18 junio 2009

Cien años de humor

Cien años de soledad es la mejor novela de humor de la literatura del siglo XX. La gente me mira raro cuando lo digo, pero es cierto. De igual manera que al Quijote hay que acercarse con un espíritu desmitificador, la mejor forma de leer la novela de García Márquez es con la sonrisa dispuesta.

Hay que olvidar lo que enseñaron en la escuela: ni realismo mágico, ni lenguaje tropical, ni símbolo anti imperialista. En el fondo, es una novela de humor.

Como muchos saben, cuenta la historia de una familia a lo largo de un siglo. Desde los fundadores de la saga hasta su último miembro. Pero es una familia peculiar. Los hay solitarios, los hay valientes, los hay estudiosos, los hay fuertes, los hay frágiles, los hay tímidos, los hay guerreros.

Su único motor, al cabo, es el sexo. Parte de la familia busca el sexo y el amor ideal; para la mayoría es, un tabú a romper, una fuerza sísmica que marcará su destino. Sólo así puede comprenderse el complicado árbol genealógico que queda después de un siglo de sexo que terminará, por ignorancia, en la pura endogamia.

Dice Roberto Bolaño que tragedia más distancia es igual a comedia. Aquí radica la esencia de esta novela. La historia está contada, en palabras de su autor, "como la contaba mi abuela, con cara de palo". Todo sucedió hace mucho, pero parece que ocurra hoy mismo. Esa técnica permite que acontecimientos más o menos dramáticos sean hilarantes.

Transcribo algunos pasajes a los que tengo un cariño especial.


1.-
Así es presentado Aureliano, uno de los grandes personajes de la novela. Es de reseñar que en este párrafo hay incorrecciones. El propio García Márquez confesó que había errores de argumento (confusiones de nombres, fechas...), pero que nunca los cambió en su momento ni quiso hacerlo en las siguientse ediciones.

El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estricnina en el café que habría bastado para matar un caballo. Rechazó la Orden del Mérito que le otorgó el presidente de la república. Llegó a ser comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una fotografía. Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única herida que recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia que puso término a casi veinte años de guerras civiles. Se disparó un tiro de pistola en el pecho y el proyectil le salió por la espalda sin lastimar ningún centro vital. Lo único que quedó de todo eso fue una calle con su nombre en Macondo.

2.- El coronel Aureliano Buendía es ya un viejo derrotado que se dedica a fundir una y otra vez
pescaditos de oro. En un momento dado sale a la calle y se sienta en una silla. Alguien lo ve.

-¿Cómo está, coronel? -le dijo al pasar.

-Aquí -contestó él-. Esperando que pase mi entierro


3.- Úrsula con más de 120 años, está ciega y no puede levantarse de la cama. Sus tataranietos "cuidan" de ella.

Parecía una anciana recién nacida. Amaranta Úrsula y Aureliano la llevaban y la traían por el dormitorio, la acostaban en el altar para ver que era apenas más grande que el Niño Dios, y una tarde la escondieron en un armario del granero donde hubieran podido comérsela las ratas. Un domingo de ramos entraron al dormitorio mientras Fernanda estaba en misa, y cargaron a Úrsula por la nuca y los tobillos.

-Pobre la tatarabuelita -dijo Amaranta Úrsula-, se nos murió de vieja.

Úrsula se sobresaltó.

-¡Estoy viva! -dijo.

-Ya ves -dijo Amaranta Úrsula, reprimiendo la risa-, ni siquiera respira.

-¡Estoy hablando! -gritó Úrsula.

-Ni siquiera habla -dijo Aureliano-. Se murió como un grillito.

Entonces Úrsula se rindió a la evidencia. «Dios mío -exclamó en voz baja-. De modo que esto es la muerte.»


4.- José Arcadio, emocionado por los inventos de los gitanos, dedica sus días a la investigación científica.

Por fin, un martes de diciembre, a la hora del almuerzo, soltó de un golpe toda la carga de su tormento. Los niños habían de recordar por el resto de su vida la augusta solemnidad con que su padre se sentó a la cabecera de la mesa, temblando de fiebre, devastado por la prolongada vigilia y por el encono de su imaginación, y les reveló su descubrimiento.

-La tierra es redonda como una naranja.

Úrsula perdió la paciencia. «Si has de volverte loco, vuélvete tú solo -gritó-. Pero no trates de inculcar a los niños tus ideas de gitano.»


Una novela, en fin, capaz de "estimular a los inermes, despabilar a los tímidos, saciar a los voraces, exaltar a los modestos, escarmentar a los múltiples y corregir a los solitarios".

1 comentario:

Daniel dijo...

Gracias por ilustrarnos.