12 marzo 2008

¿Despedida?

Sale el espectro es la traducción española de Exit ghost, la última novela de Philip Roth. Lo cierto es que el título traducido no tiene tanta fuerza como el original. Pero qué se le va a hacer.

Es inevitable ver esta novela como el testamento literario del señor Roth. Su anterior obra se tradujo aquí como Elegía (Roth eligió Everyman como título, mucho menos tendencioso), y alguno creyó ver en ella el final del camino recorrido por el escritor. Pero es ahra cuando puede que llegue a su fin.

Philip Roth creó hace unas cuantas décadas un personaje que le ha acompañado desde entonces: Nathaniel Zuckerman. Como Roth, es judío, nacido en Newark, escritor, vitalista y, desde hace unos pocos años, ermitaño moderadamente satisfecho. Un alter ego, vamos.

El escritor ha esbozado la vida de Zuckerman en una serie de libros, a cada cual mejor. Esto no es una frase hecha. Si bien todos tienen interés, es en los últimos (sobre todo en su trilogía que él mismo denomina La América perdida: Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana) cuando su calidad literaria -y su fama- alcanzan las máximas cotas.


Ahora toca despedirse de Nathan. Ha vivido mucho y bien. Ha escrito lo que quería, ha conocido múltiples mujeres, ha participado en la vida cultural de Estados Unidos, ha tocado la fibra sensble a unos cuantos judíos -consiguiendo así una cierta desacralización de sus costumbres y tradiciones- y, como Thoreau, ha pasado una temporada en los bosques, para "vivir en a meditación, afrontar únicamente los hechos esenciales, no sucediera que estando próximo a morir, descubriese que no había vivido".

roth

Pero esta es una despedida un tanto descafeinada. Quizá la mejor prueba de que Zuckerman está al final de sus día es que la escritura de Roth también decae. Las primeras 80 páginas son buenas, recuerdan al mejor Roth. El lector dice "Aquí está, como siempre". A medida que avanza la lectura, sin embargo, la tentación a abandonar una historia interesante pero a la que le falta garra, es grande. Y la única razón para no cerrar el libro 30 páginas antes del fin es la fidelidad que siente hacia el autor.

Roth está viejo, es un abuelo que cuenta batallas lejanas en su sillón de tela desgastada. Lo escuchamos, casi, por compasión.

Sólo queda rezar para que no escriba más, no sea que sus últimas palabras no igualen a las pasadas, y dejen un regusto amargo en el lector.

1 comentario:

Shangri-la dijo...

Hola. Te invitamos a visitar nuestra publicación sobre literatura y cine. Un saludo.