Acabo de cerrar Telón de boca, la última obra de ficción de Juan Goytisolo. Con esta novela cierro un ciclo iniciado la madrugada del 1 de enero de 2006. Después de cenar con unos amigos, sin ganas de dormir a las 3 de la mañana -una hora temprana para Nochevieja- comencé Telón de boca.
Aquellas 100 página me abrieron un mundo nuevo. La víspera del día de Reyes esperaba a las 10 menos cuarto de la mañana a que abrieran la Librería general para comprar su Trilogía del Mal. Leí Señas de identidad sin saber muy bien lo que leía, sin comprender su significado.
Desde entonces he leído casi todo lo que ha escrito. Novelas, ensayos, memorias. He leído entrevistas suyas, he pensado mucho en él y en Monique Lange, su mujer. Junto con Roberto Bolaño, JG ha sido el escritor del que más cerca me he sentido.
El año pasado hablé a Antón Castro de mi gusto por Goytisolo y me respondió con esta anécdota. "Un hombre se encontró a la salida de ua librería con JG y le dijo, He leído todas sus bras. ¿Sólo leído? -le contestó el escritor- Entonces no ha comprendido nada. Debe releerme".
La historia dice mucho del carácter de JG, pero quien intente ponerla en prática puede descubrir que, como dice Sabina, -juro que colgué su frase ayer sin saber que horas después leería la novela- "En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver".
La primera vez que leí Telón de boca le di un 9; hoy un magnánimo 6. No creo, sin embargo, que el libro sea malo. Yo no soy el mismo.
Desde aquella noche de 2006 han pasado muchos libros, alguno incluso mío. Animal que meroea la locura no existiría de no ser por los hermanos Goytisolo. Ahora debo cerrar una etapa importante. Con tristeza, pero con determinación. Hay que dar un paso adelante.
En mi mesilla, tal y como anuncié, tengo Las afueras. Aún no sé si la leeré. ¿Telón de boca termina con los dos hermanos? ¿O necesitaré leer Las afueras -la novela con la que me inicié en Luis Goytisolo- para despedirme de él?
En cualquier caso, parece que la sequía ha terminado.
Aquellas 100 página me abrieron un mundo nuevo. La víspera del día de Reyes esperaba a las 10 menos cuarto de la mañana a que abrieran la Librería general para comprar su Trilogía del Mal. Leí Señas de identidad sin saber muy bien lo que leía, sin comprender su significado.
Desde entonces he leído casi todo lo que ha escrito. Novelas, ensayos, memorias. He leído entrevistas suyas, he pensado mucho en él y en Monique Lange, su mujer. Junto con Roberto Bolaño, JG ha sido el escritor del que más cerca me he sentido.
El año pasado hablé a Antón Castro de mi gusto por Goytisolo y me respondió con esta anécdota. "Un hombre se encontró a la salida de ua librería con JG y le dijo, He leído todas sus bras. ¿Sólo leído? -le contestó el escritor- Entonces no ha comprendido nada. Debe releerme".
La historia dice mucho del carácter de JG, pero quien intente ponerla en prática puede descubrir que, como dice Sabina, -juro que colgué su frase ayer sin saber que horas después leería la novela- "En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver".
La primera vez que leí Telón de boca le di un 9; hoy un magnánimo 6. No creo, sin embargo, que el libro sea malo. Yo no soy el mismo.
Desde aquella noche de 2006 han pasado muchos libros, alguno incluso mío. Animal que meroea la locura no existiría de no ser por los hermanos Goytisolo. Ahora debo cerrar una etapa importante. Con tristeza, pero con determinación. Hay que dar un paso adelante.
En mi mesilla, tal y como anuncié, tengo Las afueras. Aún no sé si la leeré. ¿Telón de boca termina con los dos hermanos? ¿O necesitaré leer Las afueras -la novela con la que me inicié en Luis Goytisolo- para despedirme de él?
En cualquier caso, parece que la sequía ha terminado.
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