Hace un rato, escuchando Spotify, me ha saltado uno de esos molestos anuncios con que bombardean a los que no pagamos por el programa. Para mi sorpresa, no ha sido de Bacardi, ni de una compañía telefónica ni de alguna película para adolescente hormonados.
Era Pedro Guerra. Él mismo anunciaba su nuevo álbum, Alma mía, volumen 1. Inmediatamente he pinchado en el banner y he descubierto que Pedro Guerra no está acabado. Después de 2 discos prescindibles y un disco en directo mal enfocado, ha decidido sentarse a solas con su guitarra y grabar las canciones que escuchó en su infancia. Boleros, zambas y coplas. Como dos extraños, La bien pagá, Ella. La música de nuestros padres y abuelos. La que nunca pasa de moda.
Sin embargo, parece que a la gente no le ha gustado mucho el anuncio... (ampliar fotografías)
A mí, en cambio, me ha alegrado la mañana. Aquellos "nuevos cantautores" surgidos a mediados de los 90 no están del todo muertos. Ismael Serrano, Rosana, Javier Álvarez y el propio Pedro Guerra se convirtieron (casi) en iconos para una breve generación. Su éxito fue fugaz, su magnetismo se desvaneció, sus consignas -sobre todo las de Ismael Serrano- estaban ya caducas.
1999 fue un año crucial en este movimiento. Javier Álvarez publicó Tres, su disco de ruptura. El mensaje antibelicista había dado paso a canciones que fueron censuradas en las radios más comerciales. Una de ellas, Padre, comenzaba con un contundente verso -Soy pajillero, maricón y drogadicto- y terminaba gritando a los 4 vientos que su autor no creía en Dios.
Pedro Guerra giró hacia dentro de sí mismo y publicó Raíz. Los conciertos con guitarra quedaron atrás; era el tiempo de melodías y letras más complejas. Con Ofrenda, su paso adelante fue aún mayor. Quizá por mala conciencia, grabó dos discos muy parecidos a Golosinas; pero ya no había magia, ni novedad.
De Rosana poco puedo hablar. Me quedé en Lunas rotas. Pero Si tú no estás sigue siendo una de las canciones de amor más bonitas de los últimos tiempos.
Ismael Serrano me recuerda a uno de aquellos veteranos de la guerra del Vietnam que sufren estrés postraumático y ven Charlies por todas partes. Nació en el pasado, de alli no se ha movido. Una lástima. A pesar de todo, aún no soy capaz de escuchar su primer disco, Atrapados en azul. Demasiados recuerdos.
Quedan -a mi juicio- pocos cantantes interesantes en el panorama español. La vieja guardia -Aute, Serrat, Sabina- vive de homenajes y rentas. Aquellos grupos de la movida parecen más viejos que los Rolling Stones. Los nuevos no aportan nada interesante; el más joven es Nacho Vegas: tiene 35 años y lleva 20 en la música. La generación intermedia, con Loquillo y Bunbury a la cabeza, sí aporta canciones y discos interesantes de cuando en cuando.
En este contexto, el retorno digno de Pedro Guerra siempre bienvenido.
El 26 de octubre estará en la FNAC de Zaragoza. Supongo que tendré que trabajar. Esperaré a la gira oficial.
Era Pedro Guerra. Él mismo anunciaba su nuevo álbum, Alma mía, volumen 1. Inmediatamente he pinchado en el banner y he descubierto que Pedro Guerra no está acabado. Después de 2 discos prescindibles y un disco en directo mal enfocado, ha decidido sentarse a solas con su guitarra y grabar las canciones que escuchó en su infancia. Boleros, zambas y coplas. Como dos extraños, La bien pagá, Ella. La música de nuestros padres y abuelos. La que nunca pasa de moda.
Sin embargo, parece que a la gente no le ha gustado mucho el anuncio... (ampliar fotografías)
A mí, en cambio, me ha alegrado la mañana. Aquellos "nuevos cantautores" surgidos a mediados de los 90 no están del todo muertos. Ismael Serrano, Rosana, Javier Álvarez y el propio Pedro Guerra se convirtieron (casi) en iconos para una breve generación. Su éxito fue fugaz, su magnetismo se desvaneció, sus consignas -sobre todo las de Ismael Serrano- estaban ya caducas.
1999 fue un año crucial en este movimiento. Javier Álvarez publicó Tres, su disco de ruptura. El mensaje antibelicista había dado paso a canciones que fueron censuradas en las radios más comerciales. Una de ellas, Padre, comenzaba con un contundente verso -Soy pajillero, maricón y drogadicto- y terminaba gritando a los 4 vientos que su autor no creía en Dios.
Pedro Guerra giró hacia dentro de sí mismo y publicó Raíz. Los conciertos con guitarra quedaron atrás; era el tiempo de melodías y letras más complejas. Con Ofrenda, su paso adelante fue aún mayor. Quizá por mala conciencia, grabó dos discos muy parecidos a Golosinas; pero ya no había magia, ni novedad.
De Rosana poco puedo hablar. Me quedé en Lunas rotas. Pero Si tú no estás sigue siendo una de las canciones de amor más bonitas de los últimos tiempos.
Ismael Serrano me recuerda a uno de aquellos veteranos de la guerra del Vietnam que sufren estrés postraumático y ven Charlies por todas partes. Nació en el pasado, de alli no se ha movido. Una lástima. A pesar de todo, aún no soy capaz de escuchar su primer disco, Atrapados en azul. Demasiados recuerdos.
Quedan -a mi juicio- pocos cantantes interesantes en el panorama español. La vieja guardia -Aute, Serrat, Sabina- vive de homenajes y rentas. Aquellos grupos de la movida parecen más viejos que los Rolling Stones. Los nuevos no aportan nada interesante; el más joven es Nacho Vegas: tiene 35 años y lleva 20 en la música. La generación intermedia, con Loquillo y Bunbury a la cabeza, sí aporta canciones y discos interesantes de cuando en cuando.
En este contexto, el retorno digno de Pedro Guerra siempre bienvenido.
El 26 de octubre estará en la FNAC de Zaragoza. Supongo que tendré que trabajar. Esperaré a la gira oficial.