30 enero 2008

Mordaza

La Universidad de Stanford, una de las más prestigiosas de Estados Unidos ha invitado a Juan José Ibarretxe a dar un discurso el próximo 14 de febrero. La charla lleva por título “Una propuesta para transformar el conflicto vasco”.

El anunció provocó la indignación de varios profesores y alumnos españoles en el país. Prepararon un escrito, lo colgaron en internet y esperaron a que la gente votase en contra de la charla.

Ayer El Mundo informaba de que 3.600 personas habían firmado la petición. El confidencial cita algunas de las personalidades que han puesto su nombre en este documento, a saber: Fernando Savater, miembros del Foro de Ermua, Iñaki Arteta, Rosa Díez, Alfonso Alonso (PP), Antonio Masip (PSOE), los profesores universitarios Carlos Martínez Gorriarán y Edurne Uriarte.

stanford

La carta es una muestra de que en este país no toleramos la libertad de expresión. Así de simple. Veamos: ¿un político es invitado por una de las mejores instituciones del mundo y no queremos que vaya porque no piensa como nosotros? Vergonzoso.

El pasado septiembre el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, dio un discurso en la Universidad de Columbia. También entonces mucha gente –desde luego mucha más que ahora– protestó por la visita. Medios de comunicación, políticos, ciudadanos... le llamaron de todo: dictador, terrorista, demonio. Al final el iraní dio su discurso. Y resultó ser una gran lección de democracia y libertad de expresión... para él. En su presentación, el rector dijo que le consideraba un dictador. Ahmadineyad tuvo que tragar y aceptar las críticas. Después dijo: “nosotros no tenemos homosexuales como en su país. No tenemos ese fenómeno". Ante tal delirio sólo pueden hacerse dos cosas: gritar de furia o reírte. Los estudiantes hicieron lo segundo. Y ya se sabe no hay ada peor para un dictador que alguien se ría de él. El presidente iraní es, digámoslo claramente, un dictador de mierda. Pero merece la pena escucharlo. Primero para demostrarle la esencia de la democracia. Después para poder criticarle a gusto, a la cara.

Salvando las distancias, la situación es parecida con Ibarretxe. Estoy de acuerdo con los siguientes párrafos de la carta de protesta.

Juan José Ibarretxe ha intentado dos veces sin éxito vender su plan de independencia al pueblo y estado españoles. Su plan revisado incorpora un referéndum pro independencia, que muchos expertos consideran sería ilegal bajo la Constitución Española.

Más aún, el plan de Ibarretxe continúa con reclamaciones territoriales irrealistas sobre su vecina, la Comunidad Foral de Navarra, cuyo electorado vota en numeros elevados a opciones políticas que rechazan firmemente el Nacionalismo Vasco y el el proyecto de Ibarretxe.

Por último, y no por ello menos importante, el partido de Ibarretxe, el Partido Nacionalista Vasco, fue fundado por Sabino Arana, una de las figuras mas racistas de los últimos dos siglos. El proyecto original de Arana proponía una limpieza étnica que borrase a los españoles del Pais Vasco, a los que consideraba miembros de una raza inferior.

A esto añadiría yo que el PNV cohabitado demasiado tiempo con Herri Batasuna, brazo político de ETA, y que hasta hace 10 años no fue lo suficientemente claro en su oposición, o en su posición, a ETA.

Ahora bien, esto no significa que deba callarse. Al contrario, Ibarretxe debe poder hablar en Stanford, y los estudiantes y profesores deben poder preguntarle lo que quieran. Ojalá viniese a mi universidad a dar una charla. Ojalá viniese Bush a España a hablar. O Vladimir Putin. O Fidel Castro.

El próximo 14 de febrero cientos de profesores y estudiantes de una de las mejores universidades del mundo tienen la posibilidad de preguntar a Ibarretxe por qué en pleno siglo XXI pretende retrotraerse a los tiempos del “nacimiento de las naciones”. Y hay quienes quieren impedírselo. Qué país...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre es bueno dejar hablar a la gente. No ya por un tema de libertad, que también, sino porque cuanto más habla uno más se retrata y se da a conocer. Cuanto más dicen más se desenmascaran.