Susan Sontag no fue siempre Susan Sontag. Al principio sólo era Susan, una chica que escribía sus sueños y fantasías, sus tristezas y alegrías en unos cuadernos. Pero desde su primera adolescencia puso todo su empeño en serlo. El objetivo era convertirse en una intelectual (“I want to write... I want to live in an intellectual atmosphere”, escribe poco después de emanciparse). Visto lo visto, podemos decir: misión cumplida.
Reborn compila esta etapa de formación, desde los 14 años hasta los 30, cuando publica su primera novela. La primera Susan es una precoz lectora que suscita al mimo tiempo sentimientos de ternura, sonrisas condescendientes e impulsos de darle de bofetadas. Una niña que ya tiene una teoría de gobierno, que escribe listas y listas de los libros que debe leer (no por el placer de leerlos, sino para poder decir “he leído”), y que le gusta acompañar el sexo con música de Prokófiev (“Sex with music! So intellectual!!!”).
Página a página Susan va completando su nombre. Las lecturas se hacen más profundas, la música pasa a un segundo plano y aparece el cine. También cambian las entradas del diario: más complejas, menos explícitas y más reveladoras.
En 300 páginas, Susan se casa, tiene un hijo, se separa; estudia, viaja, da clases; acepta su homosexualidad, se enamora, se desenamora; lee, escribe, comienza a conocerse. Quizá este último aspecto sea el más importante del libro. Si bien la persona que escribe los diarios aún es sólo Susan, de ellos saldrá Sontag. A medida que Susan analiza sus ideas y comportamientos, los censura y se da instrucciones para el futuro, crea y modela a la respetada intelectual que será.
Para ello tiene que sufrir. Susan sacrifica mucho, pero lo hace a gusto. Es más, nunca esta satisfecha con el trabajo. Si fuera posible, comería menos, dormiría menos, bebería menos... Todo con tal de aprovechar al máximo las posibilidades de la mente y la cultura.
Pero Susan no es una asceta del trabajo. Para ella, el sexo es lo mismo que la música, que el cine, que la literatura: una forma de conocer al otro y de conocerse a sí mismo. Quizá por eso la expresión “make love” y el concepto “orgasm” aparezcan tantas veces. Es parte de su formación. El libro termina con una fase muy reveladora en este aspecto: “Intellectual wanting like sexual wantig”
En su camino, Susan aprende de todos aquellos con los que se cruza. Pero, como ella misma dice, no es un aprendizaje sano. De profesores, familia, amigos, amantes, extrae lo que necesita, y luego los deja de lado. Como los vampiros, chupa la sangre de sus víctimas; y ellas se la dan gustosa, sin saber que, una vez secas, serán inservibles.
Al final del libro, Susan casi ha completado su apellido: tiene una novela escrita y en proceso de publicación, su formación “básica” ya ha terminado, el mundo intelectual la espera. Pero está sola: separada de su familia, de su ex marido, mantiene una relación poco maternal con su hijo y está a punto de abandonar a su última novia.
Ha conseguido lo que quería, pero ha pagado un alto precio. En el siguiente volumen sabremos si mereció la pena y si en su búsqueda de la fama intelectual, encontró también la felicidad.
Reborn compila esta etapa de formación, desde los 14 años hasta los 30, cuando publica su primera novela. La primera Susan es una precoz lectora que suscita al mimo tiempo sentimientos de ternura, sonrisas condescendientes e impulsos de darle de bofetadas. Una niña que ya tiene una teoría de gobierno, que escribe listas y listas de los libros que debe leer (no por el placer de leerlos, sino para poder decir “he leído”), y que le gusta acompañar el sexo con música de Prokófiev (“Sex with music! So intellectual!!!”).
Página a página Susan va completando su nombre. Las lecturas se hacen más profundas, la música pasa a un segundo plano y aparece el cine. También cambian las entradas del diario: más complejas, menos explícitas y más reveladoras.
En 300 páginas, Susan se casa, tiene un hijo, se separa; estudia, viaja, da clases; acepta su homosexualidad, se enamora, se desenamora; lee, escribe, comienza a conocerse. Quizá este último aspecto sea el más importante del libro. Si bien la persona que escribe los diarios aún es sólo Susan, de ellos saldrá Sontag. A medida que Susan analiza sus ideas y comportamientos, los censura y se da instrucciones para el futuro, crea y modela a la respetada intelectual que será.
Para ello tiene que sufrir. Susan sacrifica mucho, pero lo hace a gusto. Es más, nunca esta satisfecha con el trabajo. Si fuera posible, comería menos, dormiría menos, bebería menos... Todo con tal de aprovechar al máximo las posibilidades de la mente y la cultura.
Pero Susan no es una asceta del trabajo. Para ella, el sexo es lo mismo que la música, que el cine, que la literatura: una forma de conocer al otro y de conocerse a sí mismo. Quizá por eso la expresión “make love” y el concepto “orgasm” aparezcan tantas veces. Es parte de su formación. El libro termina con una fase muy reveladora en este aspecto: “Intellectual wanting like sexual wantig”
En su camino, Susan aprende de todos aquellos con los que se cruza. Pero, como ella misma dice, no es un aprendizaje sano. De profesores, familia, amigos, amantes, extrae lo que necesita, y luego los deja de lado. Como los vampiros, chupa la sangre de sus víctimas; y ellas se la dan gustosa, sin saber que, una vez secas, serán inservibles.
Al final del libro, Susan casi ha completado su apellido: tiene una novela escrita y en proceso de publicación, su formación “básica” ya ha terminado, el mundo intelectual la espera. Pero está sola: separada de su familia, de su ex marido, mantiene una relación poco maternal con su hijo y está a punto de abandonar a su última novia.
Ha conseguido lo que quería, pero ha pagado un alto precio. En el siguiente volumen sabremos si mereció la pena y si en su búsqueda de la fama intelectual, encontró también la felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario