Las promociones de los periódicos son una lacra, un mal invento para vender más ejemplares. A menudo la última página se llena de cupones que hay que recortar para conseguir una taza, un libro, un disco, un tenedor.... todo eso “gratis”. Aunque me interese lo que “regalan” (pocas veces), nunca consigo coeccionar todos los cupones. La última promoción del diario ABC, sin embargo, sí la hemos seguido en casa al pie de la letra. y gracias al edredón que, de nuevo, “regalaban” he descubierto un suplemento literario muy interesante.
El ABCD de las Artes y las Letras es un suplemento al estilo Babelia o El Cultural que, como el primero, aparece los sábados. Se distingue de los anteriores en lo fundamental: los asuntos a tratar y el modo de tratarlos. De igual forma que las portadas de ls diarios y las las páginas dedicadas a políitca nacional son, en algunos casos, radicalmente diferentes –incluso opuestas–, también en su apuesta por la cultura se distancian.
En el terreno político, como se podrá imaginar, no comulgo mucho con las ideas expresadas en ABC, y mucho menos en El Mundo; pero en el terreno literario se agradece conocer nuevos temas y escuchar diferentes críticas.
Este sábado aparecía en ABCD una crítica de Las benévolas, escrita por Jonathan Littell y ganadora del penúltimo premio Goncourt. El novelón, 900 páginas, cuenta el exterminio judío a través de la voz de Maximilien Aue, “un oficial de las SS sadomasoquista, homosexual, incestuoso y doctor en Derecho, cuya personalidad se traza una y otra vez, entre vómitos y diarreas, a brochazos de chapapote literario.” La reseña difiere radicalmente de todas las aparecidas en el resto de medios de comunicación.
Aquí unos extractos de algunas de ellas:
“El texto posee una belleza literaria de nuevo cuño, pues emana de una fuerza, originada en la biografía del autor de antepasados judíos polacos, que fructificó en el relato de las minuciosas investigaciones sobre los crímenes nazis. Littell mira en el ángulo oscuro de la realidad no para despertar nuestra sensibilidad individual, sino la conciencia humana del nosotros.” Las benévolas, Germán Gullón, El Cultural.
“¿Y la culpa? ¿Y el horror? En esta novela, la culpa y el horror se expelen. La repugnancia de Max por algunas servidumbres de su trabajo le lleva a padecer diarrea permanente, y esa dolencia se repite durante su idilio berlinés, aunque la complacencia en lo fecal también preside la caracterización de su mentor inválido, el pestilente Mandelbrod. Sangre y mierda: en pocas novelas se hacen tan físicamente evidentes estas dos respuestas y signos de la vida humana. Y porque está muy familiarizado con ambas, Aue puede reducir su testimonio a un estremecedor, meticuloso e imparcial relato, tocado de finos detalles de paisaje. Y puede justificarse, él y todos, gracias al venenoso concepto de Weltaschuung, visión personal del mundo.” Epopeya del horror nazi, José Carlos-Mainer, Babelia.
“Sobre Las benévolas, del norteamericano Jonathan Littell, flota un miasma espeso y turbio, al margen de la sospecha de que cualquier juicio crítico sobre la obra queda ensombrecido por una poderosa campaña mediática a la americana que convirtió un libro de mil apretadas páginas y tipografía endemoniada, que por largos pasajes lo acerca a la ilegibilidad, en un «caso» y en un fenómeno social que el tiempo ha ido apagando, pero provocando sucedáneos. (...) En resumen: un bodrio solemne, pretencioso, indescriptible, que permite conocer el alcance del servilismo de la sociedad literaria a las operaciones publicitarias de gran envergadura.” Chapapote literario, Miguel Sánchez-Ostiz, ABCD.
A falta de leer la novela –lo haré en cuanto acabe Vida y destino–, es de agradecer una reseña negativa frente al alud de alabanzas encontrados no sólo en las críticas “serias”, sino en notas de prensa y dieversos blogs. Es posible que todo sea una campaña publicitaria muy bien orquestada; que el libro no sea para tanto y se parezca más a un simple bestseller que a una novela que merezca la pena leer; quizá la postura del autor frente a los medios no sea hija de Pynchon o Salinger, sino de un buen publicista.
Hay un detalle que, en cualquier caso, me pone en aviso. Littell ha tardado un año exacto en ser traducido al español y publicado a todo bombo; anteriores remios Goncourt –en principio más interesantes desde el punto de vista estrictamente literario– no han sido traducidos, caso de François Weyergans y su Trois jours chez ma mère, o si lo han hecho ha sido casi en susurros, sin publicidad alguna y en una editorial muy minoritaria, caso de Las sombras errantes, de Pascal Quignard.
En fin, si algo bueno ha salido del edredón de ABC es que he podido conocer su suplemento literario; sólo por eso ha valido la pena.
“El texto posee una belleza literaria de nuevo cuño, pues emana de una fuerza, originada en la biografía del autor de antepasados judíos polacos, que fructificó en el relato de las minuciosas investigaciones sobre los crímenes nazis. Littell mira en el ángulo oscuro de la realidad no para despertar nuestra sensibilidad individual, sino la conciencia humana del nosotros.” Las benévolas, Germán Gullón, El Cultural.
“¿Y la culpa? ¿Y el horror? En esta novela, la culpa y el horror se expelen. La repugnancia de Max por algunas servidumbres de su trabajo le lleva a padecer diarrea permanente, y esa dolencia se repite durante su idilio berlinés, aunque la complacencia en lo fecal también preside la caracterización de su mentor inválido, el pestilente Mandelbrod. Sangre y mierda: en pocas novelas se hacen tan físicamente evidentes estas dos respuestas y signos de la vida humana. Y porque está muy familiarizado con ambas, Aue puede reducir su testimonio a un estremecedor, meticuloso e imparcial relato, tocado de finos detalles de paisaje. Y puede justificarse, él y todos, gracias al venenoso concepto de Weltaschuung, visión personal del mundo.” Epopeya del horror nazi, José Carlos-Mainer, Babelia.
“Sobre Las benévolas, del norteamericano Jonathan Littell, flota un miasma espeso y turbio, al margen de la sospecha de que cualquier juicio crítico sobre la obra queda ensombrecido por una poderosa campaña mediática a la americana que convirtió un libro de mil apretadas páginas y tipografía endemoniada, que por largos pasajes lo acerca a la ilegibilidad, en un «caso» y en un fenómeno social que el tiempo ha ido apagando, pero provocando sucedáneos. (...) En resumen: un bodrio solemne, pretencioso, indescriptible, que permite conocer el alcance del servilismo de la sociedad literaria a las operaciones publicitarias de gran envergadura.” Chapapote literario, Miguel Sánchez-Ostiz, ABCD.
A falta de leer la novela –lo haré en cuanto acabe Vida y destino–, es de agradecer una reseña negativa frente al alud de alabanzas encontrados no sólo en las críticas “serias”, sino en notas de prensa y dieversos blogs. Es posible que todo sea una campaña publicitaria muy bien orquestada; que el libro no sea para tanto y se parezca más a un simple bestseller que a una novela que merezca la pena leer; quizá la postura del autor frente a los medios no sea hija de Pynchon o Salinger, sino de un buen publicista.
Hay un detalle que, en cualquier caso, me pone en aviso. Littell ha tardado un año exacto en ser traducido al español y publicado a todo bombo; anteriores remios Goncourt –en principio más interesantes desde el punto de vista estrictamente literario– no han sido traducidos, caso de François Weyergans y su Trois jours chez ma mère, o si lo han hecho ha sido casi en susurros, sin publicidad alguna y en una editorial muy minoritaria, caso de Las sombras errantes, de Pascal Quignard.
En fin, si algo bueno ha salido del edredón de ABC es que he podido conocer su suplemento literario; sólo por eso ha valido la pena.
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