20 octubre 2008

Cómo destruir un buen texto teatral

Fernando Fernán Gómez abandonó el teatro porque no soportaba la presencia del público. Yo estoy pensando en imitarle. Cada vez voy menos al teatro, y cuando lo hago, suelo arrepentirme. Hay dos representaciones, sólo dos, que me han satisfecho plenamente: Hamlet y La cena. Me temo que la sensación producida por las palabras de Flotats o Edurad Fernández no volverá a repetirse. Y, también, me temo que caeré de nuevo en la trampa y volveré a pagar una entrada de teatro.

Todo esto viene a cuento de la última versión de Arte, de Yasmina Reza. En estos momentos gira por España su tercera versión. Primero la protagonizaron Josep Maria Flotats, Josep Maria Pou y Carlos Hipólito; ésta era la buena. Después vino la versión de Ricardo Darín, por entonces en su apogeo. Ahora la decadencia se consuma y los personajes son interpretados por 3 actores de televisión muy populares, tanto que es imposible disociarlos de sus caracteres en la pequeña pantalla. Luis Merlo, Iñaki Miramón y Alex O´Doherty intentan ser Iván, Marcos y Sergio; pero no lo consiguen. Hay quien no puede escapar de su pasado. Merlo sigue siendo Mauri, de Aquí no hay quien viva, O'Doherty es, y lo será por mucho tiempo, el tipo duro de Cámara café; y Miramón, al menos para mí, es el siniestro etarra de Todos estamos invitados.

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Poco ayuda a olvidar estos personajes la versión de director. Arte, hay que decirlo claro, no es una comedia. Puede montarse como tal, pero sonará falsa. Arte habla de la amistad, de la tolerancia, de la valentía, de la lucha por ser feliz, de la soledad. Si uno lee la obra de nuevas, sin poner cara ni voz a los personajes, pasará un mal rato: porque Arte es una obra dura.

Sin embargo, en esta versión el público ríe. Mucho. Demasiado. Tanto que dan ganas de salir de la sala o mandar callar. Pero la culpa no es suya. O, al menos, no sólo suya. Los actores hacen todo lo posible por resultar cómicos, y lo logran. Al final de un monólogo de Luis Merlo, un discurso calcado al que podría haber recitado Mauri hace unos años, la gente rompe a aplaudir, como si fuera un solo de guitarra en medio de un concierto. Hay que reconocer que es gracioso.

De todas formas, cada vez estoy más convencido. Las posibilidades de que una puesta en escena enriquezca el texto son escasas. Mucho mejor leer teatro en casa.

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