En el pie de esta fotografía se lee “El Rey y Adolfo Suárez pasean durante su encuentro. (A.S.I.)”. Las siglas son de Adolfo Suárez Illana, hijo del ex presidente. Pero el pie de foto es falso. No están paseando. Están posando. Mejor, Suárez hijo y Juan Carlos engañan a Suárez padre para que pose. De no hacerse así, no habría foto.
Al ver esta imagen, me pregunto si de verdad quiso el Rey visitar al ex presidente. Quizá fuera una obligación más; puede que especialmente pesada, mucho más difícil de cumplir que sonreír a unos colegiales. ¿De qué hablaron? De nada, por supuesto. Según ABC, “la enfermedad, una demencia senil degenerativa, ha robado a Adolfo Suárez la capacidad de dialogar”. No sabe hablar, ya tampoco reconoce a nadie. Sólo reacciona ante ciertas muestras de cariño. De nuevo según ABC, “Doña Sofía llamó «guapo» a Suárez, palabra que fue recibida con mucha alegría”.
Charlaron los adultos. Los Reyes y los hijos del ex presidente. Igual que cuando uno es pequeño y los padres cenan con sus amigos -“niño, deja ya de joder con pelota”. Suárez está vestido para la ocasión, incómodo -de diario lleva chándal, para qué se va a poner traje un hombre que no sabe quién es- y sentado muy quieto en un cómodo sillón -le han dado instrucciones precisas, “si te portas bien, te daremos helado para cenar”-. Los adultos no hablan de política. No es oportuno. Hablan de él, del mudo, pero no le miran. Como si no estuviera. De hecho, no lo está.
Al segundo silencio incómodo, su hijo lo levanta, “Vamos al jardín”. Se deja hacer, un poco por inercia, un poco por el difuso recuerdo de una promesa. Allí el visitante le pasa la mano por el hombro, Suárez le mira, pero no lo reconoce. Tampoco es fácil, el hombre mira a otro lado, casi avergonzado.
Al fondo se oye un grito, “Ya está la foto”. El Rey baja el brazo, y mira el reloj. Sólo entonces mira por primera vez a los ojos del ex presidente. Cinco minutos después, se acaba la visita.
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