Diario de un mal año es el último de libro de JM Coetzee, el mejor premio Nobel de los últimos tiempos. La novela está protonizada por un escritor anciano con vigorosa sexualidad que redacta una colección de ensayos titulada Opiniones contundentes. En sus páginas trata la pedofilia, el origen del Estado, la tortura... Coetzee podría haber desarollado más estos temas y haber escrito un volumen completo de ensayos; ojalá algún día se decida a ello.
En uno de los capítulos habla de la reacción de los ciudadanos ante el comportamiento de sus gobernantes. ¿Cómo protestar ante lo que nos parece injusto? ¿Cómo protestar por Guantánamo?
Coetzee sugiere la posibilidad de que en Estados Unidos haya quien se suicide como única forma de protesta (y al tiempo de escape). En ciertos países quemarse a lo bonzo es relativamente usual; es un acto “vistoso”, los medios de comunicación transmiten la noticia y aumenta la presión sobre el gobierno (hace mes y medio un ciudadano rumano se quitó la vida ante las cámaras en nuestro país pero es dudoso que el trato hacia los inmigrantes haya mejorado).
El suicidio como forma “honorable” de protesta no me parece el camino correcto. Debería haber otros más fáciles. Sin embargo, cuesta imaginar uno.
¿Cuántas personas deben protestar para que un gobierno las escuche? En febrero de 2003 millones salimos a la calle para suplicar a nuestros dirigentes que no cometieran un error. Quzá si nos hubiéramos quemado a lo bonzo ahora Irak no se desangraría, ni mañana tendríamos que escuchar la sentencia de los atentados del 11 de marzo.
Pero, repito, hacernos oír debería ser más fácil. Sólo un poco más.
En uno de los capítulos habla de la reacción de los ciudadanos ante el comportamiento de sus gobernantes. ¿Cómo protestar ante lo que nos parece injusto? ¿Cómo protestar por Guantánamo?
Coetzee sugiere la posibilidad de que en Estados Unidos haya quien se suicide como única forma de protesta (y al tiempo de escape). En ciertos países quemarse a lo bonzo es relativamente usual; es un acto “vistoso”, los medios de comunicación transmiten la noticia y aumenta la presión sobre el gobierno (hace mes y medio un ciudadano rumano se quitó la vida ante las cámaras en nuestro país pero es dudoso que el trato hacia los inmigrantes haya mejorado).
El suicidio como forma “honorable” de protesta no me parece el camino correcto. Debería haber otros más fáciles. Sin embargo, cuesta imaginar uno.
¿Cuántas personas deben protestar para que un gobierno las escuche? En febrero de 2003 millones salimos a la calle para suplicar a nuestros dirigentes que no cometieran un error. Quzá si nos hubiéramos quemado a lo bonzo ahora Irak no se desangraría, ni mañana tendríamos que escuchar la sentencia de los atentados del 11 de marzo.
Pero, repito, hacernos oír debería ser más fácil. Sólo un poco más.
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