29 agosto 2008

Lector público

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Siempre es bonito ver cómo lee una persona. No hay dos iguales. De ahí estas fotografías, extraídas el libro On reading, del fotógrafo André Kertész, hermano del escritor Imre (y conseguidas vía Papel en blanco).


La lectura es un acto sumamente privado, casi secreto. El lector se sumerge en las páginas del libro y sus sentimientos cambian a cada párrafo. Su rostro, en ocasiones, también. De mismo modo que el niño que sueña y se agita en la cama, ahora sonríe, ahora cierra con fuerza las manos, así el lector.

Y sin embargo, hay quienes leen en público, a la vista de todos. Tópico ya es el lector del metro o el tren. Más raro es ver a una persona caminar por la calle y leer al mismo tiempo. Éstos, quizá, sean los más exigentes lectores. No les importa caerse o tropezar con tal de permanecer dentro del libro.

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Un lector siempre tratará de averiguar qué libro lee otro lector. Probará mil posturas de cuello para ver el título, o al menos el autor; a veces con la cubierta es suficiente. Si es un buen libro, si ya lo conoce, la sonrisa es inevitable. Hay quien se anima y, a modo de despedida y con un gesto de complicidad, dice, “Muy buen libro”.

Otros preguntan, así, sin más. En ocasiones puede ser un modo de entablar conversación en una sala de espera, en ocasiones una estrategia para conocer a la persona ideal. Yo no lo hago. He descubierto demasiadas personas leyendo veneno. Cuando una persona dice “Me gusta leer”, echo a temblar. Sólo los consumidores ocasionales fanfarronean de ello. Los verdaderos adictos no proclaman su adicción a los cuatro vientos.

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