01 febrero 2010

¡Glorificado sea el dolor!

No quise verla cuando la estrenaron en cines y me he encontrado con ella por casualidad. A priori, Camino no me interesa lo mas mínimo. Las películas que "tratan temas" corren el peligro de deslizarse hacia el dogmatismo, la falsificación de datos y el maniqueísmo. Es el caso de ciertas películas de Ken loach, de Costa Gavras o Fernando León.

Esto no ocurre en Camino.

Javier Fesser -autor de El milagro de P.Tinto, una de las mejores comedias españolas de los últimos tiempos- no ha escrito una película sobre el Opus Dei, sino sobre la gestión del dolor y la muerte.

Camino es una niña preciosa y vital que sufre cáncer. No tiene ninguna posibilidad de vivir. En este sentido, no puede acusarse a los padres o a la Obra de matarla. De lo que sí se les debe acusar es de no ahorrarle sufrimiento, de regocijarse con su dolor y de impedirle disfrutar de sus últimos meses de vida. En esta entrevista, Fesser aporta más datos sobre esta tortura.



En ciertas escenas es imposible no odiar a la fanática madre -será difícil ver a Carmen Elías en otro papel- o sublevarse por las venenosas palabras de quienes la asesoran. Pero el director va más allá y crea personajes admirables, como el padre -que, después de presenciar la destrucción de su familia sin hacer nada por evitarlo, en el último momento comienza a rebelarse contra su esposa- o la amiga.

Ye-, la hermana, es la única nota de esperanza en la película. Una chica que cambió la vida real por las paredes de una casa del Opus Dei. Gracias a ella somos testigo del perverso funcionamiento de estas cárceles. Alienación, desprendimiento de la familia de sangre, secretismo, pasillos vacíos, cuartos austeros, silencio absoluto, obediencia, sumisión al hombre. Al final, el espectador se queda con la impresión de que la chica saldrá algún día de la secta. Ya ha dado los primeros pasos: tocar la guitarra de su adolescencia y fijarse en un bonito vestido.

En este sentido, Camino sirve para mostrar la dinámica del Opus Dei, unos comportamientos cuyos miembros se empeñan en ocultar. Si tanta vergüenza les da decir quienes son y cómo viven, por algo será.

Pero, por encima de todo, es una muy buena película.

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