2008 ha sido un año escaso en lo que a libros se refiere. El 2 de enero comencé a trabajar en un medio de comunicación -mi primer trabajo- y eso se ha notado. He tardado 10 meses en acostumbrarme al nuevo ritmo de vida y, por tanto, 10 meses en volver al ritmo de lecturas de 2007. La información, casi vence a la literatura. Casi.
No importa la cantidad, sino la calidad. Y aquí 2008 tampoco ha sido mi mejor año. No ha habido grandes descubrimientos, no he tenido adicción por ningún autor. He pajareado de uno a otro con demasiada facilidad y poca conciencia. Aun así, he tenido mis buenos momentos.
La medalla de oro va para la italiana Melania Mazzucco, de quien no esperaba nada. Su novela Un día perfecto ocupó mis noches durante una semana (y acortó sensiblemente mis horas de sueño). Últimamente no llego a creerme a los personajes, ni siquiera recuerdo su nombre. No fue así con este libro, sus rostros aún me persiguen.
La de plata, para Isaac Rosa. Qué grande es. Su País del miedo aterra. Es admirable. Isaac es el escritor más valiente por estos lares (y otros). Necesitamos tipos así.
En tercer lugar queda Junot Díaz. Me gustaría darle las gracias por hacerme reír tanto. Oscar Wao pasará al canon de personajes literarios. Yo ya conozco un par de Waos de carne y hueso.
Ha habido más. He reconocido, ya me tocaba, la valía de Sergi Pàmies, de Dino Buzzatti, de Lampedusa y de Tolstoi. También he guardado tiempo para los “raros” como Yasutaka Tsutsui o JG Ballard. O Julián Ríos. Pero por encima está un escritor de Zaragoza -o Z, o Zeta- llamado Manuel Vilas que me dio una grata sorpresa con un texto extraño, provocador, inteligente y divertido llamado España.
Y poco más, este esquelético 2008 literario se acaba por fin. Ahora he de pensar en el futuro. ¿Qué libro leeré la madrugada del 1 de enero?
No importa la cantidad, sino la calidad. Y aquí 2008 tampoco ha sido mi mejor año. No ha habido grandes descubrimientos, no he tenido adicción por ningún autor. He pajareado de uno a otro con demasiada facilidad y poca conciencia. Aun así, he tenido mis buenos momentos.
La medalla de oro va para la italiana Melania Mazzucco, de quien no esperaba nada. Su novela Un día perfecto ocupó mis noches durante una semana (y acortó sensiblemente mis horas de sueño). Últimamente no llego a creerme a los personajes, ni siquiera recuerdo su nombre. No fue así con este libro, sus rostros aún me persiguen.
La de plata, para Isaac Rosa. Qué grande es. Su País del miedo aterra. Es admirable. Isaac es el escritor más valiente por estos lares (y otros). Necesitamos tipos así.
En tercer lugar queda Junot Díaz. Me gustaría darle las gracias por hacerme reír tanto. Oscar Wao pasará al canon de personajes literarios. Yo ya conozco un par de Waos de carne y hueso.
Ha habido más. He reconocido, ya me tocaba, la valía de Sergi Pàmies, de Dino Buzzatti, de Lampedusa y de Tolstoi. También he guardado tiempo para los “raros” como Yasutaka Tsutsui o JG Ballard. O Julián Ríos. Pero por encima está un escritor de Zaragoza -o Z, o Zeta- llamado Manuel Vilas que me dio una grata sorpresa con un texto extraño, provocador, inteligente y divertido llamado España.
Y poco más, este esquelético 2008 literario se acaba por fin. Ahora he de pensar en el futuro. ¿Qué libro leeré la madrugada del 1 de enero?
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