Durante mucho tiempo, Paul Auster fue eso que se llama "escritor de culto". Un tipo que publicaba novelas sobre escritores que escriben, y lectores que leen, un tipo que lograba acercar la metaliteratura al pueblo llano. La Trilogía de Nueva York o Leviatán son ejemplos de este subgénero.
Con el paso de los años el escritor de culto se convirtió en escritor de moda, y sus novelas comenzaron a parecerse demasiado unas a otras. Por suerte, esta mala racha parece haber llegado a su fin. Invisible, su nueva novela, es más de lo mismo, pero bien hecho.
Como tantas otras Bildungsroman, cuenta la transformación de un joven en hombre. El paso de aspirante a poeta maldito a escritor mediocre.
La clave de la novela está en la estructura. Auster divide Invisible en 4 capítulos, y cada uno de ellos está narrado de forma diferente. Habla el protagonista en forma de recuerdos, habla un antiguo amigo del protagonista, habla el protagonista a través de un diario escrito en tercera persona y, por último, habla antigua amiga suya.
El conjunto es un cuadro inacabado, una sinfonía a medio terminar. Quizá ahí radica su esencia. La vida no puede ser contada como antes. Sólo tenemos fragmentos. Lo que decimos de nosotros mismos, lo que escribimos, lo que otros dicen, lo que alguien recuerda. ¿Cuánto de lo narrado es verdad? No lo sabemos. No nos importa.
Juegos metaliterarios, sí, pero de calidad. Auster ha logrado salir de su mundo, un lugar vacío en el que llevaba inmerso demasiado tiempo, para contar lo mismo, pero desde fuera. Y lo hace a conciencia, disfrutando de su papel de narrador. Este cambio de perspectiva es muy positivo.
Está claro: sólo ve aquel que es capaz de verse a sí mismo mirando lo que ve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario