En el fondo, no son culpables. En última instancia se ven obligados por las situación de su país. En el fondo.
Los piratas somalíes son estos días portada de todos los medios de comunicación, debido al secuestro del Sirius Star, un superpetrolero que transportaba dos millones de barriles de petróleo a Estados Unidos. Con éste ya van 39 secuestros en 2008, entre ellos el de un barco español, el Playa de Bakio. Todos se han solucionado mediante el pago de rescates, más o menos reconocidos.
Es conveniente ir más allá de la pura noticia.
Hoy día los piratas ya no son españoles ni ingleses: pertenecen a naciones del Tercer Mundo. Indonesia, Malasia y, en especial, Somalia ocupan los primeros puestos en piratería. Somalia es un estado fallido, una tierra sin ley. El gobierno apenas es capaz de controlar la capital, los señores de la guerra campan a sus anchas y las milicias islamistas ganan terreno día a día (su última atrocidad fue lapidar a una niña de 14 años). En estas condiciones, la piratería es un lucrativo negocio. Frente a los niños famélicos, las mujeres secas y los campos yermos, los piratas viajan en coche, tienen teléfono móvil y viven en casas. Todo, gracias a los 20 millones de euros que este año han cobrado en rescates.
Los piratas no son, al fin y al cabo, antiguos pescadores que han cambiado las redes por metralletas. El hambre apura. ¿Será muy osado compara a estos piratas con Robin Hood, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres?
La solución, según el ministro de Interior somalí, es dejar de pagar recates. Se equivoca. La solución es mucho mas compleja, casi imposible. Lo que hay que hacer es intentar que Somalia no sea un infierno, que se convierta, de verdad, en un Estado. Hay que crear un gobierno fuerte, hay que acabar con las milicias islamistas; hay que conseguir que la esperanza de vida sobrepase los 47 años, que la tasa de mortalidad infantil no sea de 100 cada 1000 (en España es de 4 cada 1000); que los analfabetos no sean 7 de cada 10 habitantes. También , por supuesto, hay que abastecer de comida a los somalíes, hay que proporcionarles una sanidad digna, un techo. Hay mucho por hacer. No toda la culpa es del gobierno ni de las milicias, pero son parte del problema.
Hasta que Somalia, y otros países, no prosperen, habrá piratas. A Occidente le interesa una Somalia desarrollada. Aunque sea por puro egoísmo.
Los piratas somalíes son estos días portada de todos los medios de comunicación, debido al secuestro del Sirius Star, un superpetrolero que transportaba dos millones de barriles de petróleo a Estados Unidos. Con éste ya van 39 secuestros en 2008, entre ellos el de un barco español, el Playa de Bakio. Todos se han solucionado mediante el pago de rescates, más o menos reconocidos.
Es conveniente ir más allá de la pura noticia.
Hoy día los piratas ya no son españoles ni ingleses: pertenecen a naciones del Tercer Mundo. Indonesia, Malasia y, en especial, Somalia ocupan los primeros puestos en piratería. Somalia es un estado fallido, una tierra sin ley. El gobierno apenas es capaz de controlar la capital, los señores de la guerra campan a sus anchas y las milicias islamistas ganan terreno día a día (su última atrocidad fue lapidar a una niña de 14 años). En estas condiciones, la piratería es un lucrativo negocio. Frente a los niños famélicos, las mujeres secas y los campos yermos, los piratas viajan en coche, tienen teléfono móvil y viven en casas. Todo, gracias a los 20 millones de euros que este año han cobrado en rescates.
Los piratas no son, al fin y al cabo, antiguos pescadores que han cambiado las redes por metralletas. El hambre apura. ¿Será muy osado compara a estos piratas con Robin Hood, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres?
La solución, según el ministro de Interior somalí, es dejar de pagar recates. Se equivoca. La solución es mucho mas compleja, casi imposible. Lo que hay que hacer es intentar que Somalia no sea un infierno, que se convierta, de verdad, en un Estado. Hay que crear un gobierno fuerte, hay que acabar con las milicias islamistas; hay que conseguir que la esperanza de vida sobrepase los 47 años, que la tasa de mortalidad infantil no sea de 100 cada 1000 (en España es de 4 cada 1000); que los analfabetos no sean 7 de cada 10 habitantes. También , por supuesto, hay que abastecer de comida a los somalíes, hay que proporcionarles una sanidad digna, un techo. Hay mucho por hacer. No toda la culpa es del gobierno ni de las milicias, pero son parte del problema.
Hasta que Somalia, y otros países, no prosperen, habrá piratas. A Occidente le interesa una Somalia desarrollada. Aunque sea por puro egoísmo.
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