22 marzo 2010

Away we go, la vena optimista de Sam Mendes

Away we go es la peor película de Sam Mendes. Lo que no significa que sea una mala película, ni mucho menos. Pero sus anteriores trabajos -American Beauty, Revolutionary Road, Road to Perdition- eran redondos, soberbios, duros. Aquí ha aflojado el nivel de pesimismo y humor negro; hasta el punto de que si tras ver su anterior trabajo los solteros nos alegrábamos de no tener pareja, ahora el matrimonio puede llegar a parecer una situación positiva.

Sam Mendes nos cuenta la historia de una pareja de treintañeros que tratan de convertirse en una familia normal al descubrir que van a ser padres. Para eso, lo primero es tener una casa propia y abandonar la caravana en la que viven. Ante la imposibilidad de residir en la casa de los padres de él (que deciden mudarse a Europa y alquilar la vivienda a unos desconocidos), comienzan un viaje por diferentes ciudades de Estados Unidos y Canadá, en busca de "el mejor lugar del mundo" tal y como han traducido en España con muy poco acierto. Mucho mejor la traducción literal, Allá vamos.



En su recorrido paran en casa de amigos de la infancia, antiguos compañeros de trabajo y familiares. Todo les animan a vivir en sus ciudades y, en definitiva, comportarse como ellos. En estas visitas se producen los mejores momentos de lapelícula. Ninguna de estas familias son ideales, pero creen serlo. Está la mujer sin tapujos que sólo piensa en sexo, en un patético intento por recuperar la belleza perdida, la pareja estilo new age que duerme en la misma cama con los niños...



El final de Away we go podría ser el inicio de la relación entre la Kate Winslet y el Leoardo di Caprio de Revolutionary road. Pero espero que no terminen igual...

15 marzo 2010

Causas y azares: primer cortometraje

Dije en verano y repetí hace dos meses que éste iba a ser un año enfocado al cine. He visto muchas películas, he leído un puñado de guiones y de manuales sobre escritura para cine y estoy cursando un máster que, se supone, me va ayudar en mi camino. Sólo me faltaba la práctica, y este fin de semana me he puesto a ello.

Con la inestimable ayuda de varios compañeros de mi trabajo, he grabado mi primer corto. Se llama Sed. Y cómo no, tiene una historia detrás.

Hace varios meses, comenté a Miguel Cortiñas, uno de los socios de la productora zaragozana Pixel y Gretel, que quería rodar un videominuto para un concurso de la Universidad de Zaragoza. Me dijo que le diese un guión y lo montábamos juntos. Le enseñé varios microrrelatos que escribí hace unos 4 años para un taller de literatura online y eligió el más sencillo de grabar (el que no requería volar un avión o quemar un teatro). Era éste.

Tanilo Guyo era un hombre con una rara enfermedad: sed permanente. Cada mañana, Tanilo salía de casa con una botella de dos litros de agua para el camino; durante la jornada laboral, acababa otras tres.

El día de la huelga general, Tanilo fue a trabajar. En la puerta, varios piquetes le impedían el paso.

Camino a casa, volvió la sed.

Buscó un bar por los alrededores, pero estaban todos cerrados; lo intentó en bancos, comercios; llamó a los timbres. Nadie quiso abrirle.

Tanilo Guyo fue la única víctima de la huelga general; murió delante del Ministerio del Interior, donde sólo pretendía que le dieran un poco de agua.


Lo reconvertí en guión en una tarde y escribí la secuencia de planos el día de Nochebuena. Para ello me leí un manual básico de narrativa audiovisual y, pese a mi inexperiencia en la materia, le gustó. Excepto algún plano añadido para poder jugar en montaje, ése ha sido el guión que hemos utilizado.

Supongo que en las producciones grandes los integrantes del equipo se reparten las tareas. Aquí buena parte del curro se lo ha llevado Cortiñas. Alquiler y manejo del equipo, selección del actor, reclutamiento de personal, montaje... Se lo agradezco de todo corazón. He aprendido mucho de él y del resto de compañeros: Rubén Sanbruno, David Calvo y Julián Flordelís, que empezó en la historia prestando su coche y se convirtió en imprescindible a la hora de organizar a la gente en la Calle Alfonso e impedir que nadie resultase herido.

Tanilo Guyo es interpretado por Jesús Llanos, un actor de teatro al que yo no conocía y que ha conseguido clavar la imagen que yo tenía del personaje (además de ser un tipo estupendo)

Si algo he aprendido con la grabación del corto es la diferencia entre la literatura y el cine (por más que conociera la teoría). Escribí el relato solo en pocos minutos, pero para plasmarlo en imágenes es necesaria la colaboración de más de una decena de personas.

Y no me olvido de los extras, de la actriz secundaria, de la compañera que me cambió el turno para permitirme grabar, de la amiga que locuta el único texto que aparece en el corto, de los amigos que me prestaron la casa para grabar, de la vecina que tuvo que aguantar ruidos a las 4 de la mañana, de la persona que me dio a conocer la existencia del concurso, de los que me han animado.... Espero no dejarme a nadie.

Es imposible nombrar a todos en los títulos de crédito. De ahí este post.

Muchas gracias.

Espero que éste sea el inicio de una larga y satisfactoria carrera. El tiempo lo dirá.

10 marzo 2010

Joan Baez: autobombo

La primera vez que escuché una canción de Joan Baez fue en 1996. Por entonces Antena 3 emitía un show llamado Lluvia de estrellas, en el que ciudadanos de a pie interpretaban temas de sus cantantes favoritos. No era, ni mucho menos, un programa de mi agrado, pero por entonces no existía Internet y uno se tragaba lo que había.

En aquella ocasión, una chica joven interpretó El preso número 9. Yo me quedé fascinado y pregunté a mi madre de quién era aquella canción. Su nombre, como a tantos otros, me dejó confuso: ¿Joan era una chica? Creo recordar que la concursante llegó a la final y repitió la canción. Era bellísima (aunque hoy suena muy políticamente incorrecta).



Poco tiempo después, tuve la oportunidad de escuchar a la propia Joan Baez en una de sus míticas interpretaciones. Por entonces asistía a clases de inglés en una academia y la profesora nos hacía escuchar canciones de cuando en cuando. Nos daba un papel con fragmentos de la letra y teníamos que completarla.

Aquella canción era Blowin' in the wind.



Pedí prestada la cinta -algo que no estaba muy permitido, pero me la pasaron a condición de que no dijera nada a mis compañeros- y la escuché en el salón de mi casa una y otra vez. Por entonces pensaba que era un tema propio, y el nombre de Bob Dylan me era totalmente desconocido. En ocasiones me parece increíble que algunos compañeros de viaje -en términos de cultura- no hayan estado siempre ahí; y al mismo tiempo me resulta entrañable recordar cómo los descubrí.

Aquel año, por mi cumpleaños, pedí un disco suyo. Me lo regaló una amiga de mi madre, y fue un fracaso absoluto. La chica que cantaba en Lluvia de estrellas era rubia y la mujer que aparecía en la portada tenía el pelo oscuro. Ante la asombrada dependienta de El Corte Inglés, lo devolví diciendo: "Ésta no es Joan Baez".

El orden de los siguientes discos es confuso. Sé que, de tanto escucharla, destrocé una cinta de cassette de un concierto de 1980. Sé que un amigo me prestó un recopilatorio; lo grabé y acumuló polvo hasta que descubrí que merecía la pena. Sé que la madre de una amiga me grabó una cinta con show en Italia y otro en Japón (escuchar Blowin' in the wind en japonés es bastante curioso). Sé que me compré un doble recopilatorio donde mezclaban temas en estudio y en directo, que leí el folleto hasta casi aprendérmelo de memoria, que aprendí mucho inglés a base de escuchar las canciones y transcribirlas, que gracias a ellas descubrí quiénes eran Sacco y Vanzetti y vislumbré el horror de Camboya...

Aquel verano fui a Inglaterra. Durante 3 semanas residí en un pueblito de Cornualles, en casa de una pareja de abuelos con el acento más cerrado del país. Un día me llevaron a Portsmouth, una ciudad cercana. Allí tuve la oportunidad de comprar un álbum grabado en directo en Bilbao. Sigue siendo uno de mis discos preferidos.

Pasan los años y crecen los discos en mi estantería. Los originales, los comprados en Amazon, los piratas bajados de internet, los DVD's. Pero en un momento dado, el folk y los cantautores dejan paso al jazz y a eso que llaman rock-pop alternativo (que va desde Sigur Ros a Walkabouts o Wilco). Joan Baez es un recuerdo de tiempos pasados. No escucho sus nuevos discos, no sigo su web, y los CD's de mi estantería van mudando de lugar, hasta acabar en los rincones más invisibles.

Pero a finales de 2009, en un repaso casual a las webs de algunos artistas, descubro que Joan Baez da un concierto en Barcelona. Sin pensarlo, compro 2 de las entradas más baratas: segundo piso, visibilidad nula (las de platea cuestan 70 euros, si no recuerdo mal)

Una confusión en las fechas impide ir a al concierto a un amigo que vive en Barcelona (un cantante lírico a quien he torturado tanto con sus canciones, que ha llegado a gustarle) y convenzo a @cristinapg para que me acompañe. La chica no ha escuchado a Joan Baez en su vida, pero se anima a la aventura. AVE, paseo, café en el Palau de la Música (precioso lugar, por cierto) y, por fin, empieza el concierto.

Aunque ver a Joan Baez, la vi poco.

Me explico. Estoy acostumbrado a comprar las entradas más baratas y, gracias a la inexistencia de ascensores o lugares reservados para sillas de ruedas, ponerme en asientos de calidad. Me ha ocurrido en Zaragoza, Madrid, Londres... Pero el Palau tiene ascensor para subir hasta mi butaca (insisto, de visibilidad nula).

Durante una hora, pude escuchar la la maravillosa voz de Joan Baez. Una voz envejecida, más grave, más cálida. La mujer tiene 69 años pero sigue con fuerzas para cantar un tema a capella, mientras pasea por el escenario. Logré convencer a uno de los acomodadores para ponerme de pie un par de filas más abajo y así ver algo. El final del concierto fue muy emocionante. Gracias a la vida, Blowin' in thewind, Here's to you... El mismo final de aquella gira de 1980. Un final perfecto.

A la salida, como no podía ser de otra forma, tocaba esperar a que saliera. Rodeado de un puñado de frikis nostálgicos, y bajo la atenta mirada de mi compañera (cansada después de un día agotador), mantenía la esperanza de conseguir una fotografía.

La lluvia y el reloj me hicieron desistir, a pesar de que un miembro de su banda me había asegurado que la cantante iba a salir por la puerta donde estaba apostado. Pero el azar se puso de mi lado: la cooperativa de taxis adaptados estaba cerrada. Y justo cuando, resignados, íbamos a volver a casa a pie, encontramos un taxista que prometió venir a buscarnos al cabo de media hora.

¿Y qué mejor forma de esperar que en la salida de artistas del Palau?

Al volver, los frikis se arremolinaban ante Joan Baez. Muy sonriente, repetía Thank you a cada minuto. Estrechó manos, dio abrazos y posó para las fotografías.

Raul Baez

Ya podía dormir tranquilo.

Por cierto, si alguien quiere escuchar algo de ella, aquí puede hacerlo.