Si uno visita la página web de Javier Marías, se encontrará con una ingente cantidad de información: biografía, reseñas de libros, entrevistas, especiales sobre Juan Benet o Julián Marías. Un apartado especial es el llamado blog: en él, se cuelgan cada domingo los artículos que Javier Marías escribe para el País Semanal y se difunden las noticias relativas al autor. Hoy, día de elecciones, se puede leer una muy grata noticia:
“El pasado viernes 25 de mayo Javier Marías acabó de escribir el tercer y último volumen de Tu rostro mañana, que llevará por título Veneno y sombra y adiós. Su publicación está prevista para finales de septiembre en la editorial Alfaguara.
El volumen 1, Fiebre y lanza, se publicó en 2002 y el volumen 2, Baile y sueño, en 2004. Con Veneno y sombra y adiós, cuyo manuscrito tiene 656 páginas, se cierra Tu rostro mañana, el largo proyecto novelístico iniciado por el escritor el 3 de septiembre de 1998, es decir, hace casi nueve años.”
Ésta es una excusa como otra cualquiera para repasar la vida y obra de uno de los mejores escritores españoles del momento.
Javier Marías empezó a escribir muy pronto, de adolescente. A los 19 años termina su primera novela, Los dominios del lobo, y sale publicada en Edhasa gracias a la mediación de su “padre literario”, Juan Benet. Tras su muerte declarará :
“Vicente Molina Foix, que ya era algo amigo mío y que había leído la primera novela que yo había escrito, en un momento dado me dijo: ¿y por qué no intentamos publicar esto? A mí me ha gustado mucho, se lo voy a pasar a Juan Benet (...) De modo que sí, la publicación de ese libro se la debo en buena medida a Juan Benet, no a mi familia desde luego, como alguna gente en su día pensó.
(...) No exagero si digo que Juan Benet ha sido una de las cinco personas más importantes de mi vida, en el aspecto personal. Y no sólo porque era un gran amigo con el cual además el trato se ha mantenido frecuente y continuo durante esos más de veinte años, sino que además para un chico de dieciocho años como yo tenía cuando le conocí, fue un verdadero maestro.”
Al año siguiente, 1972, escribe y publica su segunda novela Travesía del horizonte. Estos primeros libros, sin ser de gran calidad, prefiguran de algún modo sus señas de identidad: localización de la historia en tierras extranjeras, y elección de un lenguaje y unos temas nada propios de la literatura nacional del momento.
En 1974 comienza a trabajar como asesor literario de la editorial Alfaguara. Ese año leerá al austriaco Thomas Bernhard y sugerirá su publicación. El escritor será una importante referencia en la literatura de Marías, en especial en lo relativo al lenguaje: frases largas, multiplicación de las comas, repetición obsesiva de palabras y expresiones...
Durante los años siguientes de dedicará a verter al castellano diferentes escritores anglosajones: Thomas Hardy, William Faulkner, Joseph Conrad... Con la traducción de La vida y opiniones del caballero Tristam Shandy gana el Premio Nacional de Traducción en 1978. Tiene 27 años. Cuando cree su propia editorial, él mismo se encargará de traducir a sus autores preferidos. Según Marías, la traducción es el mejor camino para aprender a escribir. Es seguro que las digresiones que ahora utiliza en Tu rostro mañana no existirían de no haber “reescrito” el Tristam Shandy.
Esta “afición” por la escritura, –Marías nunca se ha considerado un escritor “profesional”– no es casual. Su padre, el filósofo Julián Marías, tuvo que exiliarse en Estados Unidos al poco de nacer Javier. El bebé Marías (cuesta pensar que este hombre haya sido bebé en algún momento), reside en casa del poeta Jorge Guillén; y tiene como vecino a Vladimir Nabokov. Con estos antecedentes, lo extraño sería que se hubiese dedicado a la carpintería –de hecho, todos sus hermanos, sin ser novelistas, escriben.
Pero no sólo de literatura vive el hombre, y Javier Marías siempre se sintió atraído por el cine. En la Universidad conoció al futuro director Agustín Díaz Yanes, y tiene como tíos a Ricardo Franco, (el fallecido autor de La buena estrella) y a Jess Franco, director de más de 200 películas de serie Z (entre ellas, la saga de Fumanchú). Su primer sueldo lo ganará traduciendo guiones para él. Si bien actuó en una de sus pelícluas, hoy su afición por el cine se limita al visionado de películas clásicas y a la redacción de artículos (de cuando en cuando podemos leer una andanada contra obras como Babel o un elogio a su siempre querida Campanadas a medianoche).
En 1986 gana el premio Herralde con El hombre sentimental (realmente una novela muy poco interesante), un premio al que renunciará tras su ruptura con la editorial. Si bien no están muy claras las razones de su huida de Anagrama, algo se entiende al leer su libro Negra espalda del tiempo –el más autobiográfico de todos sus libros, definido por Marías como una “falsa novela”. En él se señalan problemas de dinero y los legendarios malos modos del editor .
Lo cierto es que fue en Anagrama donde primero publicó Todas las almas, la novela que más repercusiones ha traído a su vida y su obra. La obra central, por decirlo claramente, de Javier Marías.
Sin Todas las almas, no existiría la falsa novela antes mencionada ni la trilogía que ahora está a punto de cerrar. En ella, Marías inventa un personaje sin nombre que enseña español en la Universidad de Oxford. Allí conocerá a peculiares miembros del claustro, se enamorará de una mujer casada, entablará amistad con un antiguo espía del servicio secreto inglés reconvertido en eminente profesor... El libro gozó de buenas críticas y ventas, y en él muchos lectores quisieron ver una roman à clef; una tentación en la que, aun conociendo la opinión del autor al respecto, no es difícil caer.
El año 1992 es clave en la trayectoria de Javier Marías. Publica en febrero Corazón tan blanco, novela que obtiene el aplauso unánime del público, tanto en España como en el extranjero. Es de sobras conocido el papel que en este éxito tuvo el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, auténtico gurú literario en su país, que calificó la novela de "absoluta obra maestra".
Mañana en la batalla piensa en mí, la última novela publicada en Anagrama, supuso un aluvión de premios, entre ellos el Rómulo Gallegos (si bien argumentalmente atractiva, no llega a la altura literaria de sus predecesoras). En el discurso de aceptación del premio, Lo que sucede y no sucede, prefigura el tema de sus siguientes obras. Dice así: “se necesita conocer lo posible además de lo cierto, las conjeturas y las hipótesis y los fracasos además de los hechos, lo descartado y lo que pudo ser además de lo que fue.”
Esto es lo que hará en la ya mencionada Negra espalda del tiempo. Hablar del presente y del pasado; de los recuerdos, de las ficciones, de los recuerdos ficcionados; de las realidades verdaderas y las realidades inventadas; de lo que sucedió, de lo que pudo suceder; del qué hubiera sucedido si nada no hubiera sucedido.
Antes de terminar este perfil (casi hagiografía) que viene alargándose demasiado, es necesario hablar de la faceta ensayística de Javier Marías. Si desde sus primeros tiempos escribe ensayos en torno a la literatura, el cine o el fútbol, a partir de 1994 inicia una colaboración regular con el suplemento El Semanal. Comienza a asentarse una fama de “huraño”, “pedante” y “criticón” para el gran público, a la par que de hombre absolutamente independiente de partidos y corrientes, celoso de sus derechos y poseedor de un peculiar sentido del humor (apreciable en su “duelo humorístico” con su vecino de página, el escritor y articulista Arturo Pérez Reverte).
La colaboración se rompe a principios del año 2003, cuando el suplemento de niega a dar a la imprenta un artículo en el que critica a las iglesias y las religiones. Al poco tiempo, El País Semanal “ficha” al escritor y sus artículos llegan a un mayor número de lectores.
En este periódico continúa escribiendo –con mayor descaro si cabe– sobre lo que le apetece: se permite el lujo, entre muchos ejemplos, de arremeter contra políticos de uno y otro signo; de criticar los comportamientos de los medios de comunicación (sin perdonar a El País, que le da de comer); de sacar los colores a los famosos y profesionales de la comunicación y la política que toman cocaína como si de café se tratase (en ese mismo artículo declara haberla usado en un par de ocasiones para resistir las maratónicas sesiones de promoción que una novela exige; una declaración que le honra, al ser uno de los pocos personajes conocidos, compartiendo lugar con Joaquín Sabina, que admite lo que muchos en secreto y con actitud hipócrita esconden).
Y llega el fin, la culminación de toda una carrera literaria (por mucho que Marías no quiera verla como tal). Tu rostro mañana es la novela definitiva de Javier Marías. A lo largo de 3 volúmenes (pero –insiste el autor– no es una trilogía, sino una novela publicada en diferentes tomos, estrategia usada para permitir que su padre y el hispanista Peter Russell pudieran leerla en parte; ninguno podrá ver su final), Marías cuenta la historia de Jacobo Deza, el protagonista sin nombre de Todas las almas, que vuelve a Oxford 10 años después para trabajar como espía.
Es una novela en la que se cuenta poco, se sugiere más y se piensa mucho (“pensamiento literario”, según lo define de su autor). La técnica de la digresión y el sentido del humor aprendidos al traducir el Tristam Shandy llenan esta obra: es imposible olvidar la magistral escena de casi 100 páginas en la que el jefe del servicio secreto amenaza con una espada medieval a un español puesto de cocaína en los lavabos de minusválidos de un pub londinense, escena en la que lo que menos importa es la espada o el peligro en sí, sino toda la reflexión que el protagonista lleva a cabo en los pocos minutos reales que dura.
Pero no todo es humor en Tu rostro mañana. También hay lugar para el recuerdo de épocas oscuras: el juicio que su padre tuvo que soportar durante el franquismo o las corridas de toros de se celebraban en la inmediata posguerra (“fiestas” en las uno de los vencidos se convertía en el toro).
La página final del segundo volumen helaba la sangre a los lectores. En octubre tendremos la oportunidad de leer el final de la que es, para el autor de este artículo, la mejor novela española de los últimos 20 años.
Hasta entonces, paciencia.
“El pasado viernes 25 de mayo Javier Marías acabó de escribir el tercer y último volumen de Tu rostro mañana, que llevará por título Veneno y sombra y adiós. Su publicación está prevista para finales de septiembre en la editorial Alfaguara.
El volumen 1, Fiebre y lanza, se publicó en 2002 y el volumen 2, Baile y sueño, en 2004. Con Veneno y sombra y adiós, cuyo manuscrito tiene 656 páginas, se cierra Tu rostro mañana, el largo proyecto novelístico iniciado por el escritor el 3 de septiembre de 1998, es decir, hace casi nueve años.”
Ésta es una excusa como otra cualquiera para repasar la vida y obra de uno de los mejores escritores españoles del momento.
Javier Marías empezó a escribir muy pronto, de adolescente. A los 19 años termina su primera novela, Los dominios del lobo, y sale publicada en Edhasa gracias a la mediación de su “padre literario”, Juan Benet. Tras su muerte declarará :
“Vicente Molina Foix, que ya era algo amigo mío y que había leído la primera novela que yo había escrito, en un momento dado me dijo: ¿y por qué no intentamos publicar esto? A mí me ha gustado mucho, se lo voy a pasar a Juan Benet (...) De modo que sí, la publicación de ese libro se la debo en buena medida a Juan Benet, no a mi familia desde luego, como alguna gente en su día pensó.
(...) No exagero si digo que Juan Benet ha sido una de las cinco personas más importantes de mi vida, en el aspecto personal. Y no sólo porque era un gran amigo con el cual además el trato se ha mantenido frecuente y continuo durante esos más de veinte años, sino que además para un chico de dieciocho años como yo tenía cuando le conocí, fue un verdadero maestro.”
Al año siguiente, 1972, escribe y publica su segunda novela Travesía del horizonte. Estos primeros libros, sin ser de gran calidad, prefiguran de algún modo sus señas de identidad: localización de la historia en tierras extranjeras, y elección de un lenguaje y unos temas nada propios de la literatura nacional del momento.
En 1974 comienza a trabajar como asesor literario de la editorial Alfaguara. Ese año leerá al austriaco Thomas Bernhard y sugerirá su publicación. El escritor será una importante referencia en la literatura de Marías, en especial en lo relativo al lenguaje: frases largas, multiplicación de las comas, repetición obsesiva de palabras y expresiones...
Durante los años siguientes de dedicará a verter al castellano diferentes escritores anglosajones: Thomas Hardy, William Faulkner, Joseph Conrad... Con la traducción de La vida y opiniones del caballero Tristam Shandy gana el Premio Nacional de Traducción en 1978. Tiene 27 años. Cuando cree su propia editorial, él mismo se encargará de traducir a sus autores preferidos. Según Marías, la traducción es el mejor camino para aprender a escribir. Es seguro que las digresiones que ahora utiliza en Tu rostro mañana no existirían de no haber “reescrito” el Tristam Shandy.
Esta “afición” por la escritura, –Marías nunca se ha considerado un escritor “profesional”– no es casual. Su padre, el filósofo Julián Marías, tuvo que exiliarse en Estados Unidos al poco de nacer Javier. El bebé Marías (cuesta pensar que este hombre haya sido bebé en algún momento), reside en casa del poeta Jorge Guillén; y tiene como vecino a Vladimir Nabokov. Con estos antecedentes, lo extraño sería que se hubiese dedicado a la carpintería –de hecho, todos sus hermanos, sin ser novelistas, escriben.
Pero no sólo de literatura vive el hombre, y Javier Marías siempre se sintió atraído por el cine. En la Universidad conoció al futuro director Agustín Díaz Yanes, y tiene como tíos a Ricardo Franco, (el fallecido autor de La buena estrella) y a Jess Franco, director de más de 200 películas de serie Z (entre ellas, la saga de Fumanchú). Su primer sueldo lo ganará traduciendo guiones para él. Si bien actuó en una de sus pelícluas, hoy su afición por el cine se limita al visionado de películas clásicas y a la redacción de artículos (de cuando en cuando podemos leer una andanada contra obras como Babel o un elogio a su siempre querida Campanadas a medianoche).
En 1986 gana el premio Herralde con El hombre sentimental (realmente una novela muy poco interesante), un premio al que renunciará tras su ruptura con la editorial. Si bien no están muy claras las razones de su huida de Anagrama, algo se entiende al leer su libro Negra espalda del tiempo –el más autobiográfico de todos sus libros, definido por Marías como una “falsa novela”. En él se señalan problemas de dinero y los legendarios malos modos del editor .
Lo cierto es que fue en Anagrama donde primero publicó Todas las almas, la novela que más repercusiones ha traído a su vida y su obra. La obra central, por decirlo claramente, de Javier Marías.
Sin Todas las almas, no existiría la falsa novela antes mencionada ni la trilogía que ahora está a punto de cerrar. En ella, Marías inventa un personaje sin nombre que enseña español en la Universidad de Oxford. Allí conocerá a peculiares miembros del claustro, se enamorará de una mujer casada, entablará amistad con un antiguo espía del servicio secreto inglés reconvertido en eminente profesor... El libro gozó de buenas críticas y ventas, y en él muchos lectores quisieron ver una roman à clef; una tentación en la que, aun conociendo la opinión del autor al respecto, no es difícil caer.
El año 1992 es clave en la trayectoria de Javier Marías. Publica en febrero Corazón tan blanco, novela que obtiene el aplauso unánime del público, tanto en España como en el extranjero. Es de sobras conocido el papel que en este éxito tuvo el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, auténtico gurú literario en su país, que calificó la novela de "absoluta obra maestra".
Mañana en la batalla piensa en mí, la última novela publicada en Anagrama, supuso un aluvión de premios, entre ellos el Rómulo Gallegos (si bien argumentalmente atractiva, no llega a la altura literaria de sus predecesoras). En el discurso de aceptación del premio, Lo que sucede y no sucede, prefigura el tema de sus siguientes obras. Dice así: “se necesita conocer lo posible además de lo cierto, las conjeturas y las hipótesis y los fracasos además de los hechos, lo descartado y lo que pudo ser además de lo que fue.”
Esto es lo que hará en la ya mencionada Negra espalda del tiempo. Hablar del presente y del pasado; de los recuerdos, de las ficciones, de los recuerdos ficcionados; de las realidades verdaderas y las realidades inventadas; de lo que sucedió, de lo que pudo suceder; del qué hubiera sucedido si nada no hubiera sucedido.
Antes de terminar este perfil (casi hagiografía) que viene alargándose demasiado, es necesario hablar de la faceta ensayística de Javier Marías. Si desde sus primeros tiempos escribe ensayos en torno a la literatura, el cine o el fútbol, a partir de 1994 inicia una colaboración regular con el suplemento El Semanal. Comienza a asentarse una fama de “huraño”, “pedante” y “criticón” para el gran público, a la par que de hombre absolutamente independiente de partidos y corrientes, celoso de sus derechos y poseedor de un peculiar sentido del humor (apreciable en su “duelo humorístico” con su vecino de página, el escritor y articulista Arturo Pérez Reverte).
La colaboración se rompe a principios del año 2003, cuando el suplemento de niega a dar a la imprenta un artículo en el que critica a las iglesias y las religiones. Al poco tiempo, El País Semanal “ficha” al escritor y sus artículos llegan a un mayor número de lectores.
En este periódico continúa escribiendo –con mayor descaro si cabe– sobre lo que le apetece: se permite el lujo, entre muchos ejemplos, de arremeter contra políticos de uno y otro signo; de criticar los comportamientos de los medios de comunicación (sin perdonar a El País, que le da de comer); de sacar los colores a los famosos y profesionales de la comunicación y la política que toman cocaína como si de café se tratase (en ese mismo artículo declara haberla usado en un par de ocasiones para resistir las maratónicas sesiones de promoción que una novela exige; una declaración que le honra, al ser uno de los pocos personajes conocidos, compartiendo lugar con Joaquín Sabina, que admite lo que muchos en secreto y con actitud hipócrita esconden).
Y llega el fin, la culminación de toda una carrera literaria (por mucho que Marías no quiera verla como tal). Tu rostro mañana es la novela definitiva de Javier Marías. A lo largo de 3 volúmenes (pero –insiste el autor– no es una trilogía, sino una novela publicada en diferentes tomos, estrategia usada para permitir que su padre y el hispanista Peter Russell pudieran leerla en parte; ninguno podrá ver su final), Marías cuenta la historia de Jacobo Deza, el protagonista sin nombre de Todas las almas, que vuelve a Oxford 10 años después para trabajar como espía.
Es una novela en la que se cuenta poco, se sugiere más y se piensa mucho (“pensamiento literario”, según lo define de su autor). La técnica de la digresión y el sentido del humor aprendidos al traducir el Tristam Shandy llenan esta obra: es imposible olvidar la magistral escena de casi 100 páginas en la que el jefe del servicio secreto amenaza con una espada medieval a un español puesto de cocaína en los lavabos de minusválidos de un pub londinense, escena en la que lo que menos importa es la espada o el peligro en sí, sino toda la reflexión que el protagonista lleva a cabo en los pocos minutos reales que dura.
Pero no todo es humor en Tu rostro mañana. También hay lugar para el recuerdo de épocas oscuras: el juicio que su padre tuvo que soportar durante el franquismo o las corridas de toros de se celebraban en la inmediata posguerra (“fiestas” en las uno de los vencidos se convertía en el toro).
La página final del segundo volumen helaba la sangre a los lectores. En octubre tendremos la oportunidad de leer el final de la que es, para el autor de este artículo, la mejor novela española de los últimos 20 años.
Hasta entonces, paciencia.