07 diciembre 2008

Miradas

Hace años, en el otoño de 2001, conocí a varias personas en Inglaterra. Eran españoles y de derechas. Por aquel entonces comenzaba a asomar la cara el verdadero George Bush y tuve unas cuantas discusiones políticas. Más de una vez -y más de diez- me tildaron de “extremista” (de izquierdas, por supuesto).

Mi pecado era dudar de la conveniencia de invadir Afganistán, mis simpatías por Amnistía Internacional, mi antipatía hacia la Iglesia Católica y y mi clara disposición a ampliar todos los derechos sociales posibles.

En en último año he conocido a varias personas que se declaran nacionalistas, es decir, consideran que Cataluña o Aragón son naciones y deben comportarse y ser tratadas como tales. Para ellos, soy nacionalista (español, claro). Les comenté mi gusto por UPyD, el nuevo partido de Rosa Díez y, creo que en sus adentros me llamaron conservador.

Ayer discutía con unos amigos qué aspectos de la Constitución cambiaríamos. Propuse eliminar las autonomías, suprimir cualquier beneficio a cualquier confesión religiosa, eliminar la pena de muerte, tachar el párrafo que erige al ejército en garante de la unidad nacional, permitir el estudio de todas las lenguas del España en cualquier punto del país, cambar la monarquía por república...

Después hablamos de la invasión de Irak y los vuelos hacia Guantánamo y propuse juzgar al cuarteto de las Azores (no hay que olvidar a Durao Barroso, anfitrión fantasma), así como a los altos cargos de as administraciones Aznar y Zapatero, para esclarecer si conocían que Estados Unidos sobrevolaba o aterrizaba en España con personas secuestradas a bordo. Me tacharon de anarquista.

No entiendo nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que la mayor parte del mundo desearía es que todos llevásemos colgada una etiqueta con una única palabra (cortita a poder ser) de manera que al leerla ya se supieran nuestras posiciones políticas, nuestros gustos artísticos, nuestra manera de vestir, etc... que además deben encajar unas con las otras.

Mucha gente ya le ha encontrado el gusto, elige su etiqueta y lleva la vida que debería llevar según dicha etiqueta. En realidad la vida así es fácil, no hay que pensar, no hay que elegir...

Lo malo viene cuando alguien no se ajusta a una única etiqueta. Si criticas la constitución pero no eres nacionalista periférico, cuando criticas a Aznar y también a Zapatero... lo que sea.

Tú no entiendes nada, yo tampoco... pero; poniendonos socráticos, al menos entendemos que no entendemos nada... Los demás piensan que el que no entiende eres tú.