24 abril 2009

Pakistán talibán

En un mercado de Buner hay un cartel que dice, "Las mujeres no pueden entrar".

Esta advertencia es la prueba tangible del avance talibán en Pakistán. En febrero, el gobierno accedió a dejarles aplicar la ley islámica en una provincia del norte, en un intento por acabar con los atentados. Pero los talibanes no se contentaron y hoy están a 100 kilómetros de la capital.

Ante la amenaza de utilizar el ejército, las milicias talibanes han iniciado un tímido retroceso. Pero sus intenciones siguen igual de firmes. Antes de subir a un camión, un talibán habla a las cámaras de Reuters. "La ley islámica debe regir en todo el mundo, no sólo en Pakistán", dice. Lleva la cara tapada con un turbante negro y de su hombro cuelga un fusil.



La situación ha puestos nerviosos a Europa y Estados Unidos. Esta semana, la Secretaria de Estado Hillary Clinton se dirigía al Congreso. "Pakistán se ha convertido en una amenaza mundial al rendirse al avance de los talibanes y otros extremistas". Según Washington, el gobierno paquistaní no hace lo suficiente para luchar contra ellos.

Ayer, un diplomático estadounidense hablaba así a un oficial paquistaní: "Lucháis contra los talibanes igual que os laváis los dientes. Decís que son vuestros enemigos, pero en realidad no los consideráis así. No queréis derrotarlos. Los veis como un problema, no como una amenaza."

El descontento es tal que Estados Unidos se está inclinando a favor del ex primer ministro, Nawaz Sharif, en oposicion al actual mandatario, Yousuf Raza Gillani.

El país tiene la bomba atómica y la posibilidad de que ésta caiga en manos de los talibanes, aterra a Occidente.

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