El ministro de Industria de España pide a los ciudadanos que compren productos españoles. Estados Unidos aprueba una ley económica con un fuerte tufillo a proteccionismo, pero introduce una frase para camuflarlo. De nuevo en Europa, los trabajadores ingleses enarbolan la bandera y gritan “English jobs for english workers”.
Está bastante claro que el proteccionismo, tan lejano hace sólo unos años, tienta los oídos de nuestros gobernantes.
Durante la Primera Mundial quedó patente que el comunismo y la solidaridad proletaria quedaba en nada ante los cañones. Ahora queda patente que la unión entre estados -unión política pero, sobre todo, económica- es extremadamente débil y se resquebraja cuando más se necesita.
Es natural que a quien haya perdido su empleo le hierva la sangre al ver a un extranjero con trabajo. Es natural en tiempos de crisis, aferrarse a lo propio. Es irracional, y contraproducente, pero entra dentro de lo aceptable y respetable.
Lo que no se puede aceptar ni respetar es que sea el gobierno quien impulse el proteccionismo, la vuelta a la tribu. El presidente del gobierno ha corregido a Miguel Sebastián, pero no con la suficiente fuerza.
Cuesta entender que un economista no tenga claro una de las leyes básicas del capitalismo: el proteccionismo no conduce a nada bueno. Suena bien, tiene cierta lógica y es populista. Pero a medio y largo plazo, es desastroso. Uno de los factores de esta crisis es la falta de demanda. La gente no gasta, las empresas no gastan. Lo peor que se puede hacer es pedir que, lo poco que quieran comprar, esté producido dentro de nuestras fronteras.
Quizá sea llevar el asunto al extremo, pero hay que recordar que, en el pasado, las políticas proteccionistas han sido causa de guerra. Como dijo el economista Fredèric Bastiat, “Si los bienes no cruzan las fronteras, lo harán los soldados."
Está bastante claro que el proteccionismo, tan lejano hace sólo unos años, tienta los oídos de nuestros gobernantes.
Durante la Primera Mundial quedó patente que el comunismo y la solidaridad proletaria quedaba en nada ante los cañones. Ahora queda patente que la unión entre estados -unión política pero, sobre todo, económica- es extremadamente débil y se resquebraja cuando más se necesita.
Es natural que a quien haya perdido su empleo le hierva la sangre al ver a un extranjero con trabajo. Es natural en tiempos de crisis, aferrarse a lo propio. Es irracional, y contraproducente, pero entra dentro de lo aceptable y respetable.
Lo que no se puede aceptar ni respetar es que sea el gobierno quien impulse el proteccionismo, la vuelta a la tribu. El presidente del gobierno ha corregido a Miguel Sebastián, pero no con la suficiente fuerza.
Cuesta entender que un economista no tenga claro una de las leyes básicas del capitalismo: el proteccionismo no conduce a nada bueno. Suena bien, tiene cierta lógica y es populista. Pero a medio y largo plazo, es desastroso. Uno de los factores de esta crisis es la falta de demanda. La gente no gasta, las empresas no gastan. Lo peor que se puede hacer es pedir que, lo poco que quieran comprar, esté producido dentro de nuestras fronteras.
Quizá sea llevar el asunto al extremo, pero hay que recordar que, en el pasado, las políticas proteccionistas han sido causa de guerra. Como dijo el economista Fredèric Bastiat, “Si los bienes no cruzan las fronteras, lo harán los soldados."
1 comentario:
Ves... por esto siempre te digo que no creo en la Unión Europea...
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