Estos días, los ciudadanos hemos podido comprobar una vez más la doble e hipócrita moral de los medios de comunicación. Y utilizo la palabra moral por costumbre, pues, salvo excepciones, carecen de ella.
El tema no es especialmente importante para el espectador o lector de periódicos medio. No va a cambiar nada en nuestras vidas. Pero quizá por ello podamos tomar cierta distancia y comparar: cómo son las cosas y cómo nos las presentan.
El congreso de Colombia está a unto de dar el visto bueno a un referéndum por el cual los ciudadanos votaran si quieren que el presidente de la República pueda presentarse a un tercer mandato. Si los colombianos dicen que sí, habría que cambiar la constitución. Nada que objetar por mi parte.
Grosso modo, todas las cartas magnas de América Latina tienen muchos lastres de anteriores gobiernos, en su mayoría autoritarios. Uno de estos lastres es, precisamente, el límite a la reelección (curioso: un dictador redacta una ley para que su sucesor -demócrata en teoría- no pueda gobernar más de 4 años seguidos).
Mis reparos no vienen del hecho en sí, sino de la forma de informar sobre él. Lo decía antes de vacaciones: la mayoría de los gobernantes que intentan cambiar las leyes pretenden “perpetuarse en el poder” (según los medios españoles, claro). Pero Álvaro Uribe no.
El presidente de Colombia es un hombre honrado, decente, un demócrata de toda la vida. ¿Cómo va Uribe, con esa cara de niño bueno que da ser amigo del Imperio, esa sonrisa frnca y esa mano tendida, esa vooz calada que nunca amenaza, sólo cumple; cómo va el bueno de Álvaro, que no se mete ni con Europa, ni pretende revolucionar el continente, ni tienes ideas raras en la cabeza; Uribe, ese liberal de pro, siempre trajeado, cómo va él a querer perpetuarse en el poder? No hombre no.
Lo que pasa es que Uribe quiere modernizar su país, limpiar Colombia de narcotraficantes y llevarla al siglo XXI. Y para so, claro, no le basta con 4 años. A se vio obligado a reescribir la Constitución una vez y así poder trabajar para su pueblo otra legislatura. Pero no ha sido suficiente: los enemigos son muchos. A la tercera va la vencida, seguro.
En realidad, el señor Uribe gobierna el país más peligroso de Latinoamérica. Su Parlamento está corrupto hasta los tuétanos (incluso lo dice, medio escondido, El País), los paramilitares campan a sus anchas por selvas y ciudades, la manipulación de la información y la sumisión de los medios al poder son absolutas y los sindicalistas son asesinados.
Pero todo esto no importa a la mayoría de los medios españoles. De hecho informan sobre su reelección casi con timidez. Indigna comparar los textos publicados esos días por los escritos sobre el referéndum de Chávez. Indigna recordar que Manuel Zelaya intentó hacer lo mismo que Uribe, que la respuesta que obtuvo fue un golpe de estado y que todos los medios recordaban -casi justificando el golpe- que antes había intentado “perpetuarse en el poder”.
Como siempre, en el fondo es cuestión de dinero. PRISA, REPSOL y Telefónica tienen demasiados intereses en Colombia como para tocar un pelo a su presidente. Em cambio, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa... son todos unos revolucionarios que pretenden dar a sus ciudadanos lo que es suyo. Y eso, claro, no se puede consentir.
El tema no es especialmente importante para el espectador o lector de periódicos medio. No va a cambiar nada en nuestras vidas. Pero quizá por ello podamos tomar cierta distancia y comparar: cómo son las cosas y cómo nos las presentan.
El congreso de Colombia está a unto de dar el visto bueno a un referéndum por el cual los ciudadanos votaran si quieren que el presidente de la República pueda presentarse a un tercer mandato. Si los colombianos dicen que sí, habría que cambiar la constitución. Nada que objetar por mi parte.
Grosso modo, todas las cartas magnas de América Latina tienen muchos lastres de anteriores gobiernos, en su mayoría autoritarios. Uno de estos lastres es, precisamente, el límite a la reelección (curioso: un dictador redacta una ley para que su sucesor -demócrata en teoría- no pueda gobernar más de 4 años seguidos).
Mis reparos no vienen del hecho en sí, sino de la forma de informar sobre él. Lo decía antes de vacaciones: la mayoría de los gobernantes que intentan cambiar las leyes pretenden “perpetuarse en el poder” (según los medios españoles, claro). Pero Álvaro Uribe no.
El presidente de Colombia es un hombre honrado, decente, un demócrata de toda la vida. ¿Cómo va Uribe, con esa cara de niño bueno que da ser amigo del Imperio, esa sonrisa frnca y esa mano tendida, esa vooz calada que nunca amenaza, sólo cumple; cómo va el bueno de Álvaro, que no se mete ni con Europa, ni pretende revolucionar el continente, ni tienes ideas raras en la cabeza; Uribe, ese liberal de pro, siempre trajeado, cómo va él a querer perpetuarse en el poder? No hombre no.
Lo que pasa es que Uribe quiere modernizar su país, limpiar Colombia de narcotraficantes y llevarla al siglo XXI. Y para so, claro, no le basta con 4 años. A se vio obligado a reescribir la Constitución una vez y así poder trabajar para su pueblo otra legislatura. Pero no ha sido suficiente: los enemigos son muchos. A la tercera va la vencida, seguro.
En realidad, el señor Uribe gobierna el país más peligroso de Latinoamérica. Su Parlamento está corrupto hasta los tuétanos (incluso lo dice, medio escondido, El País), los paramilitares campan a sus anchas por selvas y ciudades, la manipulación de la información y la sumisión de los medios al poder son absolutas y los sindicalistas son asesinados.
Pero todo esto no importa a la mayoría de los medios españoles. De hecho informan sobre su reelección casi con timidez. Indigna comparar los textos publicados esos días por los escritos sobre el referéndum de Chávez. Indigna recordar que Manuel Zelaya intentó hacer lo mismo que Uribe, que la respuesta que obtuvo fue un golpe de estado y que todos los medios recordaban -casi justificando el golpe- que antes había intentado “perpetuarse en el poder”.
Como siempre, en el fondo es cuestión de dinero. PRISA, REPSOL y Telefónica tienen demasiados intereses en Colombia como para tocar un pelo a su presidente. Em cambio, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa... son todos unos revolucionarios que pretenden dar a sus ciudadanos lo que es suyo. Y eso, claro, no se puede consentir.