La primera vez que escuché a Bob Dylan no sabía que estaba escuchando a Bob Dylan. La canción no podía ser otra, Blowing in the wind.
No sabía que la había escrito Dylan porque la cantaba con su magnífica voz Joan Baez. Cuando conseguí una cinta de su autor, por supuesto, no me gustó nada. ¿Qué era aquello? Un tipo con una voz desagradable, desganado, que apenas rasguea la guitarra. ¿Y a la gente le gustaba? Vale, las letras eran buenas, por entonces comenzaba a entender algo de inglés, pero esa voz....
Volví a mi amiga Joan, que interpretaba sus canciones mucho mejor que él.
La espinita sin embargo, continuaba, y de cuando en cuando escuchaba algo de Dylan. Quería que me gustase. Existen autores –cineastas, escritores, músicos– que, lo sabes, te van a gustar: es cuestión de darles, y darte, tiempo. Dylan es uno de ellos.
A la vuelta de un verano, me agencié un album titulado Live at Budokan. Las cancionnes eran las de toda la vida, y la voz, si bien no de barítono, era inteligible. Casi podía uno seguir la letra sin forzar la imaginación.
El resto, discos y más discos. Oficiales y piratas. Y en el cajón de los arrepentimientos un concierto en Zaragoza en el que Andrés Calamaro oficiaba de telonero; concierto al que no asistí porque, por aquella época, Dylan era “la leyenda ésa que no sabe cantar”.
En fin, el Premio Príncipe de Asturias, estoy seguro, supone una alegría para muchos de sus seguidores en España. Quizá con la excusa dé algunos conciertos en nuestro país, del que se ha olvidado en la última gira.
2 comentarios:
Una canción de un grupo español dice (recordando viejos y mejores tiempos): "...Maradona no volverá a jugar y Dylan con Dios de su parte está..."
Se han hecho decenas, cientos de versiones de canciones del de Duluth: desde la excelsa revisión de Mr Tambourine Man por The Byrds hasta Blowin' in the wind cantada por el coro de la parroquia. Pero si hay alguien a quien le gusta reinterpretar a Dylan es al propio Dylan; basta con escuchar un mismo tema en dos discos en directo diferentes para darse cuenta o asistir a un concierto y reconocer la archifamosa Like a rollin' stone solamente por la letra. Con un repertorio como el que tiene, podría sin problema seguir tocando lo mismo que hace 40 años y de la misma manera. Pero no, lejos de acomodarse, le gusta arriesgar y no hacer ninguna concesión a los que asisten a sus conciertos, aunque ya no tiene necesidad de gritar "Play it fucking loud!" como cuando le increpaban hace 40 años por osar tocar con guitarras eléctricas. A día de hoy se ha ganado el respeto de todos y se puede permitir hacer lo que le dé la gana: discos de blues rancio y añejo que pasarían absolutamente desapercibidos si los publiacara otro y conciertos en los que apenas se reconocen los temas. Uno se lo imagina bostezando al leer que se le concede el Príncipe de Asturias por ser "fiel reflejo del espíritu de una época que busca respuestas en el viento para los deseos que habitan en el corazón de los seres humanos"; este buen hombre está muy por encima de semejante cursilería.
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