El crucifijo es un símbolo imprescindible, como bien dice Rouco Varela. Un elemento esencial de la educación de los niños. Sin él, ¿cómo demostrar el ateísmo, el desafío a la autoridad, la rebeldía propia de la juventud? Podrían tirar al suelo el cuadro de los reyes (por cierto, ya podrían hacerse una nueva foto, que los años pasan), pero no es lo mismo.
Cuando iba al colegio, algunos de mis compañeros jugaban a darle la vuelta al crucifijo que presidía nuestra aula. Era la forma de expresar su ateísmo, una ideología no gustaba al cura: un día dijo qué íbamos a morir como perros, también nos profetizó que no falleceríamos de muerte natural, sino por suicidio (dos finales incompatibles, pero nadie le corrigió). No sé cómo serán ahora, pero hace 14 años eran marrones y estaban llenos de polvo.
También recuerdo que eran muy frágiles. Una vez, la profesora entró antes de tiempo y encontró a un chaval subido a una silla con la figurita entre las manos. Una mirada fue suficiente para que volviera a colgarla en la pared y bajara de la silla. Pero, claro, con las prisas se cayó al suelo y se rompió. Para una maestra sesentona de misa diaria tuvo que ser un shock ver a Jesucristo (a su representación en escayola, digo) sin cabeza. Para los alumnos fue un momento desternillante.
Los crucifijos también sirven para ayudarnos a entender la sexualidad. Ahora hay Internet y es muy fácil, pero antes, para comprender el funcionamiento de la menstruación, algunos compañeros -muy solícitos- tenían que tomar las compresas de las chicas, pintarlas de rojo y colocarlas sobre la cintura de la figurita. Después, se subían a una silla y daban una clase maestra sobre la pubertad. Hasta que llegaba la profesora, claro, y les relegaba de sus funciones.
¿Y qué decir de la resolución de conflictos? A todos nos han enseñado que es mejor hablar quee pelear, que a puñetazos no se arregla nada y que hay que entender las razones del otro. Pero luego, los escolares van a casa, encienden la televisión y ven el informativo. Y claro, no entienden nada. En clase no les enseñan cómo enfrentarse al mundo real: puñaladas, asesinatos, guerras, secuestros, golpes de estado, tránsfugas, corrupción, pederastia, mentiras... Tienen que aprender a defenderse. ¿Y qué mejor arma que un crucifijo?
Lo dice la propia Biblia, "con este signo vencerás". Por eso alguna discusión acabó a crucifijos. Uno lanzaba la figurita a otro en el pecho, éste la recogía e intentaba sacarle un ojo con la parte más larga; también había quien la usaba a modo de mazo sobre la cabeza del pardillo de la clase... Hasta que, de nuevo, llegaba la profesora y hablaba de paz y de diálogo y...
Lo dicho: que el señor presidente hace muy bien. Los crucifijos se quedan. No molestan a nadie, claro que no. ¿Por qué iban a hacerlo? Sólo son unas figuritas pegadas a unos palos. Están medio desnudas, cierto, pero los niños ya están acostumbrados a la pornagrafía, con esto de la Internet...
Lo que hay que mirar de prohibir -ahí también estoy con Rouco- son otras cosas más nocivas. Las minifaldas, por ejemplo, o los piercings; y muy bien la decisión de los suizos sobre los minaretes, a ver si ahora vamos a tener que poner alfombras en las aulas para que recen; y qué hablar del aborto, pobres niños, ¿es que nadie piensa en los niños?; y cuánto homosexual hay por la calle, y la libertad de expresión, ya nadie conoce los límites de la libertad de expresión; y la democracia... ¡ay, la democracia!
Se empieza quitando a Jesús de las aulas y se termina abrazando al diablo.
De propina, un ateo enfadado.
Cuando iba al colegio, algunos de mis compañeros jugaban a darle la vuelta al crucifijo que presidía nuestra aula. Era la forma de expresar su ateísmo, una ideología no gustaba al cura: un día dijo qué íbamos a morir como perros, también nos profetizó que no falleceríamos de muerte natural, sino por suicidio (dos finales incompatibles, pero nadie le corrigió). No sé cómo serán ahora, pero hace 14 años eran marrones y estaban llenos de polvo.
También recuerdo que eran muy frágiles. Una vez, la profesora entró antes de tiempo y encontró a un chaval subido a una silla con la figurita entre las manos. Una mirada fue suficiente para que volviera a colgarla en la pared y bajara de la silla. Pero, claro, con las prisas se cayó al suelo y se rompió. Para una maestra sesentona de misa diaria tuvo que ser un shock ver a Jesucristo (a su representación en escayola, digo) sin cabeza. Para los alumnos fue un momento desternillante.
Los crucifijos también sirven para ayudarnos a entender la sexualidad. Ahora hay Internet y es muy fácil, pero antes, para comprender el funcionamiento de la menstruación, algunos compañeros -muy solícitos- tenían que tomar las compresas de las chicas, pintarlas de rojo y colocarlas sobre la cintura de la figurita. Después, se subían a una silla y daban una clase maestra sobre la pubertad. Hasta que llegaba la profesora, claro, y les relegaba de sus funciones.
¿Y qué decir de la resolución de conflictos? A todos nos han enseñado que es mejor hablar quee pelear, que a puñetazos no se arregla nada y que hay que entender las razones del otro. Pero luego, los escolares van a casa, encienden la televisión y ven el informativo. Y claro, no entienden nada. En clase no les enseñan cómo enfrentarse al mundo real: puñaladas, asesinatos, guerras, secuestros, golpes de estado, tránsfugas, corrupción, pederastia, mentiras... Tienen que aprender a defenderse. ¿Y qué mejor arma que un crucifijo?
Lo dice la propia Biblia, "con este signo vencerás". Por eso alguna discusión acabó a crucifijos. Uno lanzaba la figurita a otro en el pecho, éste la recogía e intentaba sacarle un ojo con la parte más larga; también había quien la usaba a modo de mazo sobre la cabeza del pardillo de la clase... Hasta que, de nuevo, llegaba la profesora y hablaba de paz y de diálogo y...
Lo dicho: que el señor presidente hace muy bien. Los crucifijos se quedan. No molestan a nadie, claro que no. ¿Por qué iban a hacerlo? Sólo son unas figuritas pegadas a unos palos. Están medio desnudas, cierto, pero los niños ya están acostumbrados a la pornagrafía, con esto de la Internet...
Lo que hay que mirar de prohibir -ahí también estoy con Rouco- son otras cosas más nocivas. Las minifaldas, por ejemplo, o los piercings; y muy bien la decisión de los suizos sobre los minaretes, a ver si ahora vamos a tener que poner alfombras en las aulas para que recen; y qué hablar del aborto, pobres niños, ¿es que nadie piensa en los niños?; y cuánto homosexual hay por la calle, y la libertad de expresión, ya nadie conoce los límites de la libertad de expresión; y la democracia... ¡ay, la democracia!
Se empieza quitando a Jesús de las aulas y se termina abrazando al diablo.
De propina, un ateo enfadado.
3 comentarios:
Yo puedo ver crucifijos, no me ofenden. A cambio sólo pido lo mismo. Que no les ofenda el hecho de que yo no lleve crucifijo.
¿Por qué nos/les ofende el hecho de que haya gente que piensa diferente? No sólo es que no respeten, es que les molesta.
Supongo que, en el fondo, todo se reduce a dinero y poder. Al emos así habría una explicación.
¿España es laica o aconfesional? No es lo mismo, claro. Si es laica: ni crucifijos, ni estrellas de David, ni nada. Si es aconfesional entonces la cosa dependerá de la zona en que esté el colegio, de que las asociaciones de padressepongan de acuerd etc... Claro que como este último escenario es impensable pues entonces lo mejor es que en la escuela la religión sólo exista en clase de fiolosofía y de historia. El dogma en la casa de cada uno...
Ostia, Raul!!!
Este tío me recuerda a tí cuando hacíamos debates en el colegio!
Qué mala leche tiene!
En cuanto al artículo... sin comentarios. Ya sabes cómo acabó la cabeza del Cristo de 8º de EGB. No digo que esté bien decapitar estatuas de resina, pero es que me llevaba mirando mal todo el curso.
Hola, he leído el blog y lo que más me ha llamado la atención es la parte de "cuánto homosexual hay en las calles", puede que lo haya interpretado mal pero para mí no es un "delito" como podría llegar a entenderse que lo fuera el aborto.
Un saludo
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