23 junio 2007

Involución

La reciente cumbre europea ha sido un rotundo fracaso. Hoy, todos los periódicos hablan del nuevo tratado, del papel de Solana, de las arduas negociaciones para lograr un acuerdo. Y todos lo hacen en un tono “victorioso”, como si de verdad Europa hubiese avanzado.

Pero la realidad es que hemos pasado de una Constitución a un minitratado. De una Carta Magna a un folleto. De un Ministro de Exteriores a un Alto representante (¿no teníamos ya uno?). El necesario cambio en el mecanismo de toma de decisiones se pospone. Y, quizá mas importante, nuestros dirigentes han dado una pésima imagen al mundo exterior (a aquellos países que les importa Europa) y un mal ejemplo a nosotros, los ciudadanos europeos.

Europa no es nada”, señalaba hace poco un disidente egipcio. “Si tengo que llamar a Europa, qué número debo marcar?”, dicen que dijo Kissinger. Estas expresiones deberían haber quedado obsoletas en esta cumbre; ero no ha sido así.

En lugar de evolucionar, involucionamos. Y hablo en primera persona del plural porque, aunque suene hueco, Europa somos todos. Y todos hemos perdido en esta cumbre.

Más que un superestado, más que un modelo político para el futuro, parecemos un grupo de quinceañeras discutiendo un sábado por la noche.



Tony Blair deja el poder en breves pero hasta el último momento obstaculiza la integración europea (ahora, además, parece que imita a USA en su rechazo a adoptar una Carta de Derechos Humanos, como si eso no fuera con ellos).

Polonia, el nuevo en el grupo, exige poder y más poder, y llega al extremo de recordar la Segunda Guerra Mundial para defender sus votos (Polonia es un país gobernado por un par de gemelos que no merecen el calificativo de europeos, unos dirigentes cuya última “decisión” es multar a las personas que hagan topless en la playa).

Sarkozy está feliz, muy feliz: recién llegado y ya es el encargado de poner paz en esta jaula de grillos y de conseguir los acuerdos necesarios para aparecer en las noticias.

Alemania hace lo mismo, pero con más seriedad y, me parece, con el pensamiento más puesto en Europa que en Berlín.

Y España dice que todo ha ido bien. Supongo que es lo que tiene que decir, pero no por ello se convierte en verdad.

En fin, Maggie debe de estar frotándose las manos.

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