23 diciembre 2007

Los peligros de la lectura

Tras el usual demoledor informe PISA, la ministra de Educación dijo que no leer era peor que fumar. Coincido con Rafael Reig en su comentario: depende de lo que leas y depende de lo que fumes. En cualquier caso, elogiar la lectura nunca ha sido un eficaz incentivo para aquellos jóvenes no lectores.

Antes de entrar en metodologías varias, hay que matizar aquello de que la mayoría de los jóvenes no lee nunca. ¿Acaso antes la cosa era distinta? ¿Tanto ha transformado Internet la vida de la juventud?

Me temo que nada cambia. Es muy posible que el porcentaje de lectores no haya variado en 200 años. Así que hoy, por pura demografía, hay más lectores que antes. Si hacemos memoria y recordamos nuestros años de colegio, podemos contar –seguramente con los dedos de la mano– el número de personas que leían algo más que cómics o revistas eróticas. Y, mal que les pese a algunos, muchas de esas personas no han acabado sumidas en la vorágine de la droga o los trabajos temporales; antes bien, conozco a unos cuantos que han acabado con trabajo fijo y ganando más dinero del que voy a ver yo en mi trabajo como redactor (por muchos periódicos que lea).

Leer debe de ser muy sano. Pero yo no leo por eso. Sería estúpido, una actividad ingrata autoimpuesta en aras de de una hipotética salud mental. ¡Vamos! Ya tengo basante con comer verdura 3 veces por semana.

Nadie en su sano juicio lee porque es bueno (y si lo hace demuestra que no está en su sano juicio). Lee porque es divertido. Punto. Que además viene bien para... no sé muy bien para qué, la verdad, leer a Coetzee o a Marías debe de ser una de las actividades más inútiles del mundo (y las más gratificantes); que viene bien para algo, perfecto. Es como el niño raro que al gusta la verdura y el pescado: genial, disfruta y come de forma saludable.

Pero si se impone la lectura como a mí me imponían la verdura... mal camino. No hay nada peor que decirle a un chaval, “Lee un capítulo y podrás ver la tele”. Asociación automática: leer es el palo y la tele la zanahoria. Cuando él sea capaz de coger la zanahoria por sí mismo, ¿alguien cree que se autoflagelará antes de darse el premio?

Copio un un divertido decálogo que he encontrado aquí y que puede animar a algún joven a abrir un libro. La clave, hacer intersante la lectura; y no hay nada más interesante que lo prohibido. (Quizá a la siguiente generación deberían darles cigarrillos en su primera comunión; es posible que así no los robasen a sus padres años después para fumarlos a escondidas y se ahorrasen muchos cánceres de pulmón.)


lector


1.- Quienes leen mucho acaban ciegos. Primero son esas gafitas de intelectual, luego las de culo de vaso y acabas como Galdós o Borges, contratando a una tierna manceba que te lea a los pies de la cama.

2.- Quienes leen mucho acaban trastornados. Como don Quijote, o Cela. Una alumna mía me decía que hay por ahí un tonto ambulante que se quedó así de tanto estudiar. Al parecer se tomaba todo tipo de psicotrópicos para mantenerse despierto mientras leía y leía.

3.- Leer agota tu economía. Los libros son caros y no se pueden bajar con el emule. Los que están en internet son clásicos y por tanto largos, así que si los lees en la pantalla todavía te quedas más ciego (ver punto 1).

4.- Leer complica la vida doméstica. Acumular libros se convierte en una obsesión que requiere espacio, metros de estanterías desordenadas, dolorosas cajas en el trastero, mesitas de noche polvorientas... Con la amenaza de cónyuges o hijos: "Elige, los libros o nosotros". Y esa pregunta estúpida de las visitas no lectoras: "¿Te los has leído todos?"

5.- Leer complica la vida amorosa. "¿Todavías estás leyendo? Pues me duermo..."

6.- La lectura suele ser fuente de toda infelicidad. Quien no lee no tiene más punto de vista que el que le ofrece su cadena de televisión habitual, su peluquero, su estanquera o su compañero de cañas. No necesita contrastar visiones distintas de un hecho, ni ponerse en lugar del otro. Asume que la realidad es plana. Y es feliz.

7.- Los libros generan frustración. La lectura te muestra vidas que nunca llegarás a vivir y lugares que nunca conocerás. Te permite imaginar a los personajes y lugares de las historias del modo que tú quieres. Luego vienen los de Hollywood y te plantan al guapo de turno en unos paisajes de Nueva Zelanda que te cagas, y ya está, tu gozo imaginado en un pozo, porque cómo explicas a los espectadores de la sala que lo que tú habías imaginado era mejor.

8.- La lectura es algo lento y repetitivo. A ver, ¿qué ha cambiado en la lectura en los últimos dos o tres milenios? ¿Leemos más rápido? ¿Se lee a través, renglón sí, renglón no? Nada. Siempre igual, una línea detrás de otra. Y encima hay que esperar más de una hora (una semana, un mes) para que nos cuenten el encuentro amoroso de una pareja, el remordimiento por un crimen, la frustración por una vida anodina, la conquista de una libertad.

9.- Leer no sirve para obtener admiración. Por si alguien no se ha enterado, ser buen lector no cotiza en la bolsa de la vida social. Que alguien cite a buenos lectores que salgan en la tele: ... (silencio prolongado). Antes, con lo de mayo del 68 y todo eso, aún se ligaba citando a Camus, a Brecht, a Quevedo. Pero ahora, como no cites a Jaime Peñafiel...

10.- La lectura no está al alcance de todos. Digan lo que digan, el placer de leer está reservado a unos pocos. Son esos pocos los que gozan casi pecaminosamente cuando descifran un clásico, cuando sienten las pasiones que se imaginaron hace siglos para que les lleguen a ellos casi en exclusiva, cuando se quedan varios días en estado de shock después de leer buenas novelas, cuando se estremecen leyendo un poema, cuando lloran o ríen entre líneas, cuando recomiendan furtivos lecturas que no se venden en Carrefour, cuando no pueden salir de casa sin un libro en el bolsillo, cuando miden sus vidas por los libros que leyeron en cada época... Son una élite, peligrosa y exquisita, que procura captar miembros para su secta, pero que también sabe que muy pocos serán los elegidos.


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