La primera vez que escuché una canción de Joan Baez fue en 1996. Por entonces Antena 3 emitía un show llamado Lluvia de estrellas, en el que ciudadanos de a pie interpretaban temas de sus cantantes favoritos. No era, ni mucho menos, un programa de mi agrado, pero por entonces no existía Internet y uno se tragaba lo que había.
En aquella ocasión, una chica joven interpretó El preso número 9. Yo me quedé fascinado y pregunté a mi madre de quién era aquella canción. Su nombre, como a tantos otros, me dejó confuso: ¿Joan era una chica? Creo recordar que la concursante llegó a la final y repitió la canción. Era bellísima (aunque hoy suena muy políticamente incorrecta).
Poco tiempo después, tuve la oportunidad de escuchar a la propia Joan Baez en una de sus míticas interpretaciones. Por entonces asistía a clases de inglés en una academia y la profesora nos hacía escuchar canciones de cuando en cuando. Nos daba un papel con fragmentos de la letra y teníamos que completarla.
Aquella canción era Blowin' in the wind.
Pedí prestada la cinta -algo que no estaba muy permitido, pero me la pasaron a condición de que no dijera nada a mis compañeros- y la escuché en el salón de mi casa una y otra vez. Por entonces pensaba que era un tema propio, y el nombre de Bob Dylan me era totalmente desconocido. En ocasiones me parece increíble que algunos compañeros de viaje -en términos de cultura- no hayan estado siempre ahí; y al mismo tiempo me resulta entrañable recordar cómo los descubrí.
Aquel año, por mi cumpleaños, pedí un disco suyo. Me lo regaló una amiga de mi madre, y fue un fracaso absoluto. La chica que cantaba en Lluvia de estrellas era rubia y la mujer que aparecía en la portada tenía el pelo oscuro. Ante la asombrada dependienta de El Corte Inglés, lo devolví diciendo: "Ésta no es Joan Baez".
El orden de los siguientes discos es confuso. Sé que, de tanto escucharla, destrocé una cinta de cassette de un concierto de 1980. Sé que un amigo me prestó un recopilatorio; lo grabé y acumuló polvo hasta que descubrí que merecía la pena. Sé que la madre de una amiga me grabó una cinta con show en Italia y otro en Japón (escuchar Blowin' in the wind en japonés es bastante curioso). Sé que me compré un doble recopilatorio donde mezclaban temas en estudio y en directo, que leí el folleto hasta casi aprendérmelo de memoria, que aprendí mucho inglés a base de escuchar las canciones y transcribirlas, que gracias a ellas descubrí quiénes eran Sacco y Vanzetti y vislumbré el horror de Camboya...
Aquel verano fui a Inglaterra. Durante 3 semanas residí en un pueblito de Cornualles, en casa de una pareja de abuelos con el acento más cerrado del país. Un día me llevaron a Portsmouth, una ciudad cercana. Allí tuve la oportunidad de comprar un álbum grabado en directo en Bilbao. Sigue siendo uno de mis discos preferidos.
Pasan los años y crecen los discos en mi estantería. Los originales, los comprados en Amazon, los piratas bajados de internet, los DVD's. Pero en un momento dado, el folk y los cantautores dejan paso al jazz y a eso que llaman rock-pop alternativo (que va desde Sigur Ros a Walkabouts o Wilco). Joan Baez es un recuerdo de tiempos pasados. No escucho sus nuevos discos, no sigo su web, y los CD's de mi estantería van mudando de lugar, hasta acabar en los rincones más invisibles.
Pero a finales de 2009, en un repaso casual a las webs de algunos artistas, descubro que Joan Baez da un concierto en Barcelona. Sin pensarlo, compro 2 de las entradas más baratas: segundo piso, visibilidad nula (las de platea cuestan 70 euros, si no recuerdo mal)
Una confusión en las fechas impide ir a al concierto a un amigo que vive en Barcelona (un cantante lírico a quien he torturado tanto con sus canciones, que ha llegado a gustarle) y convenzo a @cristinapg para que me acompañe. La chica no ha escuchado a Joan Baez en su vida, pero se anima a la aventura. AVE, paseo, café en el Palau de la Música (precioso lugar, por cierto) y, por fin, empieza el concierto.
Aunque ver a Joan Baez, la vi poco.
Me explico. Estoy acostumbrado a comprar las entradas más baratas y, gracias a la inexistencia de ascensores o lugares reservados para sillas de ruedas, ponerme en asientos de calidad. Me ha ocurrido en Zaragoza, Madrid, Londres... Pero el Palau tiene ascensor para subir hasta mi butaca (insisto, de visibilidad nula).
Durante una hora, pude escuchar la la maravillosa voz de Joan Baez. Una voz envejecida, más grave, más cálida. La mujer tiene 69 años pero sigue con fuerzas para cantar un tema a capella, mientras pasea por el escenario. Logré convencer a uno de los acomodadores para ponerme de pie un par de filas más abajo y así ver algo. El final del concierto fue muy emocionante. Gracias a la vida, Blowin' in thewind, Here's to you... El mismo final de aquella gira de 1980. Un final perfecto.
A la salida, como no podía ser de otra forma, tocaba esperar a que saliera. Rodeado de un puñado de frikis nostálgicos, y bajo la atenta mirada de mi compañera (cansada después de un día agotador), mantenía la esperanza de conseguir una fotografía.
La lluvia y el reloj me hicieron desistir, a pesar de que un miembro de su banda me había asegurado que la cantante iba a salir por la puerta donde estaba apostado. Pero el azar se puso de mi lado: la cooperativa de taxis adaptados estaba cerrada. Y justo cuando, resignados, íbamos a volver a casa a pie, encontramos un taxista que prometió venir a buscarnos al cabo de media hora.
¿Y qué mejor forma de esperar que en la salida de artistas del Palau?
Al volver, los frikis se arremolinaban ante Joan Baez. Muy sonriente, repetía Thank you a cada minuto. Estrechó manos, dio abrazos y posó para las fotografías.
Ya podía dormir tranquilo.
En aquella ocasión, una chica joven interpretó El preso número 9. Yo me quedé fascinado y pregunté a mi madre de quién era aquella canción. Su nombre, como a tantos otros, me dejó confuso: ¿Joan era una chica? Creo recordar que la concursante llegó a la final y repitió la canción. Era bellísima (aunque hoy suena muy políticamente incorrecta).
Poco tiempo después, tuve la oportunidad de escuchar a la propia Joan Baez en una de sus míticas interpretaciones. Por entonces asistía a clases de inglés en una academia y la profesora nos hacía escuchar canciones de cuando en cuando. Nos daba un papel con fragmentos de la letra y teníamos que completarla.
Aquella canción era Blowin' in the wind.
Pedí prestada la cinta -algo que no estaba muy permitido, pero me la pasaron a condición de que no dijera nada a mis compañeros- y la escuché en el salón de mi casa una y otra vez. Por entonces pensaba que era un tema propio, y el nombre de Bob Dylan me era totalmente desconocido. En ocasiones me parece increíble que algunos compañeros de viaje -en términos de cultura- no hayan estado siempre ahí; y al mismo tiempo me resulta entrañable recordar cómo los descubrí.
Aquel año, por mi cumpleaños, pedí un disco suyo. Me lo regaló una amiga de mi madre, y fue un fracaso absoluto. La chica que cantaba en Lluvia de estrellas era rubia y la mujer que aparecía en la portada tenía el pelo oscuro. Ante la asombrada dependienta de El Corte Inglés, lo devolví diciendo: "Ésta no es Joan Baez".
El orden de los siguientes discos es confuso. Sé que, de tanto escucharla, destrocé una cinta de cassette de un concierto de 1980. Sé que un amigo me prestó un recopilatorio; lo grabé y acumuló polvo hasta que descubrí que merecía la pena. Sé que la madre de una amiga me grabó una cinta con show en Italia y otro en Japón (escuchar Blowin' in the wind en japonés es bastante curioso). Sé que me compré un doble recopilatorio donde mezclaban temas en estudio y en directo, que leí el folleto hasta casi aprendérmelo de memoria, que aprendí mucho inglés a base de escuchar las canciones y transcribirlas, que gracias a ellas descubrí quiénes eran Sacco y Vanzetti y vislumbré el horror de Camboya...
Aquel verano fui a Inglaterra. Durante 3 semanas residí en un pueblito de Cornualles, en casa de una pareja de abuelos con el acento más cerrado del país. Un día me llevaron a Portsmouth, una ciudad cercana. Allí tuve la oportunidad de comprar un álbum grabado en directo en Bilbao. Sigue siendo uno de mis discos preferidos.
Pasan los años y crecen los discos en mi estantería. Los originales, los comprados en Amazon, los piratas bajados de internet, los DVD's. Pero en un momento dado, el folk y los cantautores dejan paso al jazz y a eso que llaman rock-pop alternativo (que va desde Sigur Ros a Walkabouts o Wilco). Joan Baez es un recuerdo de tiempos pasados. No escucho sus nuevos discos, no sigo su web, y los CD's de mi estantería van mudando de lugar, hasta acabar en los rincones más invisibles.
Pero a finales de 2009, en un repaso casual a las webs de algunos artistas, descubro que Joan Baez da un concierto en Barcelona. Sin pensarlo, compro 2 de las entradas más baratas: segundo piso, visibilidad nula (las de platea cuestan 70 euros, si no recuerdo mal)
Una confusión en las fechas impide ir a al concierto a un amigo que vive en Barcelona (un cantante lírico a quien he torturado tanto con sus canciones, que ha llegado a gustarle) y convenzo a @cristinapg para que me acompañe. La chica no ha escuchado a Joan Baez en su vida, pero se anima a la aventura. AVE, paseo, café en el Palau de la Música (precioso lugar, por cierto) y, por fin, empieza el concierto.
Aunque ver a Joan Baez, la vi poco.
Me explico. Estoy acostumbrado a comprar las entradas más baratas y, gracias a la inexistencia de ascensores o lugares reservados para sillas de ruedas, ponerme en asientos de calidad. Me ha ocurrido en Zaragoza, Madrid, Londres... Pero el Palau tiene ascensor para subir hasta mi butaca (insisto, de visibilidad nula).
Durante una hora, pude escuchar la la maravillosa voz de Joan Baez. Una voz envejecida, más grave, más cálida. La mujer tiene 69 años pero sigue con fuerzas para cantar un tema a capella, mientras pasea por el escenario. Logré convencer a uno de los acomodadores para ponerme de pie un par de filas más abajo y así ver algo. El final del concierto fue muy emocionante. Gracias a la vida, Blowin' in thewind, Here's to you... El mismo final de aquella gira de 1980. Un final perfecto.
A la salida, como no podía ser de otra forma, tocaba esperar a que saliera. Rodeado de un puñado de frikis nostálgicos, y bajo la atenta mirada de mi compañera (cansada después de un día agotador), mantenía la esperanza de conseguir una fotografía.
La lluvia y el reloj me hicieron desistir, a pesar de que un miembro de su banda me había asegurado que la cantante iba a salir por la puerta donde estaba apostado. Pero el azar se puso de mi lado: la cooperativa de taxis adaptados estaba cerrada. Y justo cuando, resignados, íbamos a volver a casa a pie, encontramos un taxista que prometió venir a buscarnos al cabo de media hora.
¿Y qué mejor forma de esperar que en la salida de artistas del Palau?
Al volver, los frikis se arremolinaban ante Joan Baez. Muy sonriente, repetía Thank you a cada minuto. Estrechó manos, dio abrazos y posó para las fotografías.
Ya podía dormir tranquilo.
Por cierto, si alguien quiere escuchar algo de ella, aquí puede hacerlo.
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