Llego tarde al mitin del Partido Popular. Mea culpa. La mañana de sábado es demasiado valiosa para perderla escuchando a los teloneros de un mitin (en realidad es demasiado valiosa para perderla en un mitin, pero bueno); así que entré en el Príncipe Felipe unos diez minutos antes de la hora prevista para que saliese Rajoy... y ya estaba hablando. (Parece una paráfrasis del cuento: "Cuando llegué, Rajoy ya estaba allí").
Fue un punto difícil hacerme hueco. Todos los asientos estaban ocupados, las gradas a reventar, mucha gente de pie en los pasillos. Fui directo a los de seguridad, "La zona de minusválidos?". "No hay". "¿No ha venido nadie en silla de ruedas?" "Sí, pero lo han puesto cerca del estrado". Claro, queda bien hacerse una foto con un niño, pero aún mejor con un tipo con cara de bueno en silla de ruedas. No sé por qué me da que a mí no me habrían colocado detrás de Rajoy...
Busco un lugar desde el que ver de frente a Mariano. Por cierto, ¿por qué esa manía de llamar a los del PP por su nombre (Mariano, Esperanza...) y a los de PSOE por el apellido? En fin... Lo encuentro y me hago paso. Al poco descubro que es una ventaja: estoy rodeado de gente y sus comentarios valen más que una foto falsa con el candidato.
La primera frase que oigo, después de dar las gracias a la gente que me hace paso y abrir el bloc de notas de mi móvil de antepenúltima generación, es "Zapatero ha subido los precios hasta en las rebajas". Las 6.500 personas que según el diario Público se reunieron para apoyar a Rajoy aplauden y se ríen como la famosa niña, sin complejos.
Es la mayor sorpresa del mitin. Llevaba una idea en la cabeza, una frase que leí en un periódico he unos días: "De los mítines de Rajoy se sale con cara seria, de los de Zapatero con espíritu alegre". Pues resulta que no. El sábado la gente se lo pasó fenomenal. No pararon de reír y aplaudir... con ganas. Se sabe que en los actos políticos muchos aplausos son de pura cortesía, aquí no.
El motivo de estas risas eran los comentarios jocosos de Rajoy. El candidato no estaba en un mitin, estaba interpretando un monólogo al estilo El club de la comedia. Había leído que Rajoy gana en las distancias cortas y no lo había creído. Nuevo error por mi parte. Lo confieso, yo también me reí en un par de ocasiones.
Rajoy pide silencio para hablar "de ya sabéis quién". Risas por lo bajinis. Entonces empieza su gag estrella. El que nunca falla, por más que hoy El País diga que se ha convertido en cansada rutina. Pronuncia el nombre de Gabilondo y el estadio responde con un sonoro "uhhhhh". Como el cura de la Edad Media que nombra al Maligno; los feligreses ahuyentan su presencia. Les falta hacer la señal de la cruz con las los dedos.
Rajoy cambia entonces el tono de su voz. Baja el volumen. Relata la "anécdota" de la metida de pata de Zapatero tras la entrevista con Gabilondo. La audiencia escucha, expectante. Todos saben lo que va a decir. No importa. Igual que ese amigo que relata una y otra vez la misma historia; todos escuchan con media sonrisa a la espera del toque final, todos quieren que no cambie ni una coma de su relato, que ya saben de memoria. Termina la anécdota. El público ríe y aplaude. "Es genial", oigo a mi vecina de mitin.
Rajoy hace una pausa para saborear su éxito como actor y el polideportivo comienza a temblar. "¡España! ¡España! ¡España!". También lo confieso. Entonces sentí miedo. Sus siguientes palabras son para criticar la ley de Memoria Histórica. Nombra a Franco. Uff.
Rajoy basa su discurso en descalificar en tono jocoso a Zapatero. Es la razón de las risas de la gente, supongo. El mitin se parece a la cena de empresa en la que uno cuenta anécdotas malvadas sobre el compañero de oficina ausente. Los comensales saben que está mal, pero ríen e incitan al narrador a que cuente una más.
Rajoy cita una vez más a Zapatero. "Siempre engañando, siempre mintiendo", dice mi vecina. A un metro de mí, un hombre (o un joven, como se prefiera) de unos 30 años lleva una bandera de España a modo de bufanda. Más lejos, otro la lleva a modo de capa. Busco más banderas. Las hay por doquier. Cuelgan de las gradas, algunas con el toro de Osborne. Un tipo la lleva atada a la cabeza, en plan pañuelo pirata. Queda raro.
Nuevo "uhhhh". Rajoy ha mentado a Bermejo. Dice que Zapatero quiere hacerlo ministro de Vivienda. Más risas. El contraste es claro cuando nombra a Pizarro. Aquí llegó la ovación máxima. Lo hubiera entendido si hubiese citado a Aznar (el Inmombrable para alguna columnista de El País), pero de Pizarro... ¿Será porque es de Teruel?
El Príncipe Felipe (el estadio, no el heredero) tiembla de nuevo: "¡... (aquí no entendí lo que decían) presente, Mariano Presidente! ¡...presente, Mariano Presidente".
Rajoy habla de inmigración. Mi vecina apostilla: "¡Bravo! Eso es un desbarajuste. Aquí no cabemos todos. Si vieras como está mi bario...", dice a su vecina de mitin.
Termina el show. Banderitas al aire, confeti, himno del partido. Salgo rápido, a ver si lo veo. Otras 100 personas piensan lo mismo que yo. Al poco son 200. Y siguen llegando más. Mucha bandera de España. Olor a puro. Una mujer mayor dice a su amiga: "No sé por que lo hacen en un lugar tan pequeño..."
Rajoy sale a pie hasta el coche. "¡Presidente! ¡Presidente!", gritan. Una niña pija dice a su amiga "¡¡Me-ha-da-do-la-ma-no"!!". Ésta no se lava hasta el 10 de marzo.
Fue un punto difícil hacerme hueco. Todos los asientos estaban ocupados, las gradas a reventar, mucha gente de pie en los pasillos. Fui directo a los de seguridad, "La zona de minusválidos?". "No hay". "¿No ha venido nadie en silla de ruedas?" "Sí, pero lo han puesto cerca del estrado". Claro, queda bien hacerse una foto con un niño, pero aún mejor con un tipo con cara de bueno en silla de ruedas. No sé por qué me da que a mí no me habrían colocado detrás de Rajoy...
Busco un lugar desde el que ver de frente a Mariano. Por cierto, ¿por qué esa manía de llamar a los del PP por su nombre (Mariano, Esperanza...) y a los de PSOE por el apellido? En fin... Lo encuentro y me hago paso. Al poco descubro que es una ventaja: estoy rodeado de gente y sus comentarios valen más que una foto falsa con el candidato.
La primera frase que oigo, después de dar las gracias a la gente que me hace paso y abrir el bloc de notas de mi móvil de antepenúltima generación, es "Zapatero ha subido los precios hasta en las rebajas". Las 6.500 personas que según el diario Público se reunieron para apoyar a Rajoy aplauden y se ríen como la famosa niña, sin complejos.
Es la mayor sorpresa del mitin. Llevaba una idea en la cabeza, una frase que leí en un periódico he unos días: "De los mítines de Rajoy se sale con cara seria, de los de Zapatero con espíritu alegre". Pues resulta que no. El sábado la gente se lo pasó fenomenal. No pararon de reír y aplaudir... con ganas. Se sabe que en los actos políticos muchos aplausos son de pura cortesía, aquí no.
El motivo de estas risas eran los comentarios jocosos de Rajoy. El candidato no estaba en un mitin, estaba interpretando un monólogo al estilo El club de la comedia. Había leído que Rajoy gana en las distancias cortas y no lo había creído. Nuevo error por mi parte. Lo confieso, yo también me reí en un par de ocasiones.
Rajoy pide silencio para hablar "de ya sabéis quién". Risas por lo bajinis. Entonces empieza su gag estrella. El que nunca falla, por más que hoy El País diga que se ha convertido en cansada rutina. Pronuncia el nombre de Gabilondo y el estadio responde con un sonoro "uhhhhh". Como el cura de la Edad Media que nombra al Maligno; los feligreses ahuyentan su presencia. Les falta hacer la señal de la cruz con las los dedos.
Rajoy cambia entonces el tono de su voz. Baja el volumen. Relata la "anécdota" de la metida de pata de Zapatero tras la entrevista con Gabilondo. La audiencia escucha, expectante. Todos saben lo que va a decir. No importa. Igual que ese amigo que relata una y otra vez la misma historia; todos escuchan con media sonrisa a la espera del toque final, todos quieren que no cambie ni una coma de su relato, que ya saben de memoria. Termina la anécdota. El público ríe y aplaude. "Es genial", oigo a mi vecina de mitin.
Rajoy hace una pausa para saborear su éxito como actor y el polideportivo comienza a temblar. "¡España! ¡España! ¡España!". También lo confieso. Entonces sentí miedo. Sus siguientes palabras son para criticar la ley de Memoria Histórica. Nombra a Franco. Uff.
Rajoy basa su discurso en descalificar en tono jocoso a Zapatero. Es la razón de las risas de la gente, supongo. El mitin se parece a la cena de empresa en la que uno cuenta anécdotas malvadas sobre el compañero de oficina ausente. Los comensales saben que está mal, pero ríen e incitan al narrador a que cuente una más.
Rajoy cita una vez más a Zapatero. "Siempre engañando, siempre mintiendo", dice mi vecina. A un metro de mí, un hombre (o un joven, como se prefiera) de unos 30 años lleva una bandera de España a modo de bufanda. Más lejos, otro la lleva a modo de capa. Busco más banderas. Las hay por doquier. Cuelgan de las gradas, algunas con el toro de Osborne. Un tipo la lleva atada a la cabeza, en plan pañuelo pirata. Queda raro.
Nuevo "uhhhh". Rajoy ha mentado a Bermejo. Dice que Zapatero quiere hacerlo ministro de Vivienda. Más risas. El contraste es claro cuando nombra a Pizarro. Aquí llegó la ovación máxima. Lo hubiera entendido si hubiese citado a Aznar (el Inmombrable para alguna columnista de El País), pero de Pizarro... ¿Será porque es de Teruel?
El Príncipe Felipe (el estadio, no el heredero) tiembla de nuevo: "¡... (aquí no entendí lo que decían) presente, Mariano Presidente! ¡...presente, Mariano Presidente".
Rajoy habla de inmigración. Mi vecina apostilla: "¡Bravo! Eso es un desbarajuste. Aquí no cabemos todos. Si vieras como está mi bario...", dice a su vecina de mitin.
Termina el show. Banderitas al aire, confeti, himno del partido. Salgo rápido, a ver si lo veo. Otras 100 personas piensan lo mismo que yo. Al poco son 200. Y siguen llegando más. Mucha bandera de España. Olor a puro. Una mujer mayor dice a su amiga: "No sé por que lo hacen en un lugar tan pequeño..."
Rajoy sale a pie hasta el coche. "¡Presidente! ¡Presidente!", gritan. Una niña pija dice a su amiga "¡¡Me-ha-da-do-la-ma-no"!!". Ésta no se lava hasta el 10 de marzo.
4 comentarios:
Estás loco tío. A ver cuando nos cuentas tus impresiones del de ZP!!!
MASOQUISTA! No tienes otro nombre.
:D:D: España! España! madre mía. Jjeje, muy bueno el post. Yo ni de coña me meto ahí.
La democracia desemboca en demagogia, la popularidad en populismo y la paridad en misoginia.
Cuan diferente era esto bajo el caudillo. Solo libertad para aullar idioteces o callar reivindicaciones. Antes por lo menos solo robaba uno, ahora hay que alimentar a las orondas cucarachas devenidas de la primavera de los pueblos.
Si Montesquieu levantara la cabeza para ver la separacion de poderes socialista; si Costa pudiese ver el caciquismo y la oligarquia de los "barones" sociatas; si la juventud recuperara los valores que un dia hicieron grande a este pais.
Brindemos por la piel de toro y por Isabel de Castilla, la ultima mujer de verdad que tuvo este pais nuestro tan maltrecho, maltratado y malentendido.
Fuck off
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