"Nunca conocí ningún sufrimiento que una hora de lectura no aliviara". La escribió Montesquieu hace ya unos cuantos años, y siempre me ha funcionado.
El problema es que, en ocasiones, la propia incapacidad para leer es el sufrimiento. Como escribía hace unos días, he pasado unas semanas de bloqueo absoluto. Las consecuencias las han sufrido algunos de mis alegados: familia, amigos, compañeros de trabajo. El martes fue el peor día. Menos mal que no tengo un AK47 en mi cajón...
Cada primavera releo Cien años de soledad. Junto con El túnel, es el único libro capaz de desbloquearme y permitirme leer de nuevo. Este año me he resistido, quería probarme que era posible salir de agujero por otros medios. Durante varios días ni siquiera he intentado leer. Me he dedicado a dormir y a ver series y películas. Craso error.
El martes por la noche leí el primer capítulo de Cien años de soledad. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". ¿Qué tendrán estas palabras, que son capaces de hacerme sonreír de pura felicidad?
¡Qué razón tenía el francés!
El problema es que, en ocasiones, la propia incapacidad para leer es el sufrimiento. Como escribía hace unos días, he pasado unas semanas de bloqueo absoluto. Las consecuencias las han sufrido algunos de mis alegados: familia, amigos, compañeros de trabajo. El martes fue el peor día. Menos mal que no tengo un AK47 en mi cajón...
Cada primavera releo Cien años de soledad. Junto con El túnel, es el único libro capaz de desbloquearme y permitirme leer de nuevo. Este año me he resistido, quería probarme que era posible salir de agujero por otros medios. Durante varios días ni siquiera he intentado leer. Me he dedicado a dormir y a ver series y películas. Craso error.
El martes por la noche leí el primer capítulo de Cien años de soledad. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". ¿Qué tendrán estas palabras, que son capaces de hacerme sonreír de pura felicidad?
¡Qué razón tenía el francés!
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