Tengo 31 años. Nací y vivo en Moscú. Soy corresponsal de guerra para la revista Novaia Gazeta. Estoy casado, tengo cuatro hijas, tres de ellas adoptadas. Soy demócrata y antifascista, antimilitarista y pacifista. ¿Dios? Soy ateo y fatalista. ¿Hacia dónde va Rusia? Ni idea...¿Ha visto morir a mucha gente?
Yo he visto centenares de muertos, carretadas de muertos, camionadas de muertos, aviones rebosantes de muertos. He volado en un avión embutido de cadáveres y de heridos: los únicos indemnes allí éramos el avión y yo.
¿Cómo fue eso?
Retornaba como soldado de la primera guerra chechena, a la que me había enviado mi país con 19 años. Volaba hacia Moscú en un avión militar, de vuelta a casa.
Estaría contento.
Evocaba al montón de colegas que había visto morir. Llegué a casa y en la tele vi un reportaje sobre un rutilante club nocturno de Moscú en el que se lo pasaban en grande gastando dinero en cócteles, cantantes glamurosos... Algo se rompió dentro de mí.
¿El qué?
Mi vínculo con Moscú. ¡Sentí que mi país me traicionaba! ¿Cómo podían divertirse así a dos horas de la masacre de tantos chicos moscovitas, tantas mujeres y niños? ¡Les daba igual! No pude soportarlo. Moscú dejó de existir. Regresé a Chechenia.
¿Voluntario?
Era algo visceral, no podía no ir: me enrolé.
¿Qué es la guerra para usted?La vida en condiciones extremas.
¿Y la de Chechenia?La que llena mis pesadillas. Todas las noches emerge en mis sueños, ¡todas!
¿Ha necesitado terapia psicológica?La necesitaría cada diez minutos. Supongo que escribir lo que viví es mi autoterapia.
Y habrá vivencias que no se olvidan.Ver desangrarse, degollado, a un amigo... Llegar a una aldea y ver a soldados rusos, chicos como tú, crucificados y castrados...
Buf.En venganza, el comandante de mi batallón y un soldado castraron a cuchillo a todos los hombres chechenos que pillaron por allí.
Escriba, escriba...Encontré a un compañero con la tripa abierta, estrangulado con sus propios intestinos, bajo la pintada "Alá es grande" hecha con su sangre por los guerrilleros chechenos.
Escriba...Una mujer chechena llegó hasta nuestro campamento, buscando a su hijo desaparecido... La dejamos metida en un zindán...
¿Qué es un zindán?Un agujero en la tierra del que no puedes salir. La mujer había visto nuestra posición.
Escriba...
También los chechenos los usan. Y soldados rusos acaban ahí por castigos arbitrarios: la brutalidad es la ley en nuestras filas.
¿La ha padecido usted?
¡He temido más a los míos que al enemigo! Tratado como ganado, al llegar recibí más golpes y palizas de las que puedo contar. Lo aprendes: también yo luego pegué a otros.
Perdone si abuso de sus recuerdos...
Recuerdo a una mujer rusa guapísima, de unos 35 años: nos suplicó a cinco soldados que la acompañásemos a la montaña a rescatar a su hijita de 12 años, secuestrada la noche anterior por un grupo checheno. Nos negamos, era una locura. Y se fue ella sola...
Se emociona...
Ehhh... ¿Qué sería de ella...?
¿Qué cree usted?
Como tantas madres de soldados rusos, que desesperadas llegaban con una foto de su hijo en la mano, buscándolo: los chechenos las secuestraban, violaban, asesinaban. ¡O morían bajo nuestro fuego, por confusión!
¿Ha matado usted?
Cuando los chechenos nos mataban, quería matarlos. Disparaba. No creo que acertase.
¿Cuándo temió más por su vida?
El pánico es tan constante... que dejas de sentirlo, todo llega a ser indiferente.
¿Cuándo empezó a escribir todo esto?Al retorno de la segunda guerra, en el año 2000, vi en la tele otra cosa: un reportaje maquillado sobre la guerra, mera propaganda. La rabia me puso a escribir sobre mi guerra... ¡He vomitado la guerra de mi interior!
¿Qué ha contado?
El salvajismo, el trato a hostias de los oficiales a sus soldados, las torturas, tanta irracionalidad, tanta ineptitud, tanta corrupción...
¿Qué tipo de corrupción?
Robo de material bélico para venderlo en el mercado negro y forrarse. ¡Tanquetas incluidas! Un coronel borracho mató a un soldado en Moscú con una metralleta... que había robado en Chechenia. ¡Y este tío tenía en casa todo un arsenal, para venderlo!
Se le caería el pelo...
Qué va, hombre... Allí, si eres oficial, con algún contactillo en el FSB (el ex KGB), tú tranquilo. Ni le han privado de su cargo.
Escribiendo estas cosas, ¿no teme por su vida, Babchenko?
Los que mandan están tan estratosféricamente alejados de todo, que les da igual lo que escribas. Sólo si tocase el bolsillo de algún alto cargo... Pero ya todo el mundo en Rusia sabe lo que hay: no descubriría nada.
¿Cómo reaccionan sus compatriotas a sus escritos sobre Chechenia?
Entre los soldados que estuvimos en Chechenia hay dos grupos: "¡Ánimo,Arkan, cuenta toda la verdad!", dicen unos. "Este hijo de puta de Babchenko se cubre de mierda él y a todos nosotros", dicen otros...
¿Y cómo está ahora Chechenia?
No sé, hace ya cinco años que no voy por allí. Supongo que han matado ya a todos los que tenían que matar.
Babchenko es un chicarrón de ojos y temple frío tras los que se agazapa una fina sensibilidad para captar situaciones, registrar detalles, memorizar trances y estados de ánimo. Si la estabilidad de su sistema nervioso le salvó la vida en Chechenia, su memoria ha macerado vivencias destiladas en La guerra más cruel (Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores), vívido mosaico de estampas de las guerras chechenas. Vomitarlas le limpia por dentro y le salva la vida. Escribe en la misma revista en que lo hacía su admirada colega Anna Politkovskaya, asesinada por contar verdades. Y Babchenko se declara pacifista, "tan pacifista que por la paz... yo sería capaz de arrancarle la cabeza a cualquiera".
Entrevista de Víctor Amela a Arkadi Babchenko, ex soldado en las dos guerras de Chechenia en La Contra, 28-11-2008.