19 marzo 2009

De bebés y linces, por Carlos Gómez

Esta semana he andado corto de tiempo (aún andaré más la que viene). Quería haber escrito algo sobre la comisión de Aguirre, sobre A ciegas, sobre los mitos literarios en el cine... no ha podido ser.

Por pupuesto, también pensé en escribir un post sobre (contra) la Conferencia Episcopal después de ver el anuncio camino al trabajo. Pero ante la falta de tiempo -y las pocas ganas de hacer mala sangre que tengo- copio y pego un texto escrito en la web Arcadi Epada.

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La Conferencia Episcopal hace trampas. Es como si en una campaña contra el racismo pusieran a Zaplana recién salido de los rayos UVA en lugar de a un negrazo aterrador con pinta de caníbal. Es cierto que en las fotitos de arriba ponen embriones y fetos, pero tendrían que haber puesto bien grande un feto de 13 semanas, sanguinolento y asqueroso, con síndrome de Down a ser posible, y si le faltara una mano mejor todavía, que tuviera pinta de estar a punto de saltarnos a la cara y gritar ¡Hijos de puta! ¿Por qué no me miráis a los ojos?

La gente cree despreciar los fetos por razones tan estrafalarias como que no tienen conciencia; a nadie se le ocurriría despreciar al lince de la foto por ese motivo. En realidad el motivo es que son feos. Feto es sinónimo de “persona muy fea”, según el diccionario, y no se puede esperar otra cosa. Pero hay que afrontar los hechos, cosa que no hace la Conferencia Episcopal. Lo peor es que da la impresión de que a ellos también les dan grima los fetos, que no los consideran suficientemente valiosos como para enseñarlos a las visitas; que en realidad les importa más perseguir a los pecadores que proteger a las víctimas.

Publicado en Diarios, 17-03-2009

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