Siempre ocurre con los clásicos. Los presentan como insignes artistas cuya obra es sólo accesible a unos pocos. Películas y libros de obligado cumplimiento, pero de difícil comprensión. Puro elitismo en muchos casos.
Ayer me atreví a ver una película de Ingmar Bergman, El séptimo sello. Había sido durante años el símbolo del cine de calidad, del arte críptico, el maestro sueco en es esplendor. Una película realizada en banco y negro (cuando ya era posible realizarla en color) que trata de una partida de ajedrez entre un caballero medieval y la muerte. Uff.
En efecto, los 5 primeros minutos son densos. Playas desiertas, música religiosa, la muerte, la partida definitiva... Todo ese aura de intelectualidad metafísica se diluye en el preciso momento en que el escudero comienza a cantar una canción en favor de la vida terrenal. Desde entonces, la película se convierte en una feroz sátira contra la fe mal entendida y el fanatismo. Al final todos vamos a morir, pero lo importante es cómo vivimos.
A lo largo de 90 minutos hay escenas de humor negro ("¿Vais a quemar de noche a la bruja? Sí, pagan doble"), de humor machista, de farsa... Por momentos recuerda al Quijote y por momentos a Hamlet (en el buen sentido del recuerdo). La risa no está reñida con la calidad.
Pero claro, si los críticos no hubieran escrito sobre ella todo lo que han escrito, ¿estaría igual considerada?
Ayer me atreví a ver una película de Ingmar Bergman, El séptimo sello. Había sido durante años el símbolo del cine de calidad, del arte críptico, el maestro sueco en es esplendor. Una película realizada en banco y negro (cuando ya era posible realizarla en color) que trata de una partida de ajedrez entre un caballero medieval y la muerte. Uff.
En efecto, los 5 primeros minutos son densos. Playas desiertas, música religiosa, la muerte, la partida definitiva... Todo ese aura de intelectualidad metafísica se diluye en el preciso momento en que el escudero comienza a cantar una canción en favor de la vida terrenal. Desde entonces, la película se convierte en una feroz sátira contra la fe mal entendida y el fanatismo. Al final todos vamos a morir, pero lo importante es cómo vivimos.
A lo largo de 90 minutos hay escenas de humor negro ("¿Vais a quemar de noche a la bruja? Sí, pagan doble"), de humor machista, de farsa... Por momentos recuerda al Quijote y por momentos a Hamlet (en el buen sentido del recuerdo). La risa no está reñida con la calidad.
Pero claro, si los críticos no hubieran escrito sobre ella todo lo que han escrito, ¿estaría igual considerada?
1 comentario:
Con los clásicos suele ocurrir así, o son absolutamente geniales o un peñazo, me temo que no hay término medio.
Los miércoles asisto a un ciclo de cine, la semana pasado tocó "Arrebato" película de culto, según parece, entre nuestro cine patrio. Pues bien, un coñazo, desagradable, fea, un rollo, vamos, que no hay por donde cogerla. Esta es mi opinión, pero como dijo Groucho Marx, si a alguien no le gusta, tengo otra (no, en este caso no la tengo).
Me apunto "El séptimo sello", que la tengo pendiente de siempre, y a ver si hay suerte y nos la ponen en el ciclo.
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