25 mayo 2009

Pakistán, las raíces

Pakistán está día sí día también en las noticias a cuenta de la guerra entre el ejercito y los talibanes. Hace un mes, éstos se encontraban a 100 kilómetros de la capital y Washington mandó un mensaje a Islamabad para que tomara cartas en el asunto. Lo hizo.

El gobierno ha enviado a su ejército a la montañas para forzar una retirada de os talibanes. Han pasado 9 años desde la invasión de Afganistán y 6 desde la de Irak, pero los altos mandos militares pakistaníes, asesorados por altos mandos estadounidenses, han cometido el mismo error: frente a una guerra de guerrillas, usan la guerra tradicional.

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El resultado: más de un millón de desplazados.



Por la información que llega parece que esta batalla la va a ganar el ejército pakistaní. Pese a su deficiente estrategia, está compuesto de más hombres y tiene mejor infraestructura y armas. Pero no significa que vaya a ganar la guerra.

Ayer lo admitió el propio ministro de Exteriores de Pakistán: “La mejor arma contra el terrorismo no es el Kalashnikov, sino la educación. Hay que cambiar las mentes y los corazones”. Por mucho que acaben con mil talibanes, siempre habrá cien vivos; y, más importante, todavía existirán las condiciones sociales que los han hecho posibles.

¿Cuáles son estas condiciones?

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El 40% de la población vive con menos de un dólar al día; un porcentaje similar carece de agua corriente y servicio de alcantarillado. La justicia está corrupta hasta los tuétanos: es ineficaz, lenta y acaba siempre de parte de los mismos. Frente a esto, la sharía o ley islámica aparece a los ojos de los más desfavorecidos con otra luz: es rápida, barata y resuelve problemas.



La educación, clave para el progreso económico y el impulso hacia la democracia, es muy deficiente. El 40 por ciento de los hombres son analfabetos; el porcentaje de mujeres es mayor: asciende al 70. ¿Quién va a las universidades? Los hijos de los ricos, que se pueden permitir un año de formación en Londres o Estados Unidos.

A los habitantes menos pudientes siempre les quedan las escuelas coránicas, las madrazas. No cumplen la función educadora tal y como la entendemos en Europa, pero al menos los chicos están cuidados. Un sistema que recuerda mucho a lo monasterios medievales.


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En esta situación llegan unos barbudos que ofrecen la vida eterna el paraíso para los mártires (con vírgenes para toda la eternidad), un sistema de justicia eficaz, el fin del “infiel”, culpable de las penurias, un sistema socia ordenado, estable: inteligible.

Es lógico que cuenten con cierto apoyo. Quien quiera acabar con estos emisarios del oscurantismo necesitará algo más que tanques y balas. Necesitará libros, diccionarios alimentos, techos, tuberías, ropa, leyes, jueces... El poder blando frente al poder duro.

Pero es cuesta mucho dinero. Siempre es más barato un AK47.

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