09 marzo 2009

Adoro el olor a letra impresa por la mañana

Cuando no tengo demasiado sueño, leo unas pocas páginas mientras desayuno, antes de ir al trabajo. El libro que elijo marca en buena medida mi ánimo por la mañana. Si no leo, ni humor suele ser agrio.

Como toda actividad intelectual, requiere un esfuerzo. Es mucho más facil dejar sonar el despertador o navegar por internet. Pero la recompensa es grande.

Durante las pasadas semanas, he leído a Jon Bilbao, a Thomas Bernhard, a Daniel Moyano. He disfrutado, poco más. Después de vagar por varios libros, de enfadarme con ellos (y conmigo por comprarlos), he retomado la lectura de Doktor Faustus, de Thomas Mann. Eso es literatura. Lo que los franceses llaman grandieur.

Una frase de Mann vale por un párrafo de Bernhard (tan alambicado, tan repetivo y hueco, al cabo). Un párrafo, por novelas enteras.

El arte es espíritu y el espíritu no tiene por qué aceptar obligaciones sociales o comunitarias -no debe aceptarlas, entiendo yo, si quiere defender su libertad y la nobleza de su estirpe-. Un arte que emprende "el camino del pueblo", que hace suyas las necesidades de la masa, del vulgo, de la mediocridad, acaba por caer en el desvalimiento y sólo puede vivir de la ayuda del Estado. Favorecer un arte a la medida del vulgo es estimular la peor mediocridad, es un crimen contra el espíritu. Tengo, por otra parte, el convencimiento de que las más osadas empresas del espíritu, las más libres, las más ofensivas para la multitud, acabarán siempre por ser benéficas para los hombres.

Una vez más, lo repito: cuando las novedades son vanas, cuando los suplementos literarios sólo publicitan a sus amigos, cuando las librerías muestran lo mismo de siempre, quedan los clásicos.

Pese al esfuerzo que requieren, merecen la pena.

1 comentario:

Luz dijo...

Tienes un magnífico blog. Soy nueva en el desván. Te he dejado algo en mi blog.