor tras un encuentto casual. Por supuesto, arrasó en las pantallas (de los móviles): fue leída por más de 20 millones de personas. ¿La clave? Un ritmo acelerado, una prosa concisa, mucho diálogo y evitar usar palabras difíciles. Estas sencillas reglas, por otra parte propias de cualquier bestselller, consiguen que aaquellos que no leen ni El código da Vinci pasen horas moviendo los ojos por una pequeña pantalla. Su arrollador triunfo llevó a sus autores a editarla en el formato impreso tradicional y sus protagonistas se inmortalizaron, además, en la consiguiente película.



En España, ha
ce un par de años se intentó iportar la tendencia (sin mucho éxito, a parecer). El canal Ciberpunk ofrecía relatos de conocidos autores como Suso de Toro, y novelas de nuevos nombres, como los escritores Javier Lorente, Iñigo Medina y David de Ugarte.
Los ciberpunk
nacieron tras la caída del Muro de Berlín como un grupo de jóvenes autores amantes de la ciencia ficción que querían unir la tecnología y las libertades individuales. Fueron sido pioneros en muchos terrenos de la red: desde el primer moblog a la introducción del software libre en la agenda política o la lucha por los derechos civiles en el ciberespacio.
Un ejemplo d
e relato para móvil es el siguiente, escrito por Suso de Toro:
“Yo apenas me percaté de lo que ocurrió, estalló el motor, creo, hubo una sacudida y luego caímos en barrena desde ocho mil metros de altura. Creo que no sobrevivimos nadie.”



Estos textos (reamente cuesta llamarlos novelas) recuerdan en cierto modo a las radio novelas de los años 50. Son publicadas en una serie diaria o semanal, con unas 2.000 letras en cada entrega, y con un sistema automático para retomar la lectura en el lugar dejado en último lugar, que evita las engorrosas búsquedas. Las personas que más utilizan los teléfonos móviles son las mujeres, las adolescentes y de 30 años de edad, según el portavoz de una editorial dedicada a los contenidos para móviles.

Las “móvil-novelas" deben ser fácilez de leer. Así, las novelas históricas que reflejan muchos nombres propios y una historia complicada, no son adecuadas para leer en los móviles. Sin embargo, las novelas policíacas han demostrado tener bastante éxito, y también las románticas, con un gran número de las lectoras.

Según una encuesta de la editorial Shincho, la gente lee la "literatura móvil" en el metro y antes de dormir en la cama, gracias a la luz propia de la micropantalla del teléfono móvil, lo que permite leer en la oscuridad sin molestar al vecino, o incluso mientras se lleva al bebé en brazos. Estos lectores adoran las novelas en el móvil por una variedad de razones, todas ellas relacionadas con la “comodidad”: no tienen que ir a la librería, no han de llevar un peso bajo el brazo, pueden leer en la oscuridad...
A pesar de que ciertos escritores rechazan las novelas para móviles por su simplicidad, argumentando que prescinden del verdadero sabor de la literatura, basado en la riqueza de la variedad de expresiones, las novelas de móviles son un desafío para las editoriales con el que esperan recobrar a los lectores.

El objetivo ahora es incorporar ilustraciones, sonidos y vídeos a estos textos. Pero, en tal caso, ¿seguirán siendo novelas?
Como anécdota, algunas páginas web ofrecen novelas cuyos derechos de autor han expirado. ¿Se imagina leer El Quijote en su Nokia? Quizá nuestros hijos lo hagan dentro de unos años.

Cita semanal

La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás.

Winston Churchill

Entrevista a Ismael Grasa

(Entrevista realizada mano a mano con Guillermo Pemán)

BUENA PARTE DEL DEBATE LITERARIO NACE DE LOS BLOGS

INICIOS

Empecemos por el principio, ¿qué le llevó a escribir?
Pasan los años y uno no tiene una respuesta para eso. Supongo que leer, y el deseo de hacer algo parecido. Es verdad que uno empieza a escribir porque conoce a escritores. Empezar a escribir no es fácil, y yo compartí pisos con amigos escritores que me animaron a escribir.
La literatura tiene algo de contagioso. Lleva fama de ser solitaria, y es necesaria cierta dosis de soledad, pero la realidad es que tiene bastante que ver con el hecho de relacionarse con otras personas que leen y escriben.
Como muchos, yo empecé con concursos. Después mandé una novela a una editorial, salió publicada y ya no volví a presentarme a ningún concurso.
Y de pronto uno es escritor. Duermes y a la mañana siguiente eres escritor, hagas lo que hagas.
¿Qué personas le influyeron en esos comienzos?
No son personas especialmente importantes. Algunas trabajan como guionistas, pero no son muy conocidas.
Su primera novela salió en Anagrama...
Sí. Muchas veces, cuando imparto talleres literarios, los aspirantes a escritor piensan que existe un secreto para publicar, o que debes conocer a alguien. En mi caso, lo único que hice fue enviar la novela a la editorial en la que quería publicar.
Quizá también era un momento, hablo de comienzos de los noventa, en que el mercado español estaba abierto a jóvenes novelistas. Pero en todo caso, en este momento hay una red suficiente de editoriales para que un buen manuscrito, si realmente es bueno, encuentre cauce. Un texto interesante siempre encuentra su lugar en el mercado.
¿Son recomendables los talleres literarios en la forja de un escritor?
Al principio era un poco reacio a los talleres. Pensaba que la escritura no puede aprenderse en un aula. Sin embargo, conforme pasa el tiempo cada vez me parecen más útiles.
El hecho de escribir algo y leerlo en voz alta delante de los demás da conciencia de lo que realmente es el texto literario. Se quiera o no, una vez escrito pasa al dominio público y deja de pertenecerle al autor.
Cuando otros leen tu trabajo en voz alta, surgen momentos muy iluminadores para la gente que escribe.

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DÍAS EN CHINA

Usted estudió Filosofía y Letras. ¿Existe algún movimiento o autor filosófico que le atraiga especialmente?
Me gusta leer ensayos, si bien es verdad que no me atrae la filosofía en un plano académico. Durante una época sentí cierto rechazo hacia el texto filosófico. Me parecía que estaba lleno de una jerga oscura: oscura no porque el texto dijese cosas profundas, sino porque el texto era sencillamente oscuro. En ese sentido, un filósofo era un escritor malo. Todas las cosas se pueden decir con un lenguaje asequible. No hay ideas tan profundas que uno necesite leerlas tres veces para entenderlas: eso significa que están mal expresadas.
A mí me interesa el pensamiento cercano al periodismo, al lector. Una democracia se caracteriza por el debate público y en ese sentido están los artículos de fondo de los periódicos, los libros de ensayo; pero no como una disciplina pactada de la realidad, sino como un modo de debatir ideas.
En su novela Días en China menciona a Ortega y Gasset, al que califica de "divulgador"...
Hoy me siento más próximo a Josep Pla o Julio Camba, por hablar de contemporáneos. Pero hay que reconocer que Ortega es el único pensador que estaba en el debate intelectual europeo. Desde Gracián no hemos tenido un autor que se estudie en las universidades alemanas. Pero no es autor que me guste especialmente.
¿Cómo acabó dando español en China?
Igual que comencé a escribir. Compartí piso con extranjeros a los que enseñaba español. Una de esas personas era un chino que vivía de las clases de taichi. Yo había acabado la carrera, trabajaba de camarero... Iba un poco a la deriva, como muchos escritores en sus inicios. Y esta persona me ofreció dar clases en China. Así de azaroso y casi absurdo.
¿Cuánto hay de verdad en Días en China?
Es una novela. Una novela a partir de experiencias vividas. Podría haber hecho un diario, unas crónicas de mi viaje. Pero lo tengo claro: es ficción. Creo que no hay confusión.
Me sirve muy bien para expresar las cosas más despiadadas; mejor que el relato directo, porque en él interviene la prudencia y hay cosas que no se dicen.
Usted intervino en la película Obra maestra, ¿ha pensado escribir un guión cinematográfico?
Hice un master en la Universidad Autónoma de guión cinematográfico cuando no existía la escuela de cine. Pero no me sentí cómodo. Sentía envidia del escritor que no tiene que rendir cuentas a nadie.


BLOGS

Acaba de introducirse en el mundo de los blogs, ¿cómo le está yendo?

Dedico parte del día a leer blogs. Buena parte del debate literario, de las fuentes de ideas de discusión nacen de los blogs. Cada día me interesan más.
En principio como lector, pues no pensaba crear un blog. Ahora me han abierto una página de promoción del libro de relatos. Y lo hago un poco como agradecimiento. Nunca había guardado nada de lo que publicado sobre mí, quizá por falsa modestia, hasta que me dieron esta página donde sí que aprovecho a colgar mis artículos y reseñas.
También tiene una página personal...
Sí. No se puede llamar blog, porque un blog es algo más vivo. En ella cuelgo los artículos que escribo en la edición oscense del Heraldo.
Esta página la abrí para mis amigos. Suelo mandarles mis textos por correo electrónico, pero siempre te olvidas de alguno; y así todos pueden leerlos. En principio era un blog "secreto", pero algunos amigos lo han enlazado y eso te crea presión; porque ahora te lee más gente y debes esforzarte más.
Pero yo no lo llamaría blog. No tengo intención de ampliar sus contenidos, Además, los blogs pueden ser algo vampíricos. Empiezas a meter cosas y a estar más pendiente de los comentarios...
¿Lee usted blogs?
La idea de los blogs me parece el colmo de la democracia y la sociedad civil. Leo muchos blogs y tengo varias "rutas": una me lleva media hora, otra dos... Paso más tiempo leyendo blogs que revistas, por ejemplo.
Suelo usar de puerta el de Mariano Gistaín; desde allí leo periódicos digitales, el blog de Arcadi Espada, etc. Luego voy al de Antón Castro, que tiene muchos enlaces y ya miro los blogs de amigos.



TRESCIENTOS DÍAS DE SOL

Las críticas de su libro Trescientos días de sol han sido muy buenas, ¿qué tal van las ventas?
Es pronto para saberlo. Pero por la repercusión que ha tenido, creo no va mal.
Escribió parte del libro en la Ledig House International Writers Residency...
Es una fundación de Nueva York que ofrece becas en una residencia para escritores. Estuve allí cuatro semanas, y resultó una buena experiencia. De hecho, el primer libro del relato está situado en esa zona, cerca del río Hudson.
El resto de los relatos fueron escritos en diferentes momentos, alguno salió publicado en revistas...Todos tiene un punto en común, al principio no previsto: la posibilidad del delito. Sus personajes están dentro de la ley pero podrían no estarlo. Es decir, ¿estamos en la línea del bien por inercia o cuál es la razón? Luego me he dado cuenta de que en el libro hay más bodas que delitos, así que igual pertenece al género rosa...
De hecho, usted dijo en una presentación que puede tener varias lecturas: gótica, rosa y social. ¿Cuál es la que más se acerca a su idea original?
Mariano Gistain decía que de lo que trata en realidad es de la eventualidad de los contratos laborales y de la vida contemporánea, aspecto que yo no había pensado. En realidad, ese carácter de denuncia social del libro es, quizá, lo que más sobresale. Es innegable que la obra habla de una sociedad en que vivimos en la que todo es provisional, no hay nada para toda la vida.
Esto puede crear cierta angustia y la sensación de ir a la deriva, como los personajes que deambulan por mis relatos: seres que no pierden nunca la esperanza y que están a la espera de que algo suceda, aun a sabiendas de que no va a suceder. Esperan un momento de iluminación que no llega nunca. Pese a los infortunios, en ningún momento se comportan como resentidos.
Se escuchan muchos ecos de John Cheever, Raymond Carver y del realismo sucio...
Sí, y también de Saul Bellow. Mis referentes son esos. No me gusta mucho la expresión "realismo sucio", pero sí que mis relatos parten de lo cotidiano, que es el ámbito donde más cómodo me siento.
Siempre he tendido más a la observación que a la fantasía. Las cosas que escribo están fijadas a lugares muy identificables. En De Madrid al cielo se pueden seguir en un callejero todas las acciones que transcurren. Siempre pienso en escenarios muy concretos, pues es donde más me defiendo y me inspiro.
¿De dónde sacó la anécdota del afilador de cuchillos que atraca a sus víctimas con las armas que éstos le ofrecen?
Es un hecho real. Me visitó un chaval que afilaba cuchillos. Yo no sé si por el adormecimiento (el timbre me había despertado de la siesta), o porque realmente tenía un cuchillo que afilar, se lo di, y me pasó lo que describo en el libro. Cuando me lo devolvió, me pidió una cantidad desorbitada de dinero a cambio. Era un atraco en toda regla. Pero si yo le hubiese querido denunciar, él podría haber alegado que me estaba devolviendo el cuchillo. Al final pude llegar a un acuerdo amistoso por menos dinero.
¿Tiene alergia a cualquier tipo de estilismo recargado?
Me interesa ser cada vez más llano. Cuando uno empieza a escribir suele tener al lado un diccionario para buscar alguna palabra de lucimiento. Eso, en realidad, es inseguridad. Para mí, cuanto más limpia sea la página, mejor. Me interesa contar la vida, los sentimientos, y si soy capaz de hacerlo con un lenguaje llano, pues mejor que con un lenguaje complejo. Recargar mucho la prosa puede impedir ir a lo esencial.
Samuel Beckett se pasó al francés para limpiarse del barroquismo de James Joyce y decía: "Escribo en francés porque es una lengua que no domino del todo y así me empobrezco". No hay prosa deluxe, sino prosa de verdad o de mentira.
Ha probado suerte en distintos géneros literarios: novela, libros de viajes, poesía y relatos, ¿en cuál de ellos se siente más cómodo?
El género de relatos cortos me atrae especialmente. No tengo la sensación de que añadiendo cien páginas a alguno de estos relatos vaya a darle más calidad. A veces, cuando leo a Natalia Ginzburg y Chéjov, pienso que no se puede hacer mejor, y eso me motiva.
¿Sigue un método de escritura?
Para escribir, lo único que tengo que hacer es dejar de hacer otras cosas. Si es algo para un periódico o algún libro por encargo, el mejor método es que te paguen y te pongan un plazo; si es una obra que la haces porque realmente te apetece y nadie te presiona, pues tanto mejor. El tiempo para escribir es algo que uno roba de otras actividades. Hay mucha gente que tiene un libro en la cabeza y se muere sin haberlo escrito nunca. También es verdad que, a veces, uno se sienta a escribir y eso no le lleva a ninguna parte, me pasa con muchos libros, empiezo cosas y luego no las termino.
¿Qué opina de la actualidad literaria española?
En este momento es imposible estar al día de todo, tenemos muchas corrientes y mucha variedad- Quizá hubo un tiempo en España en el que uno podía estar al día, aunque creo que es más positiva esta dispersión. La verdad es que solamente con leer a los amigos se me pasa la vida.
Así que se mueve mejor en el círculo de escritores aragoneses: Félix Romeo, Daniel Gascón, Miguel Mena...
Son personas con las que tengo amistad. El panorama aragonés está en un buen momento, sobre todo la poesía. El poeta David Mayor me contaba hace poco que, en los autores jóvenes, existía más tensión entre los poetas que en los narradores.
En el futuro habrá historias nuevas porque contaremos con una sociedad más cosmopolita. Los institutos, en la actualidad, tienen alumnos procedentes de distintos países y la futura generación de escritores se nutrirá, indudablemente, de ellos.
¿Se puede vivir de la literatura?
Ese es otro tema. Para que uno saque provecho tienen que darse varios factores: buena promoción, una editorial competente, que uno sea bueno... Normalmente los escritores suelen vivir de cosas de la periferia de la literatura, como artículos, suplementos literarios, etc.
Ha pasado de una editorial de las grandes, Anagrama, a otra que se mueve en ámbitos más regionales, como es Xordica. ¿A que se debió el cambio?
Las editoriales grandes normalmente quieren novelas, de ahí que Trescientos días de sol haya salido en Xordica. Es una editorial competente, sus libros están bien editados y en el catálogo hay personas con las que tengo gran amistad, al igual que con su director.
El libro tendrá la vida que tenga que tener, no creo que sacarla en una editorial con mayor distribución mejore un libro. Sigo teniendo muy buena relación con Anagrama.
¿Próximos proyectos?
Siempre hay algo. Aunque la verdad, no tengo nada comprometido ni acabado por el momento. Me gusta que cada libro que hago sea algo que yo no haya leído antes, distinto a los anteriores, y creo que las cosas en las que estoy embarcado ahora son bastante diferentes.