Hace cuarenta años, Gore Vidal definió a Susan Sontag con estas palabras: “Se tiene por una autora del todo diferente, europea de alto copete en lugar de estadounidense (…). Prefiere que su estandarte ondee en el extranjero en vez de en su propia tierra”. Todo ello es cierto, aunque habría que eliminar la malicia que hay en ellas.
Susan Sontag (1933-2004) es, todavía hoy, la intelectual estadounidense más europea. Sus referentes culturales provienen del Viejo Mundo, sus opiniones políticas fueron criticadas en su tierra y aplaudidas en los periódicos europeos. Estas dos coordenadas, literatura y política, son la clave para entender Al mismo tiempo, una colección de dieciséis ensayos y conferencias que sus editores recopilaron tras su muerte.
El primer bloque del libro está compuesto por una serie de prólogos a otras obras. Los atentados del 11 de septiembre y sus consecuencias conforman la segunda parte, donde la escritora se muestra beligerante con la política de Estados Unidos. Por fin, los últimos textos nacen de conferencias y discursos de aceptación de diferentes premios, cuando la unión entre literatura y compromiso cívico le trajo el reconocimiento internacional.
“La verdad de la Historia deja fuera la verdad de la narrativa”, escribe. Aquí radica la esencia de este libro. Susan Sontag es una narradora, ama la literatura y el arte sobre todas las cosas; pero la política se cruza en su camino y no puede hacer caso omiso. El verdadero escritor es un “agente moral”. Literatura y política son, para la intelectual, indisolubles; y quien pretenda llamarse escritor debe atender a los dos ámbitos.
Siguiendo este principio, Sontag inicia un ensayo sobre la belleza aludiendo a unas palabras de Juan Pablo II en torno a los abusos sexuales cometidos en iglesias de Estados Unidos. En todos los prólogos entrelaza literatura –la razón para escribirlos– con la circunstancia histórica del escritor, desde el zarismo a la Segunda Guerra Mundial.
Lo mismo sucede en las conferencias finales. No sólo agradece los honores que recibe, no habla únicamente de literatura. Como ejemplo, buena parte del discurso de agradecimiento del Premio de la Paz lo dedica a analizar la ausencia en la sala del embajador estadounidense en Alemania. “Las palabras –dice en uno de sus discursos– son flechas”.
Lo mismo sucede en las conferencias finales. No sólo agradece los honores que recibe, no habla únicamente de literatura. Como ejemplo, buena parte del discurso de agradecimiento del Premio de la Paz lo dedica a analizar la ausencia en la sala del embajador estadounidense en Alemania. “Las palabras –dice en uno de sus discursos– son flechas”.
Pero es en los textos estrictamente políticos donde Susan Sontag muestra toda su valentía. Escritos algunos poco después de los atentados de Nueva York, son la prueba de una voz rebelde, autónoma; Sontag critica la política de George Bush, la manipulación de lo sucedido y la ceguera de sus conciudadanos. La cumbre del libro se encuentra en el ensayo Ante la tortura de los demás, en el que la intelectual parte de sus teorías sobre la fotografía para criticar la tortura ejercida en la prisión de Abu Ghraib. “Las fotografías –dice– somos nosotros”.
Al mismo tiempo: ensayos y conferencias es una parte de los últimos textos escritos por Susan Sontag. En la mayoría de ellos se muestra profundamente pesimista. Sólo al final del libro nos da un aliento: “Larga vida al novelista”.
(Reseña aparecida en el suplemento Artes y Letras el 31 de mayo de 2007)
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