Siento un inicial rechazo hacia todo tipo de narrativa acerca de la Guerra Civil, el franquismo y la transición. El tema, sencillamente, no me interesa, me aburre. El tratamiento de un asunto tan importante me suele resultar, además, demasiado ligero. El único libro sobre la Guerra Civil que me atrapó fue Los girasoles ciegos, y en ello tuvo que mucho que ver la serena tristeza que impregnaba todo el texto; Alberto Méndez no intentó únicamente contar aventuras de la guerra.
Ahora Isaac Rosa viene a romperme los esquemas por segunda vez. El vano ayer, hay que decirlo desde un principio, es una magnífica novela sobre el franquismo. Y lo es precisamente porque se aparta de los clichés que infestan este género. La contraportada del libro resume muy toscamente su contenido: “En plena agitación universitaria de los años sesenta, un viejo profesor se ve implicado en un confuso incidente que provoca su expatriación. La reconstrucción de su peripecia saca a la luz la inexplicada desaparición de un estudiante”. Nada de eso. Esta anécdota es una simple excusa para trabajar sobre el Franquismo, y para analizar el modo en que las novelas anteriores han relatado el periodo.
Sobre la estructura de algo que se ha venido a llamar “novela en marcha”, Isaac Rosa realiza una feroz crítica a toda una corriente narrativa que ha antepuesto la acción, las ventas y el número de lectores al verdadero retrato de los años negros del franquismo. Todo ello sazonado con una maravillosa ironía que en ocasiones hiela la sangre.
Porque El vano ayer es una novela dura. Tanto de fondo como de forma. Isaac Rosa intenta evitar todo parecido con Cuéntame y escribe páginas enteras sobre métodos de tortura. Aquellos que hemos nacido en democracia sólo sabemos de la época por los libros, los discos y la televisión. Pero, como bien indica Rosa, al cabo se crea una percepción meliflua del pasado: “no fue tan malo, hubo peores dictaduras; “la Segunda República cayó por su propio peso”, “la culpa de la Guerra Civil la tuvieron los dos bandos”; “los españoles somos fratricidas por naturaleza”... Esta novela pone los puntos sobre las íes y –en un momento en que una parte de nuestra sociedad se muestra, por decirlo de alguna forma, renuente a revisar el pasado– nos dice que aún queda por hacer, que el olvido no es la solución.
Pero El vano ayer es una novela, y como tal debe utilizar mecanismos literarios atractivos. Y lo hace de sobras. Casi podría decirse que es un cajón de sastre de técnicas narrativas, todas ellas perfectamente ensambladas. En la novela encontramos desde la narración más pura en tercera persona hasta las interpelaciones al autor realizadas por los propios personajes de la novela. El narrador es consciente de las limitaciones de la historia y ofrece versiones alternativas de la misma; también reflexiona en voz alta sobre cómo debieran escribirse este tipo de novelas. Casi al final del libro, Isaac Rosa relata el Franquismo desde el inicio de la guerra hasta la muerte del dictador imitando modelos literarios y lenguajes de la edad media. Así, es fácil de reconocer el Poema de mio Cid o las Coplas a la muerte de su padre.
Comienza así esta peculiar Historia del Franquismo: “Que por julio era, por julio, quando las grandes calores, qando el General el que en buen ora nasco, supo en tierras africanas de la perdida de España. Cartas le fueron venidas como España era sangrada; las cartas echo en el fuego e al mensajero matara; echo mano a sus cabellos e las barbas mesaba”.
Y termina: “E desta manera, despues de puesta la vida tantas veces por su ley al tablero, despues de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa del Pardo vino la Muerte a llamar a su puerta”. En definitiva, un escritor actual contemporáneo al que merece a pena leer (y eso ya es mucho).
1 comentario:
¿Has probado con "La fiel infantería"? Por lo menos, podrás ejercer de "enfant terrible" iconoclasta entre la peña politicamente correcta.
Una referencia:
http://www.elsemanaldigital.com/arts/18828.asp
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