Hay cosas que no entiendo. Cada vez más, de hecho. Ahora, sin embargo, me centraré sólo en una: el sentimiento de identidad colectivo (por llamarlo de algún modo) originado por el deporte.
Ayer, como todos saben, jugaron la selección española y la selección italiana de fútbol; para sorpresa y alegría de muchos, no todos, ganó España. Al menos, es lo que yo digo. “Ganó”, en tercera persona. O “ganaron”, refiriéndome a los jugadores.
Otros dicen “ganamos”. Es un detalle, pero me choca. Ayer participó una veintena de personas, más o menos. No 40 millones. Si escuchamos los informativos o leemos los periódicos, parece que todos estuviéramos en Austria. Y no fue así.
“Si llegamos a penaltis nos pegarán una paliza”, dijo un amigo mío. Curiosamente, hoy no llevaba ninguna marca en el rostro. Tampoco sudó mucho mientras veía la televisión y comía palomitas, (bueno, un poco sí: hacía calor).
Lo que más me fascina y me enfada al mismo tiempo es que se dice de un modo inconsciente. ¿Tanta afinidad hay con la selección española? ¿Tan españoles sienten? De normal, no lo creo. Peo seguro que a más de uno se le escapó un “Viva España”, (o un “arriba”); son frases que no suelen decir un domingo al filo de la medianoche y muertos de calor, pero ayer muchos las dirían.
Puedo llegar a entender (aunque con mucho, mucho esfuerzo) que guste que la selección del país en que uno nace o reside gane un partido importante, pero de ahí a creerse partícipe de la victoria, hay un paso. Quizá así uno se sienta más importante. Hoy parece que todos los españoles son muy felices; el día que un español gane el Nobel, saldré a la calle a gritar “¡Hemos ganado el Nobel! ¡Viva España! ¡Lo conseguimos! ¡¡Qué bien hemos escrito esta última novela, hostia!”.
No sé porqué, me da que igual se ríen de mí...
Nota. En una entrevista reciente, declaré que no creía que algún día escribiera sobre fútbol. Pues ya se ve...
Ayer, como todos saben, jugaron la selección española y la selección italiana de fútbol; para sorpresa y alegría de muchos, no todos, ganó España. Al menos, es lo que yo digo. “Ganó”, en tercera persona. O “ganaron”, refiriéndome a los jugadores.
Otros dicen “ganamos”. Es un detalle, pero me choca. Ayer participó una veintena de personas, más o menos. No 40 millones. Si escuchamos los informativos o leemos los periódicos, parece que todos estuviéramos en Austria. Y no fue así.
“Si llegamos a penaltis nos pegarán una paliza”, dijo un amigo mío. Curiosamente, hoy no llevaba ninguna marca en el rostro. Tampoco sudó mucho mientras veía la televisión y comía palomitas, (bueno, un poco sí: hacía calor).
Lo que más me fascina y me enfada al mismo tiempo es que se dice de un modo inconsciente. ¿Tanta afinidad hay con la selección española? ¿Tan españoles sienten? De normal, no lo creo. Peo seguro que a más de uno se le escapó un “Viva España”, (o un “arriba”); son frases que no suelen decir un domingo al filo de la medianoche y muertos de calor, pero ayer muchos las dirían.
Puedo llegar a entender (aunque con mucho, mucho esfuerzo) que guste que la selección del país en que uno nace o reside gane un partido importante, pero de ahí a creerse partícipe de la victoria, hay un paso. Quizá así uno se sienta más importante. Hoy parece que todos los españoles son muy felices; el día que un español gane el Nobel, saldré a la calle a gritar “¡Hemos ganado el Nobel! ¡Viva España! ¡Lo conseguimos! ¡¡Qué bien hemos escrito esta última novela, hostia!”.
No sé porqué, me da que igual se ríen de mí...
Nota. En una entrevista reciente, declaré que no creía que algún día escribiera sobre fútbol. Pues ya se ve...
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